Ya en la calle el nº 1037

Tiempo de tormentas y cañones antigranizos

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JOSÉ ANTONIO MELGARES/CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA

La primavera, los comienzos del verano y también este año a finales del mismo, son épocas en que las tormentas se hacen presentes con generosidad en las tierras altas de la región de Murcia (Noroeste y Altiplano), sobre todo en aquellas en que los valles se alternan con las montañas produciéndose corrieTiempo de tormentas y cañones antigranizosntes de aire que favorecen su desarrollo. Las tormentas suelen llegar a la costa, a la capital y a la huerta de Murcia (según el saber vulgar de las gentes), desde lugar inconcreto denominado «por ahí arriba», término geográfico muy frecuentemente empleado por la población, y que en definición del recordado Antonio Díaz Bautista viene a ser un amplio territorio que se extiende desde Espinardo hasta el Polo Norte. De «por ahí arriba» en otras épocas del año natural también llegan los vientos fríos del invierno y, sobre todo, las granizadas que suelen acompañar a las tormentas, causando estragos en cultivos y frutales como hemos visto recientemente.

Las tormentas se presentan en épocas de maduración y recolección de cereales y frutas, arruinando muchas veces la siempre maltrecha economía agropecuaria de la que tradicionalmente ha dependido la población del Noroeste Murciano, de ahí que las gentes de la tierra hayan acudido a la Divinidad a través de la Virgen María, los santos y las reliquias (sobre todo la de la Cruz de Cristo) para ahuyentarlas mediante conjuros y rogativas públicas y privadas. Los conjuros desde la torre de la Catedral (en la capital) y en la basílica de la Sta. Cruz de Caravaca con el «Lignum Crucis», son conocidos en la literatura y la etnografía regional, con toques de campana anunciadores y oracional propio (como las letanías de los santos), además de la presencia en la calle de imágenes como la de S. Isidro Labrador (conocedor en carne propia de la problemática del campo y la huerta). También se hicieron conjuros con la imagen de Jesucristo Aparecido en el santuario moratallero de La Casa de Cristo.

Lo peor de las tormentas, sin embargo, no son los rayos y los truenos sino cuando la perturbación atmosférica viene acompañada del temido granizo, contra el que las gentes del campo, en el Noroeste y el Altiplano sobre todo, se las han ingeniado con imaginación de las más originales maneras.

La reciente reunión de la Federación de Cooperativas Agrarias de la Región (FECOAM) con autoridades regionales competentes en la materia, tuvo por objeto, entre otras cosas, insistir en el control de los cohetes y cañones antigranizo, tan frecuentes otrora como prohibidos en la actualidad.

Recuerda el Cronista, siendo niño, y también recordarán los de mi generación, que en los años del ecuador del S. XX, cuando la tormenta rugía en el horizonte, de inmediato se escuchaban desde muy diversos lugares, la explosión de cohetes y la explicación cercana de los mayores, que comentaban estar disparando a la siempre temida tormenta antes de que descargase sobre lugares de cultivo y perjudicase las cosechas en plena maduración. El problema surgía cuando la tormenta, por el efecto de las cargas y ondas explosivas, variaba su dirección y se situaba sobre fincas donde no contaban con cohetes ni cañones, descargando sobre ellas de manera inmisericorde. Los agricultores con medios para ahuyentar la tormenta situada sobre sus tierras, pasaban el problema a los vecinos, pues nunca hubo una línea defensiva organizada sino hitos aislados en poder de campesinos adinerados que podían construir y mantener esa defensa.

Los cohetes antigranizo (o «granífugos» como se les denominaba en la prensa de principios del S. XX), se utilizaron a lo largo de gran parte del citado siglo para partir la nube cargada de hielo y derivar sus partes hacia otros lugares. El cohete transportaba una carga de carburo y yoduro de plata que, al explosionar en el interior de la nube producía un efecto calorífico y químico que, además disolvía el granizo. En el segundo tercio del siglo referido se perfeccionó el sistema con la sustitución del cohete por cañones metálicos de forma cónica con la misión de llevar a la atmósfera los mismos productos que el cohete pero a mayor altura y cantidad. Cañones antigranizo hay, abandonados, en más de veinte lugares de la comarca Noroeste (términos de Caravaca y Moratalla sobre todo), fabricados por herreros locales entre los que destacó el caravaqueño José María Corbalán, quien llegó a firmar alguna de las piezas salidas de su fragua en La Glorieta de Caravaca. Su existencia, ya abandonados, ruinosos y a punto de desaparecer, es claramente visible aún en la finca «La Bodeguica» de Benablón y junto a la ermita de Campo Bejar, así como en las afueras de Barranda, entre otros sitios. Con el tiempo, como se sabe, la lucha antigranizo se perfeccionó sembrando la atmósfera de los productos mencionados utilizando avionetas en campañas financiadas por la propia Administración, lo que motivó innumerables conflictos entre los agricultores, prohibiéndose, como también se sabe, este tipo de actividad en los primeros años noventa del pasado siglo.

Mientras que el lanzamiento de cohetes no precisaba más que de un soporte anclado a la tierra para evitar la excesiva inercia, mucho mayor que la provocada por un cohete festivo normal, la instalación de un cañón requería la construcción de una estructura de obra (generalmente de mampostería o ladrillo, enlucidos de cal o yeso), a manera de caseta de tres metros cuadrado aproximadamente, en el interior de la cual se anclaba la pieza asiéndola a uno de los muros con tirantes metálicos. Formando parte del conjunto, otra estancia servia de almacén donde se guardaban los productos para la carga del cañón.

El disparo de la carga a través del cañón no requería preparación técnica alguna, e incluso un niño, en presencia de un mayor, podía efectuar el lanzamiento, como muchas veces sucedió en La Bodeguica de Benablón, según me cuenta mi amiga y actual dueña Carmen Pozo García.

En la actualidad, como he dicho más arriba, la actividad de los cohetes y cañones antigranizo está prohibida por ser más los perjuicios que los beneficios que ocasiona, e incluso la Guardia Civil, a través del SEPRONA, confisca el material granífugo que halla en almacenes ya abandonados, como sucedió semanas atrás en una finca de Cieza, de lo que dio cumplida cuenta la prensa regional.

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