Ya en la calle el nº 1041

Tiempo al tiempo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

VÍCTOR MARTÍNEZ-CARRASCO

Superado el mes de confinamiento, contemplamos cómo el tiempo que antes transcurría veloz en el exterior parece alargarse adormecido desde el interior de nuestros hogares, aunque paradójicamente, ese calendario que parece ralentizado en casa está en oposición a los acontecimientos, que se han acelerado endiabladamente.

Parecieran meses transcurridos desde ese famoso 8M donde se proclamaba aquello tan desafortunado de que “el machismo mata más que el coronavirus” o las declaraciones tristemente premonitorias de la ministra animando a la manifestación feminista porque “iba la vida en ello” anteponiendo la ideología a la salud de las personas.

Estos días muchos habrán caído en la cuenta la cantidad de sandeces que te pueden recordar que has dicho a través de una hemeroteca que no entiende de olvidos. Tanta ignominia debiera invitarles a confinarse voluntariamente en su madriguera por vergüenza, sin embargo, abundan los rostros graníticos que no se sonrojarán en la vida por carecer de ella.

Pero la cantidad de contagiados y fallecidos, aun no siendo real, nos obligan a dedicar nuestro tiempo en lo verdaderamente importante.

Por todos ellos debemos centrarnos y aparcar diferencias, que las hay y muchas. Por todos ellos dejaremos la búsqueda de respuestas para más adelante a muchas preguntas que necesariamente deberán hallar explicación.

Tiempo habrá para preguntarse por qué somos el país del mundo con mayor ratio de fallecidos por millón de habitantes, tiempo tendremos para interpelar a los que decían que aquí habría uno o pocos casos de contagio, tiempo tendremos para analizar por qué se tardó tanto en adquirir material, porqué lanzamos a la batalla a tantos sanitarios, transportistas, vendedores o agentes sin medios de protección suficientes, tiempo para preguntarnos por qué con 18.000 fallecidos la prioridad de algún vicedirigente es defender la República, por qué la presencia de verificadores “independientes” de verdades en redes sociales o por qué la prensa vetó al Gobierno.

Habrá que interrogarse por qué se establecieron medidas que afectan a millones de personas sin contar con quienes representan a esos millones, por qué se decretaron paralizaciones con tanta improvisación y nocturnidad o por qué teníamos que llevarnos a la cama la lectura del BOE en vez  la novela “Lo que el viento se llevó”.

Tiempo tendremos para comparar la reacción de unos países frente a otros o de unas comunidades frente a otras, tiempo para estudiar por qué Murcia ha sido de las regiones que más ha logrado controlar su curva, por qué aquí se cerraron antes las clases, por qué aquí se hizo compra de mascarillas antes que se decretara el Estado de Alarma, y por qué se tomaron decisiones incluso sin disponer de la información que otros sí tenían.

Pero ahora no. Aún no es momento de ello, aunque nos enfurezca recordar lo que decían quienes hoy reclaman lealtad a quienes atropellaron por la gestión del Ébola.

Aún no, porque eso también nos diferencia. Por lealtad, por responsabilidad, por sentido de Estado. Por humanidad.

Lo urgente ahora es el tiempo de los que no tienen tiempo que perder por la angustia de verse sin trabajo, quienes sufren hoy la incertidumbre del mañana. Lo urgente es afrontar medidas que mitiguen el precipicio que ya anuncia el FMI. Es tiempo de ayudar a quienes sufren la angustia, las dudas al cambio después del cambio, el miedo a la crisis económica tras la crisis sanitaria.

Ahora es el tiempo de ayudar a los que están ingresados, de proteger a los más vulnerables, y por supuesto, de rendir honores a quienes ya no están.

Y qué mejor homenaje que luchar por quienes ellos ya no pueden luchar porque nos han abandonado. Por ellos.

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