ANA ANDÚJAR/http://daregirl.wordpress.com
Kiko Amat (Barcelona, 1971) definitivamente se ha ganado el derecho a escribir lo que le venga en gana. Pinchadiscos por devoción y viejo conocido de fanzines y posteriormente blogs musicales o revistas como Rockdeluxe y medios como la Va
nguardia, su paso hacia la novela era un camino natural que no todos han entendido.
Después de dejar los estudios con 17 años y vivir un lustro en Londres en una de las épocas más horteras y genialmente renovadoras para el arte, la influencia del soul, el rock y el garage le educó mucho más que unos simples cuadernillos Rubio. Polémico en sus aseveraciones (“La Escuela Moderna”, su bitácora, es un hervidero ante cada una de sus nuevos escritos) y apasionado hasta la úlcera de la música y cultura skin y punk, en sus novelas volcó todo ese amor a una juventud infinita, como cantan los Novedades Carminha.
En su debut literario, “El día que me vaya no se lo diré a nadie” (2003) Amat nos narraba una historia de amor y decepción que años antes de la crisis, ya olía a fracaso de una generación. Breve y rápida como una bala, fue una de sus mejores incursiones en la novela y la semilla de lo que serían sus obras posteriores, igualmente difícil de superar. En “Cosas que hacen BUM” (2007) regresa a su pasión por las pandillas, la corriente anarquista casi como estética y la necesidad de sentirse parte de un grupo, sobre todo si es para tomarse la justicia por su cuenta. “Rompepistas” (2009) sigue la pista de las cuadrillas en el extrarradio barcelonés, y con “Mil violines”(2011) se da un respiro con la ficción para darse el capricho de contarnos, de forma tan hilarante como fanática, alguna de sus canciones preferidas.
Con “Eres el mejor, Cienfuegos” (2013) Amat vuelva a la ficción con su mejor arma: la construcción de un protagonista perdedor y patético que no acepta que su relación ha terminado, entre la fascinación hacia la mujer amada que ya no volverá (porque no hay quien lo aguante) y una crisis de los 40 tan adolescentemente insoportable como jodidamente divertida. Todo un personaje, Cienfuegos, que además se ve involucrado en un ambiente de lo más caldeado con la explosión del 15M. Si bien es cierto que parece más del mismo Amat pero con algo menos de pop, no se le puede reprochar que no siga siendo fiel a su estilo sobre el papel: esquiva la pretensión por el divertimento y el suspense por un cuento honesto y casi típico retrato del cuarentón de siglo XXI español: tan perdido en la vorágine de modernidad que se le impone, en la cabeza, la cartera y el corazón, que no tiene más remedio que pedir ayuda a los comediantes más infames, pues resultan ser los más honorables.
