Ya en la calle el nº 1040

Rotonda y ciudad

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

FRANCISCO SANDOVAL

Hace ya unos cuantos años que empezaron a surgir en las intersecciones de ciertas vías de comunicación unas circunferencias que influyeron decisivamente en el tráfico de vehículos. Pero al conductor no es al único al que afectó, lo hizo también a quien forma parte esencial de la ciudad: el peatón.


La rotonda da una solución para conectar nuestras infraestructuras, como vías de acceso a la autovía, por ejemplo. Parece bastante lógico que estos elementos dan la fluidez necesaria a la transición que se produce entre autovía y vía urbana. Sin embargo, se ha observado que estos  elementos a veces surgen dentro del tejido urbano más de lo que debieran, se apropian de él, haciéndolo suyo y de nadie más.
Y recalco aquello de “nadie más” porque cuando se traza una rotonda en un casco urbano consolidado, donde además el peatón cada vez va cobrando más protagonismo según la forma de hacer ciudad del siglo XXI, se hipoteca el espacio público que le es propio a la ciudad.
Quiero decir, ¿quién usa la superficie circular que queda dentro de la rotonda? ¿Alguien ha visto un paso de peatones que nos permita acceder a ese espacio y disfrutar de él?
Sencillamente no, porque está prohibido cruzar por en medio de una rotonda. Un caso distinto sería la Redonda de Murcia, ya que primero surgió ella y luego lo adyacente, dada su gran escala se concibió como un gran parque y, además, son necesarios semáforos para regular el tráfico en ella, así que este es un caso que dejaremos aparte.
En los pueblos del Noroeste apenas se ha dado este problema. No obstante, leí hace unos días el extracto de las propuestas aceptadas en los llamados ‘Presupuestos Participativos’ de Bullas, y una de ellas era decorar/tematizar una rotonda. Con ello queda de manifiesto ese vacío que se produce en el espacio urbano, una superficie insulsa que a menudo se intenta camuflar insertando una improvisada y mal llamada “galería de arte”. Por su propia concepción, el espacio central de una rotonda siempre va a ser un espacio residual en la ciudad, por más actuaciones que se propongan en él.
Las pasadas navidades en una de estas pequeñas rotondas había colocado un árbol decorativo de luces, un elemento junto al que apetece echarse una foto, verlo de cerca. Pero dada su ubicación, no se hacía tangible a los viandantes. Sin embargo, el monumento al moro y al cristiano en Caravaca, al viticultor en Bullas o al tambor en Mula están en un espacio de la ciudad hecho para el ciudadano, estos monumentos colonizan la plaza y tienen buena presencia por el entorno en el que se ubican.
Me parece interesante la primera imagen que acompaña a estas líneas. Es una “rotonda peatonal” diseñada en Shangai (China), como respuesta al precario tránsito peatonal en una plaza donde se ha destinado casi todo el suelo al tráfico rodado. La segunda imagen la tenemos más cerquita. Está en Cartagena, frente a la estación de tren, donde apenas hay
espacio “pisable”.

Más allá de postularse a favor o en contra, creo que lo interesante es reflexionar acerca del impacto que estos elementos tienen en el trazado urbano, y así poder valorar ese espacio no edificado de la ciudad, que nuestros antepasados disfrutaron sin condicionantes morfológicos.

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