Ya en la calle el nº 1040

Los soportales de la plaza de Mula: un espacio público del siglo XVIII

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Juan Fernández del Toro

Para la villa de Mula, el siglo XVII fue una centuria de calamidades. La epidemia de peste sufrida en 1648 acabó con más de la mitad de la población, a lo que se han de sumar las malas cosechas, el bandolerismo y la riada de San Calixto, un tándem que puso en jaque a los muleños.

Sin embargo, en contraste con la centuria anterior, el siglo XVIII se presenta como una época de bonanza. Las buenas cosechas aumentan la demografía, el pueblo crece, y la arquitectura se ve reflejada en este crecimiento. Se erigen imponentes palacetes de familias nobles que ven aumentadas sus fortunas, así como los templos se remozan a las tendencias del barroco, que llega tardío a la zona.

En ese contexto, el Concejo también emprende una serie de obras públicas para mejorar los servicios de la villa, entre los que destaca la construcción de un nuevo pósito. Hasta entonces, el granero municipal había estado en la parte superior de la ciudad, compartiendo instalaciones con las casas capitulares en el siglo XVI y buena parte del XVII y necesitando, en ocasiones, incluso alquilar cuartos a particulares donde almacenar el grano. Ya en 1601 tratan de construir un nuevo pósito en la parte baja de la villa, aunque finalmente se detiene la empresa ante la oposición del propietario del solar que pretenden expropiar.

Por fin, en el año 1740 comienzan las obras del nuevo granero en la plaza del ayuntamiento, el centro neurálgico de la villa. El lugar elegido es el que actualmente ocupa el Casino, cuya sociedad adquirió el edificio a finales del siglo XIX y lo amplió a comienzos del XX para establecer allí la sede de la sociedad. En el lado opuesto, junto a la calle del Caño, se construye, más o menos al tiempo, un cuartel dependiente del Departamento de Marinería de Cartagena, cuya labor era controlar los montes muleños. Entre ambos edificios, debió de levantarse algún otro edificio particular destinado a viviendas.

Desde el citado pósito hasta la calle del caño, adosadas a la fachada del cuartel y del resto de edificios que existieran, se levantaron unas graciosas arcadas que darían al espacio una apariencia similar a la de las típicas plazas castellanas. Aunque desconocemos cómo se construyeron, dada la época en que se erigen y los materiales utilizados en edificios contemporáneos, debió de tratarse de arcos de medio punto  construidos con ladrillo macizo. El espacio interior estaría techado por un alfarje inclinado –para dar pendiente a la cubierta–, es decir, un forjado con viguetas de madera y entablado superior, rematado todo por teja cerámica curva, la típica de la zona.

El porqué de levantar aquellos soportales debió de ser más una cuestión práctica que ornamental. Se trataba de un espacio público abierto, al tiempo que cubierto y, por tanto, protegido de las inclemencias meteorológicas. Un lugar idóneo donde establecer pequeños puestos para la venta diaria de productos alimenticios o artesanales. De ahí que en los viejos papeles del Archivo Municipal nombren a este espacio como «porche o lonja».

Por desgracia, puesto que aquella arcada daría una bonita apariencia, mejorando aún más, si cabe, la maravillosa plaza con que cuenta la ciudad de Mula, desapareció poco a poco. El primero de los arcos en ser tabicado fue el inmediato al pósito, pues en 1764 se levanta un pequeño cuarto para la venta de pan. De la misma forma, continuarían ocupándose el resto de arcos, como en 1789 que, ante la ruina que presentaba la primera arcada comenzando desde la calle del Caño, un vecino, Julián Cuadrado Mateo, se ofrece a arreglarla a su costa a cambio de que se le deje hacer un pequeño cuarto de vivienda, descontándosele el alquilar con el valor de la obra.

Desconocemos cuándo desaparecería el último de los arcos, aunque en 1830 aún existe una parte del porche anexa al cuartel, posiblemente los arcos inmediatos al cuarto construido por Julián Cuadrado.

Aún hoy es posible ver parte del arranque en piedra de la almagra del muro posterior de los soportales, el cual servía de fachada a los edificios anexos. La podemos encontrar en el estudio de arquitectura «Monumental», junto al Casino.

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