Ya en la calle el nº 1040

Manuel Garrido, el Tunel

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

JOSÉ ANTONIO MELGARES/Cronista oficial de la Región de Murcia

Otro de los protagonistas de aquella época de lmunicipales-1983a historia reciente española, que hemos convenido en denominar la Transición Política durante la que se produjo, en paz y con toda normalidad, el tránsito de la dictadura a la democracia, gracias a la madurez de políticos a escala local y nacional, cuyo talante de concordia ahora echamos de menos fue, en la pequeña parcela que le correspondió, Manuel Garrido Tudela, conocido popular y cariñosamente como Manolo “el Tunel” quien, desde su ideología comunista, dio lo mejor de si mismo al servicio del pueblo de Caravaca durante su presencia como concejal, entre 1979 y 1983 y, posteriormente, entre 1987 y 1991.
Manuel es el quinto de los cinco hijos que trajo al mundo el matrimonio formado por José Garrido Sánchez y Lorenza Tudela Navarro (de la familia de los Faralás). Nació el 12 de noviembre de 1936 en el Barrio Nuevo Centro, cerca de la yesera de Rabadán, donde los padres tenían su residencia en una cueva que adquirieron en 200 pts. con mucho esfuerzo.
Los difíciles tiempos en que transcurrió su infancia le impidieron asistir a la escuela, aprendiendo lo imprescindible (lo que entonces se denominaba leer, escribir y las cuatro reglas), de un maestro ambulante, que era cartero y natural de Bullas.
Con cinco años ya trabajaba haciendo enclavaos para alpargateros locales como Cristóbal Barreras, que luego sería su cuñado y al que considera su maestro, quien si algo pagaba lo hacía a su padre.
A los doce años comenzó a hacer suelas, pero como por su corta edad las fábricas no le daban trabajo, las cosía para alpargateros que trabajaban para la fábrica de Coscorrones, cosiendo dos docenas diarias por las que percibía 24 pts. A los 15 años ya daba la cara personalmente en las fábricas, cosiendo para el Rojo Coscorrones (en la Puentecilla), los Orricos (en la placeta del Santo), Manolo el Mulas (en la C. Condes ) y Fernando Marranas (en la C. Jardín), que eran las industrias que fabricaban suelas en los primeros años cincuenta.
Se libró de cumplir el servicio militar por ser hijo de padres sexagenarios y único hombre en la casa para ayudarlos, siguiendo en el mundo de la alpargata hasta que esta actividad languideció por razones que no vienen al caso.
Al acabarse la actividad alpargatera, sus parientes los Tudela, lo emplearon durante unos meses como repartidor de vino a granel, lo que hacía en un carro tirado por un burro, por todos los bares y tabernas del pueblo hasta que, viendo mejor porvenir en el mundo de la construcción, comenzó a trabajar como peón con Joaquín el Polidano y luego con Pepe el Albañil.
Con el tiempo hizo sociedad con Emilio Robles, Antonio Marín Serrano y Francisco García, fundando la Sociedad Constructora la Cruz de Caravaca, con propio contable y oficina administrativa en la C. Larga; construyendo edificios en la carretera de Moratalla, Ciudad Jardín, a Dimas en la Gran Vía y a los Torraos en la C. Cartagena entre otros muchos.
También conoció la emigración laboral, pues durante unos meses marchó a Francia, donde así mismo se empleó en la construcción. Al regresar, ya muy mermadas sus fuerzas físicas, sólo se dedicó a trabajos menores, jubilándose, por culpa de una hernia de disco, a los 57 años, en 1993.
La inquietud política la tuvo desde muy joven. Se afilió clandestinamente al Partido Comunista a los 17 años, formando la primera célula local con Santos Olmos, Santiago Reina, Francisco Lag y El Palotes, quienes se reunían en casas de la huerta, o incluso al aire libre con otros militantes que venían de Murcia y Lorca. Su misión principal en el partido era propagandística. Periódicamente se desplazaba a Murcia donde obtenía el periódico Mundo Obrero, que personalmente distribuía entre amistades y simpatizantes, con grave riesgo de ser descubierto por la Guardia Civil. Asiduo escuchante de Radio Pirenaica, lo hacía por las noches y en lugar bien seguro de su casa, comprobando su mujer que el sonido nunca se oyera en la calle.
Contrajo matrimonio con Dolores Martínez Martínez, estableciendo el domicilio familiar en el Barrio Nuevo y casa que él mismo edificó junto a la cueva de sus padres, y que luego abandonó para establecerse en la C. Torrentera, en casa que compró al Cantarero y obró y acomodó a sus propias necesidades.
En 1979 fue elegido concejal en las primeras elecciones municipales democráticas, permaneciendo en el Ayuntamiento durante los cuatro años de aquella legislatura en que fue muy estrecha la colaboración comunista con la UCD, en beneficio de la convivencia local. Sin renunciar a su ideología se hizo cargo de las obras municipales, parques y jardines, limpieza diaria y nocturna, electricidad y servicios en general, en íntima colaboración con Joaquín Sánchez Guerrero y el aparejador Francisco Richarte. En las elecciones de 1983, con 661 votos, el PC sólo obtuvo un concejal, que fue Santos Martínez Navarro, regresando al Ayuntamiento en 1987, fecha en la que encabezó la lista del PC local que concurrió a las elecciones que ganó el PSOE bajo el liderazgo de Antonio García Martínez-Reina. En la actualidad, libre de compromiso alguno, sigue militando en Izquierda Unida, manteniéndose en la segunda línea de colaboración y consejo.
Instalado en la terraza de la vida y con la perspectiva histórica que proporciona el paso de los años, recuerda no haber gustado de cargos y haber militado siempre en la base. No haber sido detenido nunca por la Guardia Civil y sólo haber pisado el cuartel de la Benemérita con motivo de una huelga de la construcción, no habiendo tenido siquiera que declarar. También recuerda que el mejor día de su vida fue el de la legalización de PC, que celebró con sus correligionarios de manera privada, sin estridencias ni algaradas públicas. Y el peor cuando se produjo el accidente de Quintanar de la Orden en que fallecieron Santos Olmos y El Palotes, junto a otros militantes del partido.
También recuerda su época caballista en el seno del caballo de Los Arañas, junto a Pepe el Café, el Carácter y un cuarto que variaba según el año. Se trataba de un caballo cuyo atalaje bordaban las hermanas Valdivieso y que solía ser una yegua del Lagarto, de Salvador el Florete o de la Bebiora. Y recuerda, así mismo, sus reuniones vespertinas, al concluir la jornada laboral, en el bar del Moreno (en las Cuatro esquinas), con sus amigos el Jara, el Pepeillo, José Perdiciones y Martín de la Barraca.
A sus 78 años y con algún que otro achaque físico, se siente orgulloso de su pasado, a pesar de las dificultades impuestas por la vida. Satisfecho por los resultados de su partido en las elecciones recientemente celebradas al Parlamento Europeo, y en paz consigo mismo y con la sociedad en la que se ha ganado la vida dignamente y por la que, a su manera, ha luchado en la consecución de las más perentorias necesidades.

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