Ya en la calle el nº 1040

Noticia del venerable fray Pedro Cubero, que murió en la villa de Caravaca el día de San José de 1612

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Francisco Fernández García
Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz

Leyendo el tomo primero de la “Crónica de la Santa Provincia de Cartagena de la regular observancia de N.S.P. San Francisco”, escrita por el P. Fray Pablo Manuel Ortega el año 1740, me topé con la biografía de un sorprendente personaje que vivió y murió en Caravaca durante los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII.

Francisco Fernández García
Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz

Leyendo el tomo primero de la “Crónica de la Santa Provincia de Cartagena de la regular observancia de N.S.P. San Francisco”, escrita por el P. Fray Pablo Manuel Ortega el año 1740, me topé con la biografía de un sorprendente personaje que vivió y murió en Caravaca durante los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII.
Noticia del venerable fray Pedro Cubero, que murió en la villa de Caravaca el día de San José de 1612El protagonista de nuestra historia fue un religioso lego franciscano conocido por sus virtudes, bondad y generosidad, que llegó a alcanzar cierta fama y notoriedad, contando asimismo con el reconocimiento y gratitud de sus vecinos, que no dudaron en achacarle ciertos prodigios, dos de los cuales fueron investigados por la justicia. Se trata de supuestos milagros, lo que no tiene ningún sustento racional, pero que no fue inconveniente para que en su época se considerasen así y que, convenientemente exagerados y adornados, pasaran al conocimiento popular. En cualquier caso, la información protocolaria suscitada por los aludidos sucesos hacen pensar que tuvieron un fundamento real; no obstante, al ser la referida crónica mi única fuente de información, seguiré lo narrado por el cronista franciscano, quien menciona haber encontrado noticia de este personaje en dos memoriales redactados por sendos religiosos, supongo que también franciscanos, entre los cuales debía ser más conocida su historia.
Fray Pedro Cubero, que así era su nombre, nació en Villacarrillo (Jaén), ingresando como lego en la orden franciscana en la ciudad granadina de Baza, a donde sus padres habían mudado la residencia familiar algunos años antes, desconociéndose la fecha de ambos sucesos. En 1584 fue trasladado a Caravaca, donde residió hasta su fallecimiento un cuarto de siglo más tarde, ejerciendo muchos años como portero del convento. Fue uno de los religiosos que se encontraron presentes en la fundación de la capilla que el licenciado Monreal Chacón edificó en este monasterio.
Uno de los citados memoriales, el compuesto por el Muy Reverendo Padre Navarro, ofrece una detallada descripción de fray Pedro, en la que destaca su carácter jovial y revela su extraordinaria facultad para levitar: “en la obediencia, en la humildad, en la pobreza, y en las mortificaciones penales, fue un asonbro, pero en la vida del espiritu, mucho más aventajado: pues eran muy frecuentes los éxtasis, y arrobos, que tenia, aviendole visto, repetidas veces, elevado y distante, muchas varas de la tierra. Era tan solida, firme, y verdadera su virtud, que no escusaba el unir con ella vn muy alegre, y festivo natural: de tan fuerte, que solia, con mucha modestia, y compostura religiosa, decir algunas gracias, con mucho gusto, y al mismo tiempo, edificación”. No quedaban aquí sus prodigios, sino que también, según el referido Padre Navarro, mantuvo frecuentes confrontaciones con el diablo: “Fueron muchas las batallas que tuvo con el demonio, que rabioso de envidia, le procuraba impedir sus ejercicios santos: siendo el principal palenque, o palestra, de estos combates, la escalera principal del Convento”.
El primero de los sucesos que fueron investigados tuvo lugar el 4 de abril de 1608, “Viernes de Paresceve, que el vulgo llama Viernes Santo”: Ese día nuestro protagonista salió por la mañana a recoger limosnas por la villa, llegando “entre las once y las doce” al Cabezuelo de la Cruz. Un vecino le ofreció entrar a su casa para descansar y refrescarse y le dio media hogaza de pan, pero cuando quiso servirle un vaso un vino, fray Pedro lo rechazó alegando el ayuno que practicaba. Continuó haciéndolo con gran insistencia hasta que finalmente terminó aceptando. Entonces apareció otro vecino, de nombre Diego López Torrecilla y Albarracín, que le ofreció su vino, que era de mayor calidad: “ya que se hace la caridad, al P. Fr. Pedro , ha de ser de esto, que yo traygo, en esta calabaza; porque es aventajadamente bueno y generoso”. Cuando el vaso estaba medio lleno, el fraile le detuvo: “No eche más hermano, que le he de llenar de agua, para averlo de beber”. Y aquí sucedió el fenómeno, comenzando a brotar vino de la calabaza de manera incontinente: “Queriendo poner el tapador a la calabaza, advirtió que no daba lugar a ello, el vino que se revertía, impidiendo con gran violencia, el aplicar a la boca dicha tapa. De suerte que al modo, con que suele arrojar, y despedir el agua, que yerve, a la violencia del fuego, quando se halla oprimida, en algun vaso, mucha parte, (que en nuestro idioma patricio, o materno, solemos llamar borbotones, o borbollones) asi brotaba el vino, por la boca de la calabaza, creciendo, y derramandose mucha porcion en tierra, sin poderlo detener”. El suceso dejó pasmados y boquiabiertos a cuantos lo contemplaron, no dudando en achacarlo a “los méritos y virtudes del Venerable Fr. Pedro”.
