Ya en la calle el nº 1040

Mejor de alquiler

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

ROCÍO OLMOS/Concejal de IU-Verdes en Caravaca
Las decisiones impregnan cada momento, situación de nuestro qué hacer diario: nos enfrentamos a la tesitura de tener que escoger  constantemente: algunas de estas decisiones marcan simplemente un buen momento (como ir a tomar una cerveza en vez de quedarte en casa) mientras que otras decisiones marcan un punto de inflexión en nuestra vida: acuérdense del momento en que tuvieron que elegir entre estudiar una carrera u otra, o aquella vez que tuvieron que decantarse, cuando había trabajo, entre escoger entre alguna empresa .Y , la decisión o indecisión estelar, es la compra de una vivienda.
La sociedad  te anima a seguir un camino cauto, donde la compra de una vivienda es casi obligatoria. Y es que, España ocupa la séptima posición en la clasificación de países de la Unión Europea con mayor proporción de viviendas en propiedad.  
Tener una casa tiene sus ventajas, por supuesto, y es a los que todos aspiramos: poder emanciparse y disfrutar de una independencia que llega, para muchos, un poco tarde.
Pero más allá de esas ventajas, que son muchas, comprar una vivienda tiene sus inconvenientes: para los que lo hicieron hace años, compraron un piso por un valor superior al que realmente tenía (maldita burbuja inmobiliaria) y , ahora, es probable que vivan asfixiados pagando una hipoteca ingente con un sueldo que se ha congelado o, simplemente, reducido. Aquello de que comprar era una inversión se ha convertido en una falacia.
Tener una propiedad, además, implica una movilidad laboral más reducida ya que no todos nos podemos permitir pagar hipoteca y, además, un alquiler en la residencia de tu trabajo. Y, cuando esto es así, acabas diciéndote “vivir para trabajar o…vivir para pagar”.
Y el lado más triste, la cara más desoladora de todo esto (y  que además es frecuente) se caracteriza por los que, definitivamente, no pueden hacer frente al gasto y son desahuciados. Son familias que en un pasado parecían tener una situación económica más o menos estable pero que la perseverancia de la crisis les ha abocado a un destino oscuro, el de perder su casa.  Y aún esta situación tan indeseada, se les obliga a seguir pagando. Se les obliga a destruir tan alegremente sus vidas tejidas, a veces, en situaciones personales dramáticas.
Despertar y obligar a las clases políticas que cambien este sistema donde casi todo está permitido es una obligación, siendo ésta la decisión de la que no debemos tener duda, una decisión unánime que tenemos que asumir. Una decisión importante, realmente importante.

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