Ya en la calle el nº 1040

Pedro García-Esteller, siempre en el recuerdo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

ORENCIO CAPARRÓS BRAVO

Hace unos días Isabel Giménez “colgó” en facebook unas fotografías de Pedro García-Esteller de 1979. Hubo algún ciento de “me gusta”, pero lo más interesante no fue esto, sino los tropecientos comentarios que se hicieron, y que venían a coincidir en en su bondad, su profesionalidad como profesor, su sentido del humor, su vitalismo, su capacidad para escuchar a los demás, su sentido democrático, su valoración de la amistad…

Creo que se le hacía justicia, el problema es que en las redes sociales los mensajes son, necesariamente, escuetos y no definen la realidad que se quiere expresar. Creo que, después de casi cuarenta años de esas imágenes de un Pedro jovencísimo y jovial, ha llegado el momento de hacer una valoración de su auténtico papel en aquellos años. Cuando ganó dos elecciones consecutivas, posiblemente no se entendió hasta qué punto lo que estaba pidiendo nuestro pueblo era una reconciliación con el pasado y con el futuro. Pedro fue el hombre adecuado, en el momento preciso, para conseguir ese acercamiento entre todos. No era cuestión de reivindicar un pasado errático en muchos aspectos, pero tampoco lo era de de volver a viejas polémicas insensatas. No sólo lo entendió Pedro, lo vieron así los líderes de las formaciones políticas de un signo y de otro, y los votantes de unos y otros, que con su voto eligieron a aquella UCD que, con Pedro al frente, suponía un periodo de reconciliación evidente. Esta fue su gran aportación a la política y a la pacífica convivencia de nuestro pueblo.

Después, bueno, después Pedro pasó a su casi anonimato de clases de ocho a dos; digo casi porque el oficio de profesor no es del todo anónimo, los alumnos, como parte de la sociedad que son, valoran a cada cual según sus méritos, y los de Pedro eran muchos. Años más tarde, estando yo como Teniente del Hermano Mayor en la Cofradía de la Vera Cruz, Pedro fue nombrado presidente de la Fundación de la Vera Cruz. Con motivo de ese nombramiento, se convirtió en compañero del IES San Juan de la Cruz, compañero en la Cofradía y compañero de la recién creada Compañía de los Armaos. Hizo “gamberradas” en cada una de las “compañías” que compartí con él, pero, a parte de su humor, a veces grueso, me quedé con una hermosa experiencia que tuvimos con el obispo del Alto de Bolivia Don Jesús Juárez; fuimos a ver al Obispo a una población de los alrededores de Murcia, no recuerdo qué pueblo era, apareció en una camilla porque había sufrido un accidente y le estaban dando rehabilitación en las piernas, muy afectadas por el accidente. Le explicamos que queríamos ayudar, desde la Fundación, a las necesidades del Alto de Bolivia para seguir llevando a la América Hispana el nombre de la Cruz de Caravaca. Don. Jesús Juárez se nos quedó mirando y nos dijo que acababa de encontrar la explicación a su accidente; según él no era otra que ponernos en contacto. La entonces Fundación de la Vera Cruz, no sé si a día de hoy existe, levantó en Bolivia unas estructuras que sirven para el servicio de la comunidad y que llevan el nombre de la Vera Cruz de Caravaca. Esto fue después.

Cuando volvíamos del viaje Pedro dijo: “pensábamos que íbamos a darle una alegría y una lección al Obispo, y nos la ha dado él a nosotros”. Qué fino estuvo Pedro al reconocer la grandeza del Obispo justificando su propio accidente en base a nuestra modesta aportación. Qué lección de fe más hermosa para todos, y en concreto para algunos como yo, que nos acostamos y levantamos con dudas permanentes. P

Pero con Pedro las cosas no eran siempre tan metafísicas. Recuerdo un día, en el IES San Juan, en el que llegó un individuo a realizar no sé qué papeleo, yo pasaba por el pasillo de la planta baja cuando oí una potente voz que repitió en dos o tres ocasiones “Qué peste a chorizo”, “Cómo se huele a chorizo”. Acudí, pensando que podía haber algún problema de disciplina o vete a saber de qué; pero no, quien así se expresaba era Pedro García-Esteller, que no había perdonado a aquel hombre que ganó, creo que injustamente, un contencioso contra el Ayuntamiento de Caravaca siendo Pedro Alcalde, y Pedro no olvidó el daño económico que produjo en las arcas municipales. Días después, me dijo, “llegado a mi edad, no pienso callarme ni una”. Lástima que no le quedó tiempo ni siquiera para lo que más deseaba, “Orencio, quiero ver crecer a mis nietos”. Yo entonces decidí que tampoco me iba a callar ni una. Gracias Pedro por el ejemplo, en ello estoy mientras tenga tiempo, te lo prometo. Pedro, para mí, es ese hermano mayor que nos hubiera gustado tener a muchos de sus alumnos y amigos, pero que nos conformamos con haberlo tenido como amigo, compañero o profesor, que no es poco.

Cuando he visto los comentarios en Facebook me he acordado de muchas anécdotas, pero un breve artículo no da para más. Pedro García-Esteller Guerrero debe ser recordado como un hombre de bien y valiente, e invito a sus muchos amigos a que cuenten alguna anécdota de él como yo he hecho aquí. L

as personas grandes, y Caravaca las tiene y las ha tenido, merecen ser recordadas. Cuántas veces he pensado, en estos últimos tres años, lo que nos hubiéramos evitado, en tensiones y ofensas gratuitas, de haber seguido vivos personas como él o como Gregorio Sánchez Romero, del que hablaré en otra ocasión; y que seguro que hubieran puesto prudencia y mesura ante tanto atropello y calumnia. Porque no hay otra forma de amar a la tierra que promoviendo el respeto y la concordia; ellos amaban a este pueblo, y este pueblo les devuelve ese cariño, seguramente no lo suficiente, pero lo hace.

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