Ya en la calle el nº 1037

Se marchó Ángel Medina, el amigo de todos

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JOSÉ ANTONIO MELGARES GUERRERO/CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA

Se marchó en silencio, tras mucho tiempo sin vernos, no se si por culpa del confinamiento propiciado por el maldito virus, o por no coincidir en los mismos sitios que antes, y ahora me doy cuenta que lo voy a echar de menos, como a tantos que, por su trabajo (habitualmente en la calle), han formado parte del paisaje y la fisionomía local.

Formó parte de una saga familiar en la que ninguno de sus miembros pasó desapercibido. En aspectos bien diferentes de la actividad laboral, todos ellos destacaron con personalidad definida. Ángel marchó el último por la lógica selección natural, pero su recuerdo no será fácil de olvidar.

Su dedicación laboral le exigió “hacer la calle” (en el mejor y más cariñoso sentido de la frase), por lo que su presencia en el espacio local fue siempre activa, entre el “Bar Comunicando” y “Dulcinea”, sobre todo, donde a todas horas merodeaban los “tratantes” de antaño y los “corredores” después, al encuentro de posibles clientes, vendedores y compradores…directores de banco y oficios varios. Ello le facilitó un perfecto conocimiento del acontecer local, puntualmente, antes de llegar las emisoras de radio, televisión y prensa escrita. Todo lo sabía Ángel Medina, y con amenidad y objetividad lo cantaba a quien le demandaba información, sin caer nunca en el chismorreo ni en el comentario facilón.

En su participación en el mundo de la Fiesta, no se quedó en festero de base, dentro de las filas de sus “Abul-Khatar” del alma, sino que llegó a representar a su Bando como sultán del mismo, en tiempos en que su aspecto juvenil daba el tipo altanero y “guaperas” que exige el papel, según nuestro particular concepto de la Fiesta.

Corresponsal de prensa en el desaparecido diario “Línea”, durante años contó al mundo lo que pasaba en la ciudad, tras recoger los “trastos” que heredó del maestro Martínez Mirete.

Sin embargo, y a pesar de su polifacetismo, lo que siempre llevó dentro fue el “Mundo del Toro”. Su aspecto mismo lo delataba por fuera; y su estructura mental por dentro. Fue torero (su traje de luces decoraba un rincón de su casa, en vitrina de cristal que hacía de relicario a tan preciada pieza), y nunca dejó de relacionarse con toreros, con quienes siempre estuvo al servicio de la profesión y el arte. Su fraternal amistad, entre otros, con Victoriano Valencia (suegro de Enrique Ponce), y su hermano Pepe, avivada con aspectos profesionales relacionados con la gerencia de plazas en la Región, fue constante desde su juventud hasta el más inmediato presente.

Si “los toros” los llevaba en su ADN, los Caballos del Vino figuraban en su propio DNI. También en el festejo caravaqueño, que ha llegado a ver declarado “Patrimonio de la Humanidad” ha colaborado en primera fila y también en la retaguardia del mismo. No se si llegó a correr en la “cuesta”, pero en sus venas si que corría la sangre caballista.

Por todo lo dicho, y por muchas cosas más que cada lector actualizará en su propia memoria, hay que pensar que Ángel Medina no ha marchado el todo. Su nombre figurará con letras de oro en el virtual libro del recuerdo, y su memoria como otra de las piedras con las que los de antes y los de ahora construimos el orgullo caravaqueño.

 

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