LETICIA RABADÁN
Cada año 60 peñas caballistas luchan por “subir” la cuesta del castillo y “hacer” el menor
tiempo posible. El pasado 2 de mayo de 2016 lo consiguió la Peña Artesano con un tiempo
de 7 segundos y 713 milésimas haciendo el récord de la historia de la carrera de los
Caballos del Vino.
Un año de preparación para realizar 80 metros de subida en apenas 8 segundos. Difícil,
pero cada año cuatro caballistas y su caballo son capaces de lograr una de sus mayores
ilusiones, uno de sus grandes sueños y uno de sus más exigentes retos: llegar a la meta y
descubrir que han ganado.
Siete son los componentes de esta peña. Los cuatro caballistas: Pedro Carrasco, Jose de
Gea, Juan Antonio Lozano (Nenico) y Alberto Sánchez; Julián Molina como presidente; y
dos amigos y compañeros, Chavi y Chico.
Estos caballistas pero sobre todo amigos han querido contarnos algunas de sus costumbres
y sobre todo muchos de sus sentimientos.
La Peña Artesano son un gran ejemplo a seguir de compañerismo, porque como bien cuenta Pedro Carrasco, uno de los cuatro caballistas: “empezamos como una Peña de amigos aunque con el tiempo más que amigos nos hemos convertido en una auténtica familia”. Además, confiesa que son una Peña un poco supersticiosa y todos los años intentan hacer los mismos “rituales” por qué de momento les ha ido muy bien. Entre esos rituales, lo que también podríamos definirlo como “manías”, nos cuenta que suelen hacer quedadas nocturnas en el bajo del “Nenico” (otro de los caballistas) para analizar lo que van a intentar hacer este año; llevar las mismas zapatillas que el año anterior; dejar las cosas que llevan en los bolsillos a Alfonso Sánchez (un amigo que tiene en común) para que se las guarde justo antes de iniciar la carrera; rezarle el mal de ojo a una foto de los caballistas con el caballo… Acciones que define como tonterías pero que de momento siempre les han dado suerte.
“La mañana del gran día 2 es un cúmulo de sensaciones inexplicables” manifiesta Jose de
Gea. Y es que ese es su gran día. Tras el almuerzo el cual hacen juntos los caballistas
junto con unos pocos amigos, almuerzo en el cual intentan relajar los nervios, descansar un
poco y prepararse para iniciar el pasacalles que los lleva hasta el castillo: “es en este
trayecto en el que más nervios puedo llegar a sentir, ganas de llegar al castillo e iniciar la
carrera y que todo salga según lo previsto, porque son pocas las palabras que nos salen y
el mal cuerpo que provocan los nervios pero una vez llegados al momento de iniciar la
carrera volvemos a un estado de tranquilidad y concentración” confiesa Jose.
Adentrándonos más en la emoción que se siente en este festejo, Alberto Sánchez, otro de
los caballistas, transmite puramente una mágica emoción al contar que lo más bonito de
ganar es quizás la alegría de ver a una familia, a unos amigos y a los propios compañeros que corren junto a ti con la mayor sonrisa en la boca y ese brillo en los ojos que sólo en ese
momento se puede sentir, ver a una madre llorar orgullosa de su hijo después de lo que
sufre durante todo un año, esa sensación no tiene precio.