Ya en la calle el nº 1040

Películas para una cuarentena: El silencio del pantano

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

DAVID LÓPEZ MARTÍNEZ

No, de momento no salgo de Netflix con las recomendaciones semanales. Para que luego digan muchos que solamente hay relleno, que después de dos horas buscando qué ver, se tienen que salir sin nada en la mochila. Mira, no es del todo mentira, pues cuesta, según qué veces, encontrar algo que realmente llame la atención (que guste ya es otra cosa muy diferente). Con calma, detenimiento y unos gustos definidos, igual es mayor la fortuna a la hora de emprender la búsqueda de proyectos interesantes, que te lleven a quedarte finalmente en esta plataforma que tanto está abarcando e instalándose en millones de casas y dispositivos.

Para esta semana, me centro en una producción española del pasado año, El silencio del pantano del director asturiano Marc Vigil. Ópera prima de éste, pues hasta ahora solamente había trabajado en series: Vis a Vis, Vivir sin permiso, El ministerio del tiempo…, con la que demuestra un conocimiento total y absoluto de las reglas del largometraje, ofreciendo al espectador un thriller policiaco con tintes negros, realmente disfrutable y muy destacable en muchos minutos de su metraje.

La película comienza describiendo la fauna y flora de Valencia, concretamente de todo lo que se ha quedado oculto bajo el agua (La Albufera) de una de la ciudades más corruptas de este país. En este subsuelo, no anegado en su totalidad, se esconde, dejándose ver aún, los peligros del poder. Dicha amenaza florece con apenas rascar un poquito y es cuando Vigil saca la artillería pesada para ofrecernos una película realmente impactante. El silencio del pantano cuenta la historia sobre un escritor y sus relatos, que pasan de la ficción a una cruda realidad sin hacer puntos y apartes o cambios de renglón. Con guión de Sara Artuña y Carlos de Pando, basándose en la novela de Juanjo Braulio, Vigil, hábilmente, dirige con mucha clase un film que engancha, gusta bastante y además regala secuencias de violencia bien ricas. Sabe crear tensión y mantenerla (buena culpa la tiene la música empleada y su sonido), pero también consigue apaciguar la sangre que arde. Logra el interés del espectador y lo tiene pendiente de la mínima.

Este trabajo nos muestra a dos actores, personalmente para mí, Alonso (Q en la película) y Fresneda (Falconetti en la película), en plan masterclass, siendo junto a la dirección, lo mejor de esta producción. Pero no todo es bueno aquí, ya que su guión tiene agujeritos por los que se pierde una historia de ira y corrupción que apuntaba a grandes cosas. Situaciones que se desdibujan por un desenlace sin sentido, rápido o fácil, son la culpa de ello. Básicamente, en su recta final. Pero para nada hay que desmerecer todo lo bueno por sus deficiencias, pues, repito nuevamente, Vigil demuestra un control de la cámara y las sensaciones que crea con ella, sencillamente maravilloso.

 

 

 

 

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