ANA ANDÚJAR/http://daregirl.wordpress.com
Después del telodije, losabía, estabaclaro y otras videncias a posteriori, el pueblo llama a la reflexión y la autocrítica. No nos referimos a las elecciones europeas ni el cambio climático: al Mundial de Brasil. Periodistas (se dicen) reclaman un cambio de ciclo, parroquianos de barra de aluminio que rueden cabezas, como dicen del robespierre de Pablo Iglesias, plañideras del Marca, de luto indefinido. Pero ese no es el camino. Nada de pensar y repensar en los errores del pasado: el fútbol es un juego, y gana el mejor. Otros vendrán, y nos olvidaremos de todo: seguiremos gastando el mismo dinero que no tenemos en entradas, los jugadores mantendrán sus obscenos sueldos, y los noventa minutos darán luz a algunas oscuras vidas, haciéndonos olvidar que una vez lo hicimos mal.
Pero aprovechando este paréntesis de meditación en el que (escasa vez) se cuestiona el saber hacer del deporte rey, no podemos sino meter otro dedo más en la llaga: un mal que asola al fútbol es el propio fútbol. En 2015 se celebrará el Mundial femenino en Canadá, y España ya es primera de grupo invicta tras golear 0-5 a Estonia, sumando un total de siete victorias y un empate. Si gana en septiembre los dos encuentros que quedan, las de Quereda harán historia y por primera vez España estará en el máximo campeonato. Un hito, pero incluso así dudamos que las chicas levanten tantas pasiones, consigan que las cadenas les cedan el prime time, que Mediaset haga relojes y demás merchandising chusco con sus caras y que los padres animen a sus hijos a considerarlas modelos a seguir tengan donde tengan su paraíso fiscal.
Y es que al buscar “mujeres futbolistas” en google los primeros resultados son “más sexies”, “más lindas” o “más calientes”. También se cambia sin pedirlo el orden de los factores con mismo producto: “mujeres DE futbolistas”. Lo que no dice el motor de búsqueda es que las mujeres futbolistas en España son mileuristas, que juegan los domingos por la mañana sin despertar el menor interés después de interminables viajes en autobús, que lo sacrifican todo sabiendo que no llegarán a profesionales. La capitana de la selección, Veronica Boquete, se quejaba hace poco a la prensa sobre la necesidad de emigrar del país para lograr un sueldo, y lo más importante, un reconocimiento justo. De cómo en países como Suecia (donde juega actualmente) o EEUU el fútbol es un deporte genuinamente femenino, y los ídolos son jugadoras reales, no messis ni cr7s. No se pueden echar más pelotas ante una sociedad que te ignora.
Quizás no es cuestión de género, sino de bruta idiosincrasia de este país en el que vivimos: si la selección femenina arrasara en el Mundial de 2015, probablemente se desatará la locura por estas chicas y viviremos el boom del fútbol femenino, porque si hay algo a lo que nos apuntamos enseguida es a la victoria, aunque no hayamos hecho nada para merecerla. Aún así, cruzamos los dedos para que así sea, porque el fútbol es absurdo como el corazón, y eso no lo podemos cambiar, ni mujeres, ni hombres.