Ya en la calle el nº 1040

¡¡¡Los abejarucos ya han llegado!!!

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Jesús Rodríguez Sánchez/

Asociación “Descubriendo Moratalla”

Tuvo que ser Aristóteles en su Historia Animaliumel que intentara poner un poco de orden en las diferentes teorías que, desde los tiempos de La Biblia, intentaban explicar las apariciones y desapariciones de muchas de las aves que poblaban la tierra. Autores como Hesíodo, Homero o Heródoto ya habían escrito sobre el fenómeno migratorio de las aves, porque siempre ha sido algo que ha llamado extraordinariamente la atención de la gente, especialmente, de aquellos que vivían en estrecho contacto con la naturaleza llegando incluso, a coordinar determinadas actividades agrícolas con la aparición o desaparición de determinadas especies orníticas. Las explicaciones a veces bastante ajustadas a la realidad y en otras, bastante peregrinas (como las que relacionaban desaparición con hibernación en agujeros o enterradas en el barro), llegaron prácticamente hasta el siglo XIX, pese a que, en los anteriores, ya hubo autores que dieron explicaciones más en consonancia con lo que hoy día sabemos. A mediados del XIX el norteamericano Audubon ponía hilos de plata en las patas de algunas aves con el fin de entender sus movimientos, aunque no sería hasta 1890 cuando el danés Mortensen inició el marcaje de aves de manera científica, colocando anillas que identificaban individualmente a cada ave anillada.

A día de hoy, somos muchos los que seguimos sorprendiéndonos con este fenómeno de aparición-desaparición periódico de las aves y cuando llegan estas fechas, casi vivimos pendientes del cielo esperando ver la llegada de águilas calzadas o culebreras, cernícalos primilla, tórtolas comunes (rarísimas ya), golondrinas, vencejos, abejarucos, carracas, ruiseñores y otras muchas especies.

Simultáneamente y de manera mucho más discreta, han ido desapareciendo de nuestro entorno las currucas capirotadas, varias especies de zorzales, mirlos capiblancos, los petirrojos no sedentarios, los acentores alpinos y diferentes especies de rapaces que, si bien tienen población aquí todo el año, su número se incrementa con las centroeuropeas que pasan el invierno entre nosotros.

Es un ir y venir impulsado por la disponibilidad o no de alimento, que es en realidad el motor de la migración, sea de aves, mamíferos terrestres y marinos, y otros animales entre los que se incluyen también invertebrados, terrestres como la famosa mariposa monarca, o algunas langostas marinas. El descenso o aumento de las temperaturas en realidad no es el impulsor de estos movimientos que a menudo son de varios miles de kilómetros, la temperatura sólo provoca que haya o no recursos alimenticios.

Estos grandes desplazamientos suponen un enorme riesgo para los animales que los realizan y ese peligro con frecuencia, está directamente relacionado con las diferentes actividades de los humanos, que quizás sin pretenderlo de manera directa, sí estamos consiguiendo, quedarnos cada vez más solos, en este planeta, que nos sobrevivirá, que nunca destruiremos, pero que sí estamos transformando de manera que al final, también seremos duramente perjudicados.

 

 

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