Ya en la calle el nº 1037

Thatcher y Sampedro: Dos ideas, dos vidas, dos mundos

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JOSÉ MARÍA MARIN MARTÍNEZ

Inicio hoy, con este artículo, una nueva serie de colaboraciones periódicas con EL NOROESTE, en las que trataré de ofrecer, desde mi particular punto de vista, una mirada serena y reposada –reflexiva- sobre algunos de los asuntos que ocupan el primer plano de la actualidad. Puesto que los temas locales, comarcales y regionales están ya suficientemente tratados en esta publicación, me ocuparé, sobre todo, de asuntos de carácter nacional e internacional. Espero que merezcan su interés.

La casualidad –ironías de la vida- ha querido unir en su muerte el mismo día, a Margaret Thatcher, primera ministra británica entre 1979 y 1990, y a José Luis Sampedro, economista, escritor, filántropo y humanista español.

Thatcher, dura e intransigente, doblegó a los mineros ingleses en 1984, tras un año de huelga, y protagonizó, junto al presidente estadounidense Ronald Reagan, lo que se conoce como la “revolución conservadora” de los años 80 del siglo pasado, reformulando el programa político conservador, a partir de las tesis de la Escuela de Chicago, para poner fin a las políticas de solidaridad y bienestar, accesibles a todos los ciudadanos, que los partidos socialdemócratas habían puesto en pie en Europa desde el fin de la II Guerra Mundial. Conocida como “la dama de hierro”, impulsó la desregularización (especialmente del sector financiero), la flexibilización del mercado laboral, la privatización de las empresas públicas[] Se alineó sistemáticamente con la política exterior de Estados Unidos y frenó, todo lo que pudo, el proceso de construcción de Europa como proyecto político, lo que no impidió que firmara en 1986 el Acta Única Europea, para no dejar al Reino Unido al margen del mercado único europeo. Su senda fue seguida por Sarkozy, Aznar, Merkel, etc., e impregna hoy el credo político conservador que domina en Europa.

Frente a ella, Sampedro se movía en el otro lado de la trinchera. Librepensador y filántropo, fue maestro de varias generaciones de economistas. Predicó contra el capitalismo salvaje, desde su cátedra de Estructura Económica de la Universidad Complutense: “Hay dos tipos de economistas” –solía decir- “los que se dedican a hacer más ricos a los ricos y los que nos dedicamos a hacer menos pobres a los pobres”. A pesar de no ejercer como político -sólo fue senador, por designación real, durante algo más de un año, en la legislatura fundacional de la democracia española de 1977- defendió con gran convicción el modelo social de una Europa de los ciudadanos, frente a la Europa de los capitales. Escribió sobre la condición humana –Octubre, octubre, La sonrisa etrusca, La vieja sirena, El río que nos lleva…-, lo que le valió La Orden de las Artes y las Letras Españolas (2010), el Premio Internacional Menéndez Pelayo (2010) y el Premio Nacional de las Letras (2011), entre otros reconocimientos. Fue, desde 1990 y hasta su muerte, académico de la Real Academia de la Lengua Española. Cultivo la filantropía, haciendo de lo humano su patria, condenando la decadencia moral y social de occidente y las brutalidades del capitalismo salvaje. Prologó, en fin, la edición en castellano del libro “¡Indignaos!”, de Stéphane Hessel, lo que le convirtió en apóstol e icono del movimiento 15-m que se inició en Madrid, en mayo de 2011, y se ha extendido a todo el mundo. Escribió este “Credo Personal”, que sintetiza su pensamiento:

Creo en la Vida madre Todopoderosa,

creadora de los cielos y de la tierra.

Creo en el Hombre, su avanzado hijo,

concebido en ardiente evolución,

progresando a pesar de los Pilatos

e inventores de dogmas represores

para oprimir la Vida y sepultarla.

Pero la Vida siempre resucita

y el Hombre sigue en marcha hacia el mañana.

Creo en los horizontes del espíritu,

que es la energía cósmica del mundo.

Creo en la Humanidad siempre ascendente,

Creo en la vida perdurable.

Amén.

Acaban de desaparecer dos seres extraordinarios que defendieron sus ideas con vigor y pasión. Dos ideas dos vidas, dos mundos. Dos modos diferentes y contrapuestos de ser y existir. Dos referencias en pugna para este tiempo difícil y azaroso en que vivimos.

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