Ya en la calle el nº 1040

Poemas de amor

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Rubén Castillo Gallego/www.rubencastillo.blogspot.com
José Cantabella (Murcia, 1963) es cuentista y poeta de impresionante ritmo metódico: cada dos años entrega a sus lectores un nuevoPoemas de amor volumen con su producción. En 2003 arrancó con las historias de Amores que matan; en 2005 continuó con Historias de Chacón; en 2007 redondeó su producción cuentística con Llegarás a Recuerdo; en 2009 se acercó hasta los terrenos de la poesía con su Afán de certidumbre; y en 2011 siguió esa interesante línea lírica con Los sueños cotidianos. Ahora, con una leve corrección de meses, descubrimos en las mesas de novedades de las librerías un nuevo libro de versos que lleva el título de Poemas de amor y que se edita bajo el sello Azarbe.
En estas páginas se vuelve a confirmar que José Cantabella es capaz de describir, con palabras sencillas y con un vuelo rítmico muy leve, algunos de los estadios fundamentales del amor: desde la tristeza hasta el placer, desde la posesión hasta el abandono, desde las paradojas verbales hasta lo inefable. Así, el poema con el que arranca el tomo es toda una declaración de principios, pues sirve como delicioso arranque no sólo textual sino también amoroso («Voy a grabar tu nombre con mis ojos / en el pétalo fresco de una rosa; / luego, voy a lanzarlo / con todas mis fuerzas, decidido, / para que la suave brisa / lo lleve hasta tu corazón»). Pero es que ese amor adquiere pronto matices donde flota lo autorreferencial: en uno de los poemas, el escritor murciano alude a uno de sus personajes literarios favoritos, el Horacio Oliveira que inventó Julio Cortázar para su novela máxima (p.15); en otro, incluirá una alusión a Recuerdo, ese ámbito geográfico o sentimental que José Cantabella inventara unos años antes para su libro de relatos Llegarás a Recuerdo. Descubrimos de esa manera que el autor está ahí, implicado en el texto, mezclado en él, tejido entre sus líneas de un modo inextricable, lo que convierte el poemario en un documento de gran valor no sólo lírico sino también psicológico, porque nos permite intuir algunas de las pulsiones que mueven e interesan al autor.
Igualmente notable se antoja la reflexión que observamos en el poema “Ocho”, donde el escritor se interroga sobre los perfiles innombrables del placer. El sexo produce éxtasis, el orgasmo se manifiesta en forma de uñas horadando una espalda y trazándole caminos de pasión. Pero una vez sereno se detiene a la hora de conceptualizar el instante: «¿Feliz? / no es ese el adjetivo, / tal vez no haya ninguno». Y es que, en efecto, como bien intuyó Jorge Guillén, el lenguaje del amor se topa siempre con la condición inefable de su tema.
Y si los lectores buscan un poema donde se reflexione sobre el amor, la fugacidad y la paradoja que conlleva siempre el juego desear-obtener-olvidar, les recomiendo que se acerquen hasta la memorable página 35 y descubran el modo bellísimo en que lo consigna en el poema “Tan fugaz como el amor”.
Valiéndose de versos cortos y largos, de polimetrías juguetonas y hasta de composiciones donde verso y prosa son convocados en una técnica mixta (un ejemplo se puede observar en “Algunas palabras”), José Cantabella ofrece en este libro un muestrario amoroso al que merece la pena acercarse, porque nos entrega delicias en cada página.

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