Ya en la calle el nº 1037

¿Se educa o se enseña?

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HABLANDO DE EDUCACIÓN – 06

José Clemente Rubio García

Seguimos ruteando  por este territorio nuestro y recalamos hoy en Calasparra.

Este enclave posee una luz especial, sus espejos con los arrozales, el río Segura majestuoso, la Cueva del Puerto, el Cañón de Almadenes, el Santuario de la Esperanza…, pero sobre todo, para mí, son las grandes personas que conocí en su día, con las que mantengo una gran amistad, de la que gozamos cuando nos vemos.

Un reflejo de esto, lo encontré en la celebración del 20 aniversario de El Noroeste en el santuario de la Esperanza, donde coincidí con Antonia Martínez Llorente y Antonio Gómez López. Nos saludamos con gran afecto y pronto salió el tema de la educación, de la escuela, de tantas cosas que nos unen y no pudiendo olvidar el baile y la música tradicional. Antonia  es una persona muy entregada a revitalizar estas músicas y bailes que les legaron sus antepasados y forman parte del rico patrimonio cultural inmaterial de su pueblo pero, este tema, lo dejamos para otra ocasión, que seguro la habrá.

Les planteé el pequeño trabajo que estaba haciendo bajo el título de “Hablando de Educación” y que ellos dos podrían aportar mucho. Pronto le saqué ese “sí quiero” y quedamos emplazados para una próxima cita.

Todavía estábamos con los sabores navideños y quedamos en su casa. Un vergel de plantan nos invitan a entrar en la misma, nos sentamos y siento que soy bien acogido, como si fuera en mi propia casa.

En estos momentos, los lectores entenderán que Antonio y Antonia son matrimonio y los dos docentes. Tienen una gran experiencia, Antonia con 36 años de servicios, está en activo y su labor la realiza en el instituto Emilio Pérez Piñero de su pueblo, Calasparra, trabajando como maestra de Inglés, aunque podría ser casi de cualquier asignatura, ya que en su haber profesional tiene prácticamente todas las especialidades. Además de maestra, es Licenciada en Pedagogía. Antonio ya está jubilado, y los 38 años de experiencia, le avalan para poder hablar con rigurosidad sobre el tema que nos une: la educación. Ha trabajado como profesor de Matemáticas en el mismo Instituto. Los dos son compañeros de trabajo, compañeros de vida, compañeros de muchas aficiones que los une y me atrevería a afirmar, sin temor a equivocarme, que es gente buena.

La escuela, la educación, la enseñanza, los devenires profesionales llenan esas más de dos horas de conversación que mantuvimos.

A Antonia la conocí, quiero recordar, en el curso 1988/89 cuando estaba destinada en la Escuela Unitaria de Las Reposaderas, pedanía de Calasparra. Estábamos en aquel Colectivo de Maestros de Escuela Rural de la Región Murciana (COMER) y organizamos, entre otras actividades, aquella Exposición Escolar itinerante sobre la No Violencia y La Paz y que imitaba de alguna manera, y  salvando las diferencias, a las Misiones Pedagógicas de aquellos años de la II República, llevando la música, el baile, el cine, el teatro, los libros, la cultura en una palabra, a tantos y tantos pueblecitos de nuestra Comarca. Dicha experiencia fue llevada a dos Congresos Internacionales sobre Derechos Humanos.

Los y las docentes que han tenido la suerte de trabajar en una pequeña escuela, con criaturas de diferentes edades, impartiendo todas las asignaturas, con escaso material escolar, pero con una gran inquietud por su trabajo, auto creando una serie de recursos que nunca podrán olvidar y que les servirán para su posterior vida personal y profesional. Antonia es claro ejemplo de ello.

Antonio ya lo conocí después, siendo ya director del Instituto en Calasparra.

Siempre me ha parecido una persona que no hace ruido, pero que deja poso y tras el paso de los años y de conversaciones como la presente, me reafirmo en mi opinión.

Ha estado un total de 21 años, no consecutivos, como director. Fue el primer director de ese nuevo Instituto y prácticamente toda su vida profesional la ha desarrollado en el mismo. Empezó trabajando durante sus primeros cinco años en el Instituto de Bachillerato Mixto en Caravaca de la Cruz y que luego pasó a llamarse San Juan de la Cruz. Después pasó a Calasparra, primero como extensión y ya en el curso 1985/86 como IES  Emilio Pérez Piñero.

Antonio siempre ha entendido su trabajo como un servicio a la sociedad y le ha gustado compartirlo con todo tipo de personas, sean de la forma de pensar que fueran, pero siempre que quisieran trabajar.

En los años que estuvo como director, siempre se le consideró como una persona de mente abierta y preocupado por cualquier tema, aunque pareciera nimio y, siempre, cuando había alguna compañera o compañero que se ofreciera para ser director, le ha dejado sitio y ha tenido su total apoyo y ayuda si era necesario.

Seguimos dialogando en un ambiente muy relajado y entre otros temas, se pone encima de la mesa una cuestión esencial en el trabajo del maestro, del profesor: ¿Se educa o se enseña?

Hablamos mucho y llegamos razonadamente a entender que no se puede educar sin enseñar. El maestro, el profesor, tiene que ayudar a formar personas íntegras, generosas, democráticas, tolerantes, comprensivas…. y, sobre todo, a que sean “buenas personas”. Antonia se siente muy a gusto y feliz, cuando se encuentran con algunos de sus alumnos o alumnas y los ve felices  y les recuerdan las cosas que hicieron en el instituto y comprueba que su trabajo no cayó en saco roto.

Antonio, muy acertadamente lanza una cuestión: ¿Es que se duda que hay un paralelismo entre enseñar, aprender y educar? Uno se educa aprendiendo y con las diversas tareas se contribuye a su educación, que no es lo mismo que educarlo, ya que no solo es la materia en sí, si no que se van desarrollando otra serie de facetas como el trabajo personal y colectivo, la ayuda mutua, etc. y no es solamente en su materia si no con el resto de las otras asignaturas. No se puede separar educar y enseñar como si fueran cosas distintas, son un todo. A veces te encuentras con antiguos alumnos o alumnas, que no siempre eran relucientes en tu materia, pero cuando te saludan y te dicen que aprendieron mucho contigo, que aunque la materia no les interesaba mucho, pero que aprendieron otras muchas cosas: el respeto, el compañerismo, etc.

El educar es elevar la autoestima, el sacar lo que de positivo tiene cada uno, el descubrir las habilidades, desarrollarlas y aflorar todo lo que de valor tienen.

No es solamente el conseguir que sean buenos “matemáticos”, sino que es mucho más: el ser riguroso, reflexivo, objetivo, sincero,  honrado, investigador, la valentía de emprender un camino y que posiblemente vas a tropezar muchas veces, pero tener la fuerza de levantarte, el valorar tus errores y tantas cosas más.

La formación científica del profesorado es esencial y sin desvalorar la didáctica. La autoformación es necesaria y que debe de durar durante toda la vida profesional.

Y saco una conclusión que comparto con mis amigos Antonio y Antonia: Somos  unos privilegiados por ser docentes.

Mi deseo es que Antonia siga tan activa y comprometida con su trabajo y con la ilusión puesta, sabiendo que cada día, es una nueva aventura a compartir con sus alumnos y alumnas y que, de alguna manera, forman parte de ella misma.

Gracias amigos.

 

 

 

 

 

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