TODO ES NADA
Jose Manuel Kopero
He vuelto a la tierra que me vio nacer, crecer y marcharme: La Copa de Bullas, pedanía y patria querida. Mi intención no es otra que seguir repasando en bucle el temario de ciertas oposiciones a las que me presento por segunda vez. El caso es que, mientras espero conseguir mi plaza de funcionario, he decidido apuntarme al paro y buscar algún empleo a tiempo parcial.
«¿Qué sabes hacer?», me pregunta la señora de la oficina del SEF. Respondo que nada y, acto seguido, dándome cuenta de mi error, corrijo: leer, escribir a mi manera, cantar como Britney (es decir, desafinando), sacar a flote la hipocresía humana… Resopla y me pide que le lleve algún título de estudios que haya cursado, que de palabreros no hay ofertas, que en Bullas solo se puede servir tapas o coger melocotones. Le doy las gracias y abandono la oficina. Después, voy a por mi bici y regreso a casa, para seguir con los procesos penales.
Y aquí estoy, con los apuntes en la mano, observando a los que entran a la Universidad motivados, los que salen de ella con los sueños rotos, los que consiguen que les enchufen en este u otro bar de Bullas y los pocos que, tras acabar sus estudios, consiguen que les contraten (de prácticas) en alguna empresa. ¿Y dónde estoy yo? En casa, sin coche, trabajo, piscina ni grupo de pertenencia, pero con un teclado que me permite desahogarme. ¡Ah! Y con conexión a internet. Es muy lenta y no merece la pena por lo que está pagando mi madre, pero me permite enviar este y otros textos al periódico cada quince días para que lleguen a vosotros. ¿Por qué titulo mi columna Todo es nada? Además de porque es un nombre corto, porque es precisamente de lo que os quiero hablar: de todo, que, como yo le decía a los profesores cuando me pedían que lo estudiara todo, es nada. Me han dado voz y soy de los que difícilmente se callan.