Jesús Rodríguez/Cristina Sobrado
Hace unos días, la Dirección General de Patrimonio Cultural ha incoado el procedimiento de declaración como bien catalogado por su relevancia cultural, a favor de los hornos de azufre de Moharque, en Moratalla, según recoge la pasada semana el Boletín Oficial de la Región de Murcia (BORM).
Este hecho, es indicativo de su enorme valor histórico, arquitectónico y tecnológico. Sus restos son testimonio de una actividad industrial ya desaparecida, merecen una nueva oportunidad, ser restaurados, y que ahora otorguen un nuevo valor a las tierras y a las personas que en ellos trabajaron.
El origen del azufre en la zona se remonta al Mioceno y concretamente a los periodos Vallesiense y Turoliense superior (11,6 y 5,2 Ma). En ese periodo la zona era una cuenca lacustre, residuo del antiguo Estrecho Norbético, y a la que llegaban abundantes sedimentos de diverso tipo, procedentes sobretodo del norte (Prebético). Entre esos materiales, explica Meseguer Pardo ya en 1.924, abundaban los sulfatos que, al contacto con el agua, se transformaron en Sulfuro de hidrógeno debido a la presencia de bacterias anaeróbicas (no necesitan oxígeno para vivir) o bien, fueron los lignitos los que liberaron el SH2, dando lugar a unas aguas muy ricas en sulfhídrico que, al elevarse hacia la superficie, se convertía en azufre puro insoluble en agua. También la actividad volcánica, durante el periodo de tiempo del Volcán de Salmerón o cerro del Monegrillo, pudo colaborar en la formación de este azufre de gran pureza.
La actividad extractiva, se inició con seguridad a partir del siglo XII, época musulmana, aunque no se descarta que se realizara anteriormente; se ha constatado la presencia de “terra sigilata” encontrada por Carmona Zubiri en 2007 en el cerro del Monegrillo, y se sabe que el azufre, es conocido y usado desde la antigüedad.
La explotación del mineral de azufre dio lugar al nacimiento de la población hellinera de Las Minas, a la vera del río Segura y al pie de un enorme campo de pozos, zanjas y estériles que llegó a concentrar en algunos momentos más de 3.000 personas, que vivían en condiciones en muchos casos infrahumanas. El azufre la hermanó con Salmerón, en una labor terrible, casas-cuevas excavadas en terrenos inestables y hasta insalubres, trabajos durísimos tanto si se desarrollaban a cielo abierto, en el interior de las galerías, o en los hornos que desprendían gases altamente tóxicos, en muchos casos esos últimos, atendidos por mujeres a cara descubierta.
Las diferentes guerras de la primera mitad del pasado siglo incrementaron la demanda de mineral de azufre para la fabricación de pólvora y dinamita, además naturalmente, de otros usos.
Pero la actividad minera aquí siempre fue bastante primitiva, al principio en manos de la Corona, a cielo abierto y posteriormente, con la intervención de capital privado, tampoco se hicieron grandes inversiones. Entre 1.929 y 1.945, se construyen los últimos hornos para la extracción de este mineral. Lo penoso del trabajo, la caída final de la demanda y la pésima gestión, propició que hacia los años 60 terminara la explotación.
El paisaje que dejó la minería, lo dice todo: montes y valles totalmente deforestados porque la madera se usó como combustible y como material de construcción, infinidad de casas-cueva abandonadas, enormes montones de estériles, restos de edificaciones en estado ruinoso, incluidos los casi 100 hornos que llegaron a funcionar a los dos márgenes del Segura, de la mayor parte, no quedan ni restos. Afortunadamente y en el lado murciano, margen derecha, en las proximidades de la pedanía moratallera de Salmerón, quedan dos grupos de hornos, muy próximos entre sí, bastante bien conservados, aunque con evidentes muestras de deterioro. Finalmente, y para “rematar” al paisaje, en los años 80 del pasado siglo, se procedió al aterrazamiento salvaje del terreno para plantar pinos que malamente se desarrollaron. Posteriormente, en 1.994, el “gran incendio de Moratalla”, volvió a arrasar la zona por tercera vez.
Lo que nos queda de todo aquello, son 9 hornos de azufre divididos en dos grupos de 6 y 3, más alguna bocamina. Un patrimonio minero, geológico, humano y cultural, testigo de una época de frenética actividad laboral, prácticamente única en España, sorprendente y que indudablemente, merece la pena conservar e incluso, “musealizar” para el estudio, conocimiento, divulgación y uso turístico, de una zona absolutamente abandonada, pero con grandes atractivos geológicos y paisajísticos: la presencia próxima del río Segura, del propio volcán de rocas escasísimas en todo el planeta, las Juntas del Mundo y el Segura, el cultivo del arroz… Un museo al aire libre que merece tener un futuro real.
Bibliografía: HORNOS DE AZUFRE DE MOHARQUE (MORATALLA, MURCIA), UN PATRIMONIO MINERO A RECUPERAR MOHARQUE SULFUR OVENS (MORATALLA, MURCIA), A MINERAL HERITAGE TO RECOVER Luis Arrufat Milán1, María Asunción Alias Linares1, José Fidel Rosillo Martínez1, Gregorio Romero Sánchez 1, Jesús Rodríguez Sánchez2, Cristina Sobrado Calvo2, Nuria Torrente García1 y Francisco Guillén-Mondéjar
1Grupo de investigación de Geología. Departamento de Química Agrícola, Geología y Edafología. Facultad de Química. Universidad de Murcia
2Asociación Cultural Descubriendo Moratalla