Ya en la calle el nº 1037

Recordando las palabras de Juani de la Biblioteca

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ANTONIO F. JIMÉNEZ

Un crítico literario escribió qRecordando las palabras de Juani de la Bibliotecaue las novelas son una propuesta de realidad a la que los lectores conceden todo su silencio durante horas. Ella, Juana Teresa Martínez Guirado, a la que todos conocemos mejor como Juani o Juana de la Biblioteca (según la generación que la nombre), ha concedido a los lectores de Bullas toda su profesionalidad, toda su realidad de buena persona, ayudando con susurro y paciencia angelical. Le hicieron un homenaje por toda su carrera el pasado 23 de abril, Día del Libro, y ahora recordamos aquellas palabras que nos regaló hace casi tres años en una entrevista para El Noroeste.
Entró en la Biblioteca de Bullas ocupando el lugar de su hermano, que tuvo que marcharse a la mili. Ella quería ser maestra. «Pero la biblioteca me ha dado la oportunidad de estar cerca de niños y jóvenes que vienen a hacer sus trabajos y yo estoy con ellos ayudándoles en lo que sea». Lo decía mirando al periodista por encima de las gafas y continuando con cosas del estilo: «La biblioteca es donde el pueblo se culturiza y algunos políticos, que han evolucionado de mediocres a malos, se piensan que es un almacén».
Como un caso parecido al de Jordi Hurtado en Saber y Ganar, el periodista que entrevistó a Juani en aquel verano de 2012 no tardó en preguntarle qué opinión le merecía aquello que se comentaba en el pueblo de que se la conocía como la mujer eterna. Pero ella reía y no contestaba. Delicadamente se apoyaba en el sofá de una saleta que el periodista hubiera imaginado excesivamente llena de libros por todos lados. Pero solo había una pequeña estantería donde estaban las fotos de sus familiares delante de los libros. El periodista, releyendo aquella entrevista, rememora el poso de humanidad que le dejaron las palabras y las anécdotas que le contaba Juani: «La biblioteca me ha enriquecido mucho personalmente porque los lectores, aparte de coger su libro y llevárselo, tienen confianza conmigo y me cuentan sus cosas o me hacen esa pregunta que tanto me emociona: ‘¿te acuerdas, Juani, cuando era pequeña y ya estabas aquí?’. Por eso me he reído cuando decías que si era eterna».
«¡Pero volvamos a la cultura!», repetía ella como un leit motiv narrativo durante la entrevista. «Yo tengo la satisfacción de haber aportado un granito de arena para que el pueblo se haga más culto; porque la cultura lleva al hombre a ser libre». Habló preocupada de una generación perdida a la que le han enseñado solamente «a lo fácil, al dinero y no al trabajo». Luego de cabrearse mansamente, bajaba la voz y, como si estuviera hablando al periodista en una de las mesas de la Biblioteca, susurraba un leve improperio hacia algún gerifalte de gris marengo y enseguida daba un trago a su vasito que tenía junto a ella. Entre dos paréntesis de silencio enmarcó aquel «si tienes cultura, no te maneja nadie», que se convirtió en el titular de una entrevista que fue un primer homenaje.

Era agosto de 2012 en la Calle Los Fieles. Los dinteles de las puertas le hacían cosquillas al pelo del periodista, que tampoco es muy alto. Apareció la hermana de Juani de repente en el pasillo y el periodista preguntó si la casa estaba hecha a medida. Juani le dio un puñetazo sin fuerza, más bien como una caricia contenida, en el hombro del periodista. «En esta casa es que hemos salido todos recortaicos», dijo su hermana. El periodista, tanto antaño como hogaño, sigue pensando que las casas humildes y pequeñas albergan grandes y eternos tesoros. » La Juani de la Biblioteca, bajita, grande, eterna».

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