Ya en la calle el nº 1040

La Vera Cruz bendice en el ritual del Conjuro los campos caravaqueños en el inicio del otoño

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Fiel a su cita, la llegada del otoño viene acompañada por uno de los rituales más antiguos de los que se celebran en torno a la Vera Cruz, junto al Baño de la Cruz y la bendición del vino y las flores: la bendición de la naturaleza. El acto tuvo lugar en la tarde de ayer, a las 19:00 horas, en la capilla de los Conjuros.

La ceremonia, de la que se tienen referencias ya en el siglo XVI, conserva desde entonces el sentido de protección de las cosechas