Pascual García ([email protected])
Este sí que es un número redondo e importante, cuando algo cumple un milenio es que la aventura ha valido la pena, sin duda, y la cosa va en serio desde hace mucho tiempo. Estos son los números del periódico El Noroeste que estamos festejando por estos días, y yo creo que algo así nos permite estar muy de enhorabuena, satisfechos de que la aventura incierta, arriesgada y peregrina de un semanario se haya llevado a cabo sin demasiados contratiempos, salvo el del trabajo semanal, en mi caso, de buscar un tema para escribir medio millar de palabras con cierto sentido y con algo de gracia, al menos la que me corresponde humildemente, aunque siempre con la gratitud del que le cuesta mucho vivir sin escribir, llegar a la cama por la noche sin haber consignado en el papel una idea, una emoción o un pensamiento pero un hecho como este tiene muchos más protagonistas porque es un acontecimiento colectivo y afecta a un equipo entero que coordina un director, paga un empresario y alude a todo un pueblo o a una tierra, que, como en este caso, posee su propia raigambre y su personalidad definida, porque el noroeste murciano es una combinación de diferentes caracteres, un revoltijo del ángel andaluz, de la severidad castellana y de la luz levantina, una tierra de nadie y un espacio de todos, y en ese ámbito es muy complicado disponer de una cierta estabilidad, una definición segura, así que ensalcemos la frontera como un lugar de encuentro, la mezcla y la confusión como una fórmula adecuada para generar individuos perfectos, porque hace muchos años que no presume nadie de una raza pura, la civilización ha escarmentado y no queremos que vuelva a producirse ninguna otra hecatombe.
Vengo rescribiendo durante más de diez años en este pequeño rincón del periodismo en lengua española y me siento muy orgulloso de que desde esta atalaya puedan leerme mis compatriotas de Moratalla, mis amigos de toda la comarca y algunos otros más que de vez en cuando me dedican unas palabras de elogio en las redes. Y este, y no otro, es el misterio del periodismo y de la literatura, el proceso de sacar a la luz con palabras lo que uno viene rumiando durante algunos días: la inolvidable puesta de sol de un invierno en Moratalla, los recuerdos de infancia enredados en las calles laberínticas de un pueblo elemental y hermoso a un tiempo, los años que perdimos, que se fueron muy lejos y por eso los hemos llamado los años fugitivos, pues además no regresarán nunca, la celebración periódica de las fiestas, que es siempre la celebración de la vida, el canto íntimo de nuestra nostalgia, y con esto también la mirada crítica y dolorida en los asuntos locales, es decir, lo que Platón llamaba la res publica, aunque al poder le pese, pues al poder le pesa siempre todo lo que no sean elogios, parabienes y panegíricos.
Celebramos que una humilde publicación comarcal haya cumplido mil números y asumimos con ello que ya no es una publicación tan humilde.
Así que presumimos de periódico, nos vestimos de fiesta y estamos de enhorabuena.