Ya en la calle el nº 1040

¡Qué bonitas son las noches del mes de abril!

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

María Celdrán

Benditas y bonitas noches de abril. Noches que se alargan hasta las madrugadas… y en Caravaca, decenas de bajos, refugios, talleres,… permanecen con las luces encendidas. En sus interiores se tejen ilusiones, se organizan sueños y se culminan proyectos que venían esperando dos años.

Hombres y mujeres, festeros, caballistas y peñistas, aportan sus granos de arena de cualquier forma que les sea posible.

Peña Júpiter
Peña Júpiter

Noches de hilo y aguja, donde unas manos delicadas pero curtidas en mil costuras, rematan esa cenefa donde van bordadas las esperanzas de jóvenes y mayores. Noches en las que se materializan las ideas más bonitas y se convierten en los montajes de fantasía que enjaezarán a los corceles en la mágica mañana del 2 de mayo. Reuniones donde se le dan forma a las ilusiones, cuya esencia es inconfundible: engrudo, cola, silicona,… y hasta incluso el aroma a café.

Noches sin sueño, pero con muchos sueños comunes en las mentes de los que comparten esos maravillosos ratos. Noches de reencuentros con amigos que trabajan hacia una misma dirección. Las mayores preocupaciones de los que gestionan desinteresadamente cada una de l peñas, es que sus componentes (para muchos son ya familia) sean felices y que no les falte de nada. Cuadran números en sus archivos de Excel para que todo encaje a la perfección y van ideando nuevas formas de engrandecer sus “familias festeras”. Dedican  a la gestión prácticamente las mismas horas que tienen sus jornadas laborales, “pillándoles” el alba junto a las cuentas.

Noches en las que los Caballistas, que ansían encaramar la cuesta de la esperanza, saben que se “les ha metido el caballo debajo de la cama”, lo cual produce un insomnio crónico, que llenan con numerosos pensamientos relativos a lo que está a punto de suceder: Esa salida que se ha ensayado mil veces en la Cuesta de Entrenamiento, la forma de encarar al caballo, el paso por la Calle Mayor, el momento de la llegada al Museo de la Soledad, la posibilidad de llegar arriba los cuatro… Se podrían escribir libros de lo que se les pasa por la cabeza en estas dichosas noches de abril. Deseosos por estar junto al caballo, como bien reflejan estos versos del autor Gregorio Piñero;

“¡He de verte, caballo! ¡He de verte!

He de sentir el trote

Que amo tanto

Y el galope en carrera

De tu suerte…” 

Al caravaqueño que está lejos, también le invade ese sentimiento de nostalgia estas noches. También sueñan con esas juntas de amigos que mueven cielo y tierra para que todo salga bien. Sienten añoranza por lo que vivieron y por cosas de la vida, no podrán hacerlo este año. Sueñan esperanzados con volver a Caravaca De la Cruz en esos inigualables primeros días del mes de las flores…

¡Qué bonitas son las ilusionantes noches de abril!

El anhelo de volver a revivir nuestras queridas fiestas después de una pandemia es inconmensurable. Todos tenemos ganas de volver al terreno y este año también es especial porque será la primera vez que se celebre el festejo de los Caballos del Vino siendo Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Y para terminar, desde estas líneas quiero dar las gracias a la Peña Júpiter por hacer que la ilusión se haya mantenido durante estos dos años, contagiando a todos los componentes, su embriagador e infinito espíritu caballista.

Que tengáis todos unas muy felices fiestas en honor a nuestra patrona, la Santísima y Vera Cruz de Caravaca.

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