Ya en la calle el nº 1040

Manuel Tudela Fernández

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

FRANCISCO FERNÁNDEZ GARCÍA/ARCHIVO MUNICIPAL DE CARAVACA

El pasado 10 de marzo falleció Manuel Tudela, persona humilde y trabajadora, al que recordamos por su faceta caballista. Manolo “Faralá”, como así era conocido, nació en una familia de tradición caballista pues ya su abuelo tenía caballos, figurando entre ellos el famoso “Gallito” que se hizo célebre por que al terminar la carrera lo dejaban suelto y volvía el solo a la cuadra, por lo que empezó a participar en el festejo desde muy joven siguiendo los pasos de su padre Mariano Tudela “Faralá”, legendario caballista compañero muchos años de Rafael “el Rajao”, que fue precisamente quien le dio sus primeros consejos para hacer una buena carrera.


Comenzó a salir a finales de los años 40, años difíciles en los que el festejo de los Caballos del Vino se mantuvo gracias a la ilusión y afición de gente sencilla que siguiendo sus costumbres al llegar las fiestas de mayo preparaban un caballo, lo enjaezaban como mejor podían, aunque siempre con escogidas colchas y primoroso gusto, y salían a la calle para festejar a su patrona y revivir sus tradiciones.
Entre sus compañeros habituales figuraban su primo Mariano, uno de los grandes caballistas de la historia, y Juan José “Rabietas”. Y como en la vida a veces también se obtienen recompensas, su momento le gloria le llegó en 1964 cuando, acompañado de Paco “el Indio”, Juan “el de la Quintina” y Antonio “el Machote”, consiguió ganar la carrera de los Caballos del Vino con una yegua Javier Martínez Abarca.
Todavía continuó saliendo algunos años más, hasta que la edad y el propio devenir de la fiesta decidieron su retirada. Hace algunos años, Morety le hizo una entrevista de la que voy a extractar una frase, que resume su pensamiento caballista y su particular aportación al festejo: «Los Caballos del Vino han sido para mí importantísimos, he podido mantener el legado que me transmitieron mi abuelo y mi padre, mientras pude, y cuando no pude se lo inculqué a mis hijos y ahora mis nietos, tal y como lo hicieron conmigo los míos».

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