Para una mejor exposición de sus prodigios, el padre Ortega los divide en tres categorías: los sucedidos durante su vida, los que tuvieron lugar durante su muerte y los que se produjeron tras la misma. Entre los incluidos en el primer grupo aparece un caso de bilocación y levitación sucedido en Cañada Lengua durante una noche de 1584 ante un atemorizado campesino que, confundido por su doble visión, apunto estuvo de lanzar un hacha a una de las dos imágenes del religioso que estaban ante él separadas por unos metros. No obstante, la mayoría de los casos reseñados consistieron en recompensas por las limosnas recibidas, generalmente aumentando aquellos productos con que había sido socorrido, ya fuera cebada, longaniza, tortas, mosto o hilo y también en el suministro de alimentos a la multitud de pobres que se acercaban al convento en busca de sustento. Sin embargo hay dos casos que merecen una atención especial: la sanación de un joven enfermo “paralitico y baldado de la pierna derecha” y otro caso de bilocación, mucho más espectacular, ya que durante 6 meses estuvo asistiendo a un joven en Baza, mientras esos mismos 6 meses había estado residiendo en Caravaca ante infinidad de testigos.
Pero como a todos los mortales, también a fray Pedro le llegó su hora, falleciendo el 19 de marzo de 1612 a la edad de 70 años. Siguiendo la costumbre, su cadáver fue expuesto y velado en la capilla mayor de la iglesia de su convento, acudiendo una gran cantidad de personas, no solo de Caravaca sino también de Moratalla y Cehegín, donde era muy conocido, por lo que tuvieron que colocarse guardas, pero uno de estos vigilantes le cortó dos dedos a modo de reliquia. Durante la ceremonia de su inhumación se produjeron las curaciones milagrosas de dos niños tras entrar en contacto con “su Venerable Cuerpo”. También sanó una mujer enferma tras besar y frotarse por la cara un trozo del hábito del religioso.
Su cadáver quedó depositado en un sepulcro común para ser 12 días después trasladado a su sepultura definitiva, según costumbre. En el momento de efectuar esta operación observaron todos con gran sorpresa que el cadáver estaba en el mismo estado que cuando se dejo en ese lugar, sin presentar signos de rigor mortis, descomposición ni decoloración. El hecho causó tal impacto que se requirió la presencia del escribano público para que levantase acta del estado en que se halló el cadáver: “el qual esta en la misma forma y semblante, que el dia que fue sepultado: porque los brazos, y piernas, dedos de pies, y manos, y cabeza, y todos los demas miembros de su cuerpo, se hallaron y estan, de presente (fuera de los dedos, que le han cortado) palpables: de manera que en el jugarlos y menearlos, estan en la misma forma, que si estuviera vivo: porque todo ello se juega, y menea, de vna parte a otra, sin apremio, ni fuerza alguna. Demas desto abriendole los párpados de los ojos, las lunas y lumbreras de ellos, las tiene, al parecer, claros, como de hombre vivo; y soltandolos de la mano, los tornó a cerrar, como si propiamente, estando vivo, vsara de abrir, y cerrar los ojos. Y la carne, y pellejos de los brazos y piernas, y rostro, y demas partes de su cuerpo, la tiene de presente, palpable y de forma que manifiestamente hace demostración, de no esta helada, ni con la tesura que suelen estar las personas”.
Pero la cosa no quedó ahí, y las curaciones continuaron tras su muerte cada vez que sus devotos lo invocaban solicitando su intercesión. La nómina de estos sucesos es amplia y variada, pero entre los reseñados en el tercer grupo, destaca el que le sucedió a un lego residente en el monasterio caravaqueño que, a instancias de un noble deseoso de tener una reliquia de fray Pedro, se aventuró una noche a bajar a la cripta con una vela en una mano y un cuchillo en la otra, para cortar el trozo elegido. Al intentar acceder a la cripta se apagó misteriosamente la vela, la encendió por segunda vez, pero volvió a suceder lo mismo. Hizo un tercer intento, en esta ocasión si consiguió llegar hasta el cadáver, pero al alzar el cuchillo “levanto el mismo difunto la cabeza, y con un soplo suave, apagó la luz”. El susto que se llevó fue mayúsculo y arrepentido, se confesó ante el superior, pidiéndole toda la comunidad “que pidiese humildemente perdón al Santo Varón”, lo que llegó a suceder ya que algún tiempo después este mismo lego sanó de una dolencia tras su mediación.

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