GLORIA LÓPEZ CORBALÁN
Me consuela saber, a estas alturas de mi vida, que todas las historias de hermanas no son como Mujercitas. Hay otras mas divertidas: las hermanas Mitford.
De noble cuna, criadas para casarse con aburridos lord y darles descendencia mientras tomaban el te en la campiña inglesa, dieron algún que otro «leve» disgusto a su madre, una madre bastante excéntrica (que es lo que te queda cuando no tienes dinero) si tenemos en cuenta que aprovechaba la visita mensual del veterinario para que revisara a las chicas. Lord y lady Redesdale criaron a sus seis hijas y su único hijo en una imponente mansión de la campiña inglesa. Así fue como, mientras Tom fue enviado a Eton, las chicas se pasaron la mitad de la infancia encerradas en casa y convenciéndose de que el único pasaporte de salida era el casamiento.
Nancy (1904-1973). Descubrió su afición tras conocer que su futuro esposo era irremediablemente gay, tras lo cual pensó: o me suicido o escribo un libro. Y así fue como Nancy escribió su primera novela. No tendría muy buen ojo para los hombres, porque al poco acabaría casándose precipitadamente con el primero que encontró, un diplomático mujeriego con quien viviría más tiempo separada que juntos hasta divorciarse en 1940. Mientras tanto, Nancy fue intermitentemente la amante del político francés Gaston Palewski, que le rompió el corazón. Sola viviría hasta su muerte en Paris.
Pamela (1907-1994), la más rural, solo pretendía vivir en el campo, pero no con los papas. Así que después de evitar durante años el acoso de un vecino que la llamaba «mi musa silvestre», logró sacarse de encima de un solo movimiento a su admirador y a su familia con un matrimonio pantalla, ofrecido galantemente por su amigo Derek Jackson (cuyo hobby seria el matrimonio: se casó siete veces más). Instalada en una casa de campo, Pamela pudo dedicarse el resto de su vida a las tres únicas cosas que le importaban: el bajo perfil, la cocina y la jinete italiana Giuditta Tommasi, con quien convivió casi sesenta años.
Diana (1910-2003) protagonizó la boda del año en 1929, cuando se casó con Bryan Guinness, heredero cervecero. Y no tardó en dar el bombazo del año cuando lo abandonó por Oswald Mosley, el líder del fascismo inglés, el cual se negó a abandonar a su esposa (una santa, sin duda) y no se casó con Diana hasta la muerta de aquella. Diana nunca renunció a su ideal fascista, lo que le costó la cárcel y la extradición. Finalmente se instaló en Paris, a pocos metros de su hermana Nancy, con la que no se hablaba.
Unity (1914-1948) de segundo nombre Valkiria, no podía ser otra cosa que una ferviente admiradora de Hitler. Se trasladó a Munich y no paró hasta ser aceptada por el círculo personal del Führer. Al poco de estallar la guerra se pegó un tiro en la sien. Milagrosamente logró sobrevivir, pero le quedaron gravísimas secuelas.
Jessica (1917-1996) Quizá el hecho de que nació el mismo año de la Revolución rusa fue lo que marco su vida, se gano a pulso el apodo de la oveja roja de la familia y desde muy joven rechazó los privilegios de su posición. No pidió permiso para irse de casa: se escapó embarazada a los dieciséis junto al sobrino rojo de Churchill a la Guerra Civil española. Tras la derrota de los republicanos se mudaron a Estados Unidos, donde al poco quedaría viuda. Años después conoció a un activista con quien acabo casándose.
Deborah (1920) logró lo que las otras cinco evitaron: casarse con un noble y llevar una vida de lo más aburrida tomando el té y teniendo hijos con el Duque de Devonshire.
