Ya en la calle el nº 1040

“Nada nos engaña más…”

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

María Dolores Guirado,  alumna de prácticas del Grado de Educación Social en Betania

Qué arte tenemos las personas para juzgar a quien no conocemos, ¿verdad? Con qué facilidad emitimos juicios de valor, oye. Adquirimos una soltura para opinar sobre la vida del otro que ya quisiéramos tener esa destreza en otros aspectos.

Si habéis dedicado tan solo unos segundos de vuestro tiempo en comenzar a leer esto, en primer lugar, os lo agradezco. ¿Por qué no? “Es de bien nacido ser agradecido”. Y fíjate, es algo que nos cuesta mucho más que prejuzgar, y es dar las gracias o pedir perdón.

En segundo lugar, os permito que me juzguéis. Sí, así como lo estáis leyendo. Pero quiero que lo hagáis al terminar de leer este artículo y así, al menos, será un juicio con fundamento, documentado, de los que ya no se suelen oír.

En fin, sigo por donde iba. Os preguntaréis a qué viene todo esto de hablar de juicios y prejuicios y sobretodo, de acusaros de algo tan grave, tanto a vosotros como a mí misma. Pues bien, en noviembre de 2019 comencé mi andadura de prácticas profesionales de Educación Social en la Asociación Betania. Esta entidad está ubicada en Cehegín, y su gran equipo profesional se dedica a la prevención y rehabilitación de las distintas adicciones. Cuando decidí realizar las prácticas allí, por mi cabeza empezaron a pasar multitud de preguntas. “¿Cómo será la labor de un Educador Social en dicha entidad?”,  “¿Seré capaz de afrontar distintas situaciones y controlarme emocionalmente?”, “¿Cómo se comportarán los usuarios ante una persona desconocida como yo?”.

Tras comentar a mi entorno que comenzaría a “trabajar” con personas adictas, la mayoría ya tenían una idea de cada uno de los usuarios de Betania. Sí, sin conocerlos, fíjate tú qué don. Escuchaba frases del tipo “ten cuidado, son personas violentas”, “no sé para qué os esforzáis los profesionales, las personas adictas nunca se curan”, “¿y por qué te gusta trabajar con drogodependientes?, ¿no prefieres estar con personas más tranquilas?”.

Yo no salía de mi asombro, sobretodo porque empecé a darme cuenta de que, todos y cada uno de nosotros, en algún momento de nuestras vidas, creemos conocer a alguien simplemente por la etiqueta que lleva encima. Y lo apartamos, así sin más. ¿Para qué pararnos a preguntarle a esa persona cómo se siente o qué le ha llevado a esa situación? Qué pérdida de tiempo.

¿Empatía?, ¿qué es eso?, seguro que nada bueno, ya te lo digo yo, que se me da bien eso de saberlo todo a pesar de no informarme de nada.

A día de hoy, puedo decir que Betania me ha enseñado mucho. Y no sólo a nivel profesional, sino también emocional. Me he avergonzado de haber prejuzgado alguna vez a las personas que se encuentran en esa enfermedad como es la adicción. Yo no pretendo que os avergoncéis, eso queda en la conciencia de cada uno. Pero sí que usemos este momento para reflexionar sobre lo siguiente:

He visto en cada uno de los usuarios de esta asociación a mi hermano, mi padre, mi tío, mi vecino… He participado en entrevistas iniciales con los profesionales y el usuario demandante de la rehabilitación acompañado de su familia. Y he podido ver en los ojos de su madre a mi madre, mi hermana, mi abuela… Cuando pasaba ratos con ellos, y comenzaban a contarme experiencias vitales, yo también me he visto reflejada en sus historias, y os diré por qué…

Porque cualquiera de ellos podría ser un familiar mío, o vuestro. Podría sentir la angustia y desconcierto de una madre al ver a su hijo enfermo, y vosotros os aseguro que también. Cualquiera de nosotros podría verse en esa situación, o experimentarla en alguien cercano. Todos podemos sentir en algún momento de nuestra existencia, siendo adictos o no, la desesperación, el miedo, la fuerza de voluntad, el coraje, la superación día tras día…

Y entonces, tras mi paso por Betania y el enriquecimiento personal adquirido, empezó a resonar en mi cabeza una frase que una vez escuché en la carrera, “Sentir nos hace iguales”. Así que, yo me pregunto, ¿Por qué?, ¿Por qué nos cuesta tanto, antes de emitir cualquier juicio de valor hacia nadie, pararnos un poco a pensar qué podrá sentir?, ¿Es de verdad tan complicado ponerse en la piel de los demás?

Me gustaría pensar que no, y que tras haber dedicado un rato de vuestro tiempo a leer mi experiencia por esta asociación, comencéis a invertir más tiempo en escuchar, en empatizar, en sentir.

Bien, ahora sí, he acabado, y os permito que opinéis sobre lo que habéis leído. Pero antes, recordad “nada nos engaña más que nuestro propio juicio”. (Leonardo Da Vinci).

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