Ya en la calle el nº 1036

Padres e hijos

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
Pocket
WhatsApp

Pascual García ([email protected])

De repente estoy muy contento porque en los últimos meses, o tal vez años incluso, he hecho un descubrimiento fabuloso. Parto de la premisa un tanto pesimista de que las distintas generaciones familiares son difícilmente reconciliables. Es verdad que los abuelos y los nietos suelen llevarse muy bien a menudo, quizás porque los primeros ya no se ocupan de la educación de los segundos, sino tan solo de su solaz y de su mimo; en cambio padres e hijos han sido llamados a no entenderse nunca, salvo en muy raras excepciones. Uno acata y acepta la autoridad paterna, sobre todo si ha nacido en unos años muy concretos, pero rara vez se halla a gusto y relajado con su progenitor, que no pierde ocasión en censurarle, o influir de algún modo en tu comportamiento y en tu vida. Los que nacimos con un espíritu libre e independiente no hemos parado desde críos de desprendernos de la sombra de nuestros mayores, y esto mismo ha dificultado el trato con ellos. Habitualmente las cosas las hacíamos por una necesidad casi ciega que la educación nos había trasmitido, y apenas nos paramos nunca a charlar con ellos de algún asunto de interés humano, ni ocupamos el tiempo que nos sobraba en conversar con nuestros padres. Las madres eran otra cosa, en cambio.

Y digo todo esto porque vengo observando que mi hijo aprovecha los trayectos que invierte en ir a la universidad o a otros lugares para llamarme por teléfono y departir conmigo unos minutos, así, de un modo natural, improvisado e instintivo, mientras va matando el tiempo ya muerto de sus paseos por Madrid. Me cuenta sobre las asignaturas, los exámenes y, sobre todo, sobre sus últimos proyectos musicales, sobre las grabaciones que va publicando son su grupo  en spotify; por mi parte intento sonsacarle acerca de sus horas de estudio, sus amigos y el nombre de la última novia. Por supuesto que no siempre contesta a mis requerimientos, y, sin embargo, sigue llamándome en esos momentos en los que está solo y necesita hablar con alguien.

Las primeras veces no me extrañó; me dije que mi hijo en Madrid se acordaba de vez en cuando de su padre y me telefoneaba, pero después me di cuenta de que un hijo de veinte años llama a su padre casi siempre por interés material o, como en mi caso, por una mera costumbre, por cortesía, para que no diga que no me acuerdo de él o por otras muchas causas insignificantes, pero por gusto, por ganas de compartir sus últimos afanes, por hablar con alguien cercano o por contarle la última anécdota divertida o interesante,    casi nunca, al menos a mí me pasó pocas veces, porque la comunicación con mi padre, como solía pasar con los de mi generación, no fue muy fluida que digamos.

Cuando caí en esta certeza, me sorprendí primero, me alegré más tarde y me felicité por último por haber logrado que la relación con mi hijo fluyera tan naturalmente como para que él me llamara con la misma confianza, o parecida,  con la que podía llamar a un amigo. Con mi hija me está ocurriendo algo semejante, pero en los terrenos de cercanía, porque ella está en Murcia y come conmigo con frecuencia. Hablamos, gozamos de la pitanza y terminamos refiriéndonos a algún cotilleo de la tele, a alguno de esos programas de entretenimiento vacuo, que, no obstante, nos permiten reír, conjeturar, ironizar y compartir un territorio común de padre e hija.

Estoy muy contento con estos últimos hallazgos que me aproximan a mis vástagos y me sitúan casi en un nivel de igualdad.

Quererlos ha sido y es muy fácil; admirarlos no me ha costado esfuerzo porque casi todo lo han hecho ellos, y ahora me sorprendo con la revelación emocionada de que también mis hijos me quieren mucho.

 

 

 

¡Suscríbete!

Recibe cada viernes las noticias más destacadas de la semana

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
Pocket
WhatsApp

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.