Ya en la calle el nº 1039

Sólo el tiempo no teme al tiempo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

PASCUAL GARCÍA

Tras una veintena larga de títulos, casi todos en el ámbito de la narrativa y más concretamente de la novela, se descuelga el escritor murciano con este libro de versos o puñales, incisivos y hermosos en ocasiones, melancólicos y húmedos en otras muchas, pero transidos de literatura y de imágenes con las que Rubén castillo construye, en este caso un mundo interior, al que denomina siguiendo a Flaubert, un país desconocido, ese ámbito íntimo que le corresponde al poeta como territorio incuestionable y en el que campa a sus anchas Rubén, porque ha sido desde su primera obra, un mago de la metáfora y de la palabra y, aunque ha concebido argumentos y fábulas por donde transitaban personajes de diversa catadura y donde ha dejado una nítida visión del mundo en el que vive, ha sido, digo, desde el inicio un poeta, con una dimensión léxica y retórica innegable, siempre dispuesto a retorcer el concepto y abrillantar el vocablo, a buscar la originalidad y la música secreta de la palabra. No otra cosa son estos primeros versos del libro: “Los relojes de péndulo están cansados/ y vivir se parece a contemplar un ballet rancio/ que los demás ejecutan/ con gris parsimonia inútil”.

 

PASCUAL GARCÍA

Tras una veintena larga de títulos, casi todos en el ámbito de la narrativa y más concretamente de la novela, se descuelga el escritor murciano con este libro de versos o puñales, incisivos y hermosos en ocasiones, melancólicos y húmedos en otras muchas, pero transidos de literatura y de imágenes con las que Rubén castillo construye, en este caso un mundo interior, al que denomina siguiendo a Flaubert, un país desconocido, ese ámbito íntimo que le corresponde al poeta como territorio incuestionable y en el que campa a sus anchas Rubén, porque ha sido desde su primera obra, un mago de la metáfora y de la palabra y, aunque ha concebido argumentos y fábulas por donde transitaban personajes de diversa catadura y donde ha dejado una nítida visión del mundo en el que vive, ha sido, digo, desde el inicio un poeta, con una dimensión léxica y retórica innegable, siempre dispuesto a retorcer el concepto y abrillantar el vocablo, a buscar la originalidad y la música secreta de la palabra. No otra cosa son estos primeros versos del libro: “Los relojes de péndulo están cansados/ y vivir se parece a contemplar un ballet rancio/ que los demás ejecutan/ con gris parsimonia inútil”.Tras una veintena larga de títulos, casi todos en el ámbito de la narrativa y más concretamente de la novela, se descuelga el escritor murciano con este libro de versos o puñales, incisivos y hermosos en ocasiones, melancólicos y húmedos en otras muchas, pero transidos de literatura y de imágenes con las que Rubén castillo construye, en este caso un mundo interior, al que denomina siguiendo a Flaubert, un país desconocido, ese ámbito íntimo que le corresponde al poeta como territorio incuestionable y en el que campa a sus anchas Rubén, porque ha sido desde su primera obra, un mago de la metáfora y de la palabra y, aunque ha concebido argumentos y fábulas por donde transitaban personajes de diversa catadura y donde ha dejado una nítida visión del mundo en el que vive, ha sido, digo, desde el inicio un poeta, con una dimensión léxica y retórica innegable, siempre dispuesto a retorcer el concepto y abrillantar el vocablo, a buscar la originalidad y la música secreta de la palabra. No otra cosa son estos primeros versos del libro: “Los relojes de péndulo están cansados/ y vivir se parece a contemplar un ballet rancio/ que los demás ejecutan/ con gris parsimonia inútil”.

Un evidente poso de tristeza húmeda, de reflexión melancólica y de lúcida y serena aversión a la vida se respira en estos poemas, como latigazos en los que gravita una visión pesimista y desesperanzada del mundo, pero con una naturalidad de patriarca evangélico, que hubiese creado el universo y luego hubiese sentido pena y asco por los individuos que lo pueblan: “El mundo, esa devastación/ donde todo gira y salpica estiércol./ Los seres humanos como muladares./ Todo como si fuera nada.”
La brillantez de la palabra, aun en su faceta más amarga y pesimista, traspasa todo el libro y lo dota de una autenticidad y de una profundidad estremecedoras, como si por unos minutos los lectores pudiéramos acceder a las esquinas escabrosas y condolidas de un corazón milenario que promulga el dolor de los hombres en un mundo hosco e irredento.
Advertimos en casi todos los textos el hálito indiscutible del viejo y solemne desengaño barroco, del temor al lóbrego final de este valle de la vida: “Sólo el tiempo no teme al tiempo.” Si la literatura se nutre de más literatura, la de Rubén castillo encuentra una excelente cantera en las innumerables lecturas de su autor, que ha sabido con acierto de orfebre acrisolar en este poemario sorprendente, exquisito, desgarrador y de una perfección formal insólita en un primer libro de poesía.
Pero no todo es la forma, la música del verso o el fulgor de la metáfora que el autor acomoda a las dimensiones de una herida cuyo primer estadio es la preocupación existencial. Escribe en el poema 30: “El gran secreto es que morimos muchas muertes/ y que los demás sólo conocen/ la última/ -la menos importante.”
He aquí un libro grande como el corazón del poeta que lo ha escrito; un libro hermoso como la belleza de la palabra que Rubén Castillo viene esparciendo desde hace veinte años, pero, sobre todo, un libro verdadero como el alma que alienta en sus páginas.

TÍTULO: POR UN PAÍS DESCONOCIDO

AUTOR: RUBÉN CASTILLO

EDITORIAL: BALDUQUE

 

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