Ya en la calle el nº 1040

Tiempo de “encierros” en el Noroeste regional

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares Guerrero/Cronista oficial de Caravaca y de la región de Murcia

Al margen de gustos personales, y de las diversas sensibilidades animalísticas hoy en el escenario social, las fiestas y festejos populares vinculados al toro en los pueblos y ciudades de España, y en concreto en la región de Murcia son tan antiguos que sus orígenes son de muy difícil precisión. Pinturas y grabados se refieren a los festejos taurinos durante la Edad Media, siendo los siglos del Renacimiento y el Barroco los de mayor esplendor, habiéndose erigido importantes hitos del tejido monumental español y regional con los beneficios que se obtuvieron de corridas de toros y novillos principalmente.

Uno de los festejos de mayor arraigo popular han sido y siguen siendo los “encierros”, o recorrido de reses, en régimen de semilibertad, por las calles de un lugar, desde su emplazamiento provisional a los corrales de la plaza de toros donde más tarde serán lidiadas. Variante de este encierro es el que se hace con la suelta de una o varias reses por un circuito urbano, regresando ésta o éstas a su lugar de origen sin lidia posterior. El recorrido de los animales en uno y otro caso es aprovechado por gentes audaces que corren a la par que aquellos sorteando los peligros que ello conlleva, lo que supone un estímulo físico, anímico y festivo que a los participantes les compensa con creces, hasta el extremo de arriesgar su propia integridad física en un espectáculo participativo donde el esfuerzo, la habilidad, la astucia, la valentía, la inteligencia y hasta la solidaridad son valores a tener en cuenta.

En la región de Murcia, las gentes de la Comarca Noroeste son las más aficionadas a los encierros, siendo Moratalla el lugar por excelencia, donde viene celebrándose el festejo, según la documentación al respecto, desde 1621. La estadística que manejo no está actualizada. Es de 2013 pero nos da una idea aproximada de los “encierros” en la Región. En ese año se celebraron 83 encierros, bajando su número a 54 dos años después, de los que 42 tuvieron lugar en nuestra Comarca Noroeste. Junto a Moratalla, el lugar de mayor tradición en este tipo de festejo taurino es Blanca, en el Valle de Ricote.

Los encierros son propios del período estival, pues están vinculados íntimamente a la “temporada taurina”, que tradicionalmente comienza en Castellón en la Feria de la Magdalena, y concluye en Zaragoza en la del Pilar. En Moratalla, donde tienen lugar desde finales del S. XVI (según el historiador local Marcial García), se celebran dentro del conjunto de festejos en honor al copatrón de la localidad: el Santísimo Cristo del Rayo. Tienen lugar a mediados de julio (aunque no siempre fue así, pues hubo un tiempo en que los encierros tuvieron lugar en septiembre), y gozan de la peculiaridad de que parte del encierro tiene lugar por el campo, por lo que se denominan “encierros por vereda”, formando parte del Consorcio Nacional de esta especialidad. La localidad cuenta con un monumento al festejo desde 2017, obra en bronce del escultor Xavier Soro Yacer, fundida ese año en Riopar (según me informan el cronista local José Jesús Sánchez y el investigador Jesús Navarro).

En Blanca los encierros tienen lugar en agosto y forman parte de las fiestas en honor a S. Roque. Su constancia documental data de 1882, habiendo tenido lugar una desgraciada cogida mortal nueve años después, en 1891, según el cronista oficial Ángel Ríos, siendo el actual recorrido callejero el mismo que hace décadas. También cuenta la localidad con monumento al festejo, erigido en la C. Mayor, obra del escultor Miguel Canseco.

Calasparra celebra sus “encierros” con motivo de las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Esperanza, durante los primeros días de septiembre y dentro de la denominada “Feria del Arroz”, con final del recorrido en la Plaza de Toros de “la Caverina”.

En la pedanía moratallera de El Sabinar, tienen lugar “encierros” en agosto, con motivo de las fiestas dedicadas a S. Bartolomé. Fueron protagonistas de la novela de género “La Bestia y el Sol” (Premio Ateneo Jovellanos de Gijón. Oviedo 1969), original del malogrado novelista caravaqueño Gregorio Javier, quien cuenta la historia de dos maletillas asistentes al mismo. El lugar ostenta orgulloso, en la plaza pública, desde el año 2012, una escultura en piedra artificial, de Lauren García (de La Roda), dedicada al festejo por la Mayordomía encargada de la organización de ese año.

También tienen lugar “encierros” en la pedanía ceheginera de Canara, con motivo de las fiestas a la Virgen de la Peña, a mediados de agosto cada año.

Encierros de menor tradición (unos más antiguos que otros), han tenido lugar, de manera no continuada en el tiempo, en Cehegín, Las Torres de Cotillas, Fortuna y Archena, los cuales no han acabado de arraigar, entre otras cosas, por los enormes costes que suponen las medidas de seguridad obligadas por las autoridades competentes.

Entre otras actividades lúdicas históricas vinculadas al toro, aun en vigor en determinados lugares, pero desterradas de las tierras de la región de Murcia, mencionaré los denominados “toros embolados” o “toros de fuego”, en las que los animales sufrían lo suyo al serles colocadas en la testuz una bola de material inflamable al que se le prendía fuego. También los que tienen lugar en espacios geográficos ribereños donde el animal acaba en el mar entre la algarabía de los mozos participantes.

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