Ya en la calle el nº 1037

Maria Moliner, el ama de las palabras

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GLORIA LÓPEZ CORBALÁN
“María Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”.  Así definiría Gabriel García Márquez a esta madre de familia y esposa que logró, con un esfuerzo titánico, una obra que es fundamental en cualquier biblioteca: “El diccionario del Uso del Español”.


María Juana Moliner Ruiz nació en Paniza (Zaragoza) un 30 de marzo de 1900. Su padre, Enrique Moliner, era un médico rural con el que se casó Matilde Ruiz, madre de María y con la que tuvo dos hijos más. María vivió dos años en su pueblo natal, pero en 1902 la familia Moliner se trasladó a vivir a Soria y después a Madrid. Es allí donde la pequeña María es alumna aventajada de la Institución Libre de Enseñanza. Para entonces su padre ya se había marchado a la Argentina, lo que marcó en Maria un fuerte carácter responsable y decidido.
En Zaragoza, María termina su bachillerato en 1918 y comienza a colaborar como filóloga y lexicógrafa en el Estudio de Filología de Aragón mientras seguía estudiando en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, en la que se licencia en Historia en el año 1921. Ya licenciada, María consiguió por oposición una plaza en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y fue destinada al Archivo General de Simancas y más tarde al de Murcia. Seria allí precisamente donde conocería al que sería su marido Fernando Ramón Ferrando y con el que tendría cuatro hijos. Durante esa época puso en marcha las llamadas Misiones Pedagógicas que llevarían hasta los pueblos de la España rural de los años 30, una red de Bibliotecas Populares. Fue un intento, casi un sueño para Maria el poder acercar los libros a los más desfavorecidos. Ese sueño, como el de muchos otros, quedaría roto con la Guerra Civil.
El matrimonio se traslada a Madrid tras la Guerra Civil, y María trabaja como bibliotecaria en la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales hasta que se jubiló. Pero para entonces ya  le embargaba una “melancolía de las energías no aprovechadas” que se las encaminaría su hijo Fernando a la vuelta de un viaje a Paris. Le trajo de regalo un libro que cambiaría el rumbo de su vida: el Learner’s Dictionary of Current English de A. S. Hornby.
“Estando yo solita en casa una tarde…” empezó lo que tardaría 16 años en acabar y otros tantos en publicar. En 1955 firmaría un contrato con la editorial Gredos para la publicación de su diccionario de uso del Español, que aportaría importantes novedades con respecto a al DRAE, como la incorporación de términos no admitidos por la RAE o ejemplos de gramática y sintaxis de gran utilidad pedagógica.  Después de este trabajo, serían dos hombres, Dámaso Alonso y Rafael Lapesa , quienes impulsarían su candidatura a la Real Academia de la lengua. Hubiese sido la primera mujer en los 200 años de vida de la Academia. Pero no pudo ser y después de aquello  fueron muchos los que la señalarían como “la académica sin sillón”. Es curioso que si su Diccionario había actualizado definiciones ya obsoletas, no llegó a actualizar los viejos prejuicios.
Los últimos años de su vida los pasó al lado de su marido enfermo y al poco tiempo María comenzaría a sufrir los primeros síntomas de una arterioesclerosis cerebral que le fue perdiendo entre las palabras que solía manejar.  Falleció un 22 de enero de 1981 sin haberle regalado la Academia la única palabra que a ella le hubiese gustado: Gracias.

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