Ya en la calle el nº 1040

La violinista Ana Morenilla

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Ana María Vacas

A lo largo de esta entrevista, me ha sido  imposible hablar de Ana Morenilla y no hacerlo de Manuel Montiel, porque sus vidas están entrelazadas de una manera tan especial que ha cada frase podía escuchar su nombre, sirva de paso este enorme afecto para mantener fresco en nuestra mente su recuerdo siempre vivo.

Ana Morenilla
Ana Morenilla

Describir a una persona tan joven, 18 años. tiene sus riegos, ya que su personalidad está formándose, pero creo que va a ser un reto hacerlo pues desde hace muchos años he podido seguir su trayectoria y he sido testigo de su evolución y su desarrollo en el campo musical dentro del Conservatorio” Leandro Martínez Romero” de Caravaca en el cual comenzó  a la edad de cinco años.

Ana es una persona muy discreta y un poco insegura, pero eso está contrarrestado por su enorme talento, que si ninguna duda muestra cuando toca el instrumento de su vida, el violín; escucharla es un verdadero placer, tan fiel a sus enseñanzas, en sus manos se puede reconocer el genuino sonido del que fue su maestro, Manolo Montiel,  esto  es reflejo sin ninguna duda de  su compromiso y que ha sabido aprovechar cada uno de los conocimientos que le transmitió;  Fue  su profesor desde el mismo año que comenzó en el Conservatorio ayudándola a crecer como músico, (consiguiendo que venciera sus miedos escénicos), tanto como su amigo, compartiendo su desarrollo como persona. Como no podía ser de otra manera, Raúl Batomeu tomo ese relevo hasta conseguir que ella pudiera superar sus momentos más críticos, importantísimo punto de partida para conseguir que su interés por este instrumento no decayera. Este cúmulo de circunstancias personales le ha hecho madurar de una manera acelerada a esta joven con enorme sensibilidad, que nos muestra en este presente su lado más amable.

Pero ella tiene un aliado para superarlo todo, la música, para Ana  es su oxígeno. Siente que cuando toca el violín  se ordena  su vida  alcanzando un equilibrio que da sentido a todo,  ayudándole además a expresar las emociones tan intensas  que lleva dentro. La persona que la escucha puede percibir  claridad, limpieza, y emoción de su sonido, esa sensibilidad tan perceptible la sitúa en el  mundo de la música como su universo perfecto, donde se reconoce; controla el instrumento dejando que expresividad fluya  de una manera muy sentida, pero a la vez   si lo requiere en algún instante, puede ser arrebatadora.

No cree en la competición y concursos especializados, siente que  no son justos por ello nunca ha querido, y tampoco ha sido coaccionada o presionada para realizarlos.

Su versatilidad la demuestra participando en todo aquello que le proponen. Ha tenido la suerte de mamar desde pequeña la música tradicional, la cual empezó a tocar a la edad de 9 años, con la Hermandad de las Ánimas de Caravaca de la Cruz, en la cual participa su padre. La música tradicional o folclórica le ha hecho imprescindible en los actos tanto de las pedanías como en los círculos musicales más especializados;   comprende desde su transmisión oral hasta su ejecución y eso nos hace visible su compromiso y su verdad en el momento de la interpretación. Además de tocar el violín, estudia otros instrumentos como el piano, el saxofón y el ukelele.

Considera el Conservatorio “Leandro Martínez Romero” su segunda casa, y siente una enorme afinidad con todo el profesorado y compañeros sintiéndolo como su propia familia. Pero su exigencia personal la lleva a querer conocer los estudios musicales con otros profesores y comienza a los 16 años a dar clase con Ana María Valderrama ganadora del concurso “Sarasate” y una de las mejores violinistas de la actualidad residente en Madrid.  Disfruta con la enseñanza que recibe para mejorar su técnica, ya que dicha profesora intenta trasmitir todo lo que sabe a sus alumnos de una manera incondicional. Ha realizado numerosos  cursos de verano para completar su formación, tanto con el Conservatorio como  en los campamentos o concentraciones de verano que realiza la JONOMUR (Orquesta de Jóvenes del Noroeste); pero la diversión no está reñida con el esfuerzo, destaca entre estos  el realizado en  Elche, donde estuvo en  la Iypo (campamento de Orquesta) con un trabajo de estudio de nueve horas diarias, pero disfrutando con la música que en todo momento llena su vida.

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