Ya en la calle el nº 1040

Las Fiestas de la Cruz hace cien años

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares Guerrero/Cronista Oficial de la región de Murcia, De Caravaca y de la Vera Cruz.

Las Fiestas de la Cruz de 1920 (ahora hace un siglo), no se caracterizaron por nada especial, y se celebraron con la naturalidad que se celebraban entonces, eso sí en un ambiente enrarecido por la situación social por la que la industria alpargatera (muy importante entonces en la economía local) pasaba. Ánimos un tanto exaltados prendían la mecha de la protesta en cuanto se presentaba algún motivo, por insignificante que éste fuera.

La prensa regional, que tanta información proporciona a la historia contemporánea de los pueblos y ciudades de la actual Comunidad Autónoma, no aporta información alguna, ni antes ni después de las Fiestas, sobre el programa y celebración de las mismas. Y únicamente lo hace de la corrida de novillos-toros que habría de celebrarse el tres de mayo, y que el entonces Gobernador Civil de la Provincia suspendió, como medida de presión para que el Ayuntamiento local se pusiera al día en sus aportaciones económicas con la Diputación Provincial, cuestión en la que andaba, al parecer, muy atrasado.

Pero vayamos al principio de todo. Un horrible crimen (en cuyos detalles entraré otro día), ocurrido en los últimos meses del año anterior de 1919, acabó con la condena a muerte (en sentencia provisional), de cuatro individuos conocidos localmente como “Los Piñero”. La Audiencia Provincial anunció que se trasladaría corporativamente a Caravaca para celebrar el juicio, a partir del 22 de abril, en las vísperas inmediatas de las Fiestas.

El anuncio de la Audiencia alegró a las gentes de Caravaca, ansiosas de venganza, y por la curiosidad que ello despertaba en la ciudad. Pero no gustó al mundo de la abogacía local y regional, y tampoco de la prensa (“El Liberal” de Murcia), con mucho poder en la opinión pública. Las críticas fueron muchas alegando que el tribunal tendría muchas presiones y que los magistrados iban a tener en Caravaca poca objetividad y frialdad de mente a la hora del juicio. El defensor de “los Piñero”, el prestigioso criminalista madrileño Fermín Gómez Perestorena, amenazó con renunciar a su defensa si la vista se producía en Caravaca, por lo que los acusados hubieron de buscar otro abogado defensor, en este caso otro criminalista de lujo, el murciano Luís Llanos Jiménez. Esto obligo a demorar el juicio, pero en Caravaca ya se había sembrado el enfrentamiento con la Audiencia Provincial, teniendo que mediar el Gobernador Civil Eusebio Salas, que ahora entra en escena.

Así las cosas, una empresa particular (cuyo nombre desconocemos), programó en vísperas de las Fiestas, una corrida de novillos toros para la tarde del tres de mayo, a hora temprana, antes de la procesión de la Stma. Cruz. Desconocemos el cartel ni otros detalles del festejo. Lo que sí sabemos es que el citado Gobernador la prohibió, como antes dije, alegando, como también dije antes, que el Ayuntamiento no se hallaba al corriente de sus obligaciones económicas (el “contingente”) con la Diputación Provincial. Aquello sentó muy mal entre la población, ya sensibilizada contra el mandatario por el caso de la no celebración del juicio contra “los Piñero” en la ciudad.

El tres de mayo a medio día, se organizó una manifestación popular multitudinaria, que recorrió algunas calles de la localidad, finalizando en la Plaza del Arco, frente al Ayuntamiento. Al frente de la misma iba el exdiputado a Cortes Guerao de Revenga, los presidentes de los centros populares y los representantes de la industria y el comercio local, así como representaciones de los pueblos de la Comarca, quienes dieron vivas al Rey y pidieron la dimisión del Gobernador. Pidieron que hiciera uso de la palabra el exdiputado Revenga, quien hilvanó un discurso pacificador pero muy duro contra la primera autoridad provincial, y el Ayuntamiento, reunido durante toda la mañana, acabó presentando su dimisión en pleno, con el alcalde a la cabeza. Todo terminó a la hora de la “Procesión del Baño”, a la que los asistentes a aquella se fueron para ver bajar a la Stma. Cruz camino del Templete.

Aquello tuvo su repercusión en la prensa regional, que el día nueve siguiente afirmaba que la Casa Consistorial seguía cerrada, y que desde Caravaca se había enviado una enérgica protesta escrita el Ministro de Interior pidiendo la dimisión del Gobernador. Intervino en el asunto el ministro Bergamín, quien aprobó (como no podía ser menos) la decisión gubernativa; y todo concluyó tras pagar el Ayuntamiento se deuda del “contingente” a la Diputación Provincial, tras la reunión celebrada en el Gobierno Civil entre su titular, los diputados nacionales Llovera y Maestre Zapata, el Senador Vitalicio Isidoro de la Cierva y el Presidente de la Diputación Sr. Escribano.

El Gobernador se mostró comprensivo, y pidió al alcalde y al resto de los concejales que volvieran a sus puestos, lo que hicieron y todo volvió a la normalidad en la ciudad, aunque por poco tiempo pues días después, el 20 de mayo dio comienzo una huelga de alpargateros que, el 3 de junio aún no había llegado a su fin. Pero de ello y sus consecuencias me ocuparé en otra ocasión.

La corrida de novillos del 3 de mayo no se celebró, de hecho no la menciona Paco Fernández en su libro “Toros en Caravaca” (Caravaca, “Cajamurcia”, 2005. Pag. 113), pero la reacción popular, a todas luces desproporcionada, no fue sino un ejemplo más del malestar social entre la población, que se manifestaba en cuanto había un motivo para la protesta, por insignificante o importante que este fuera.

 

 

 

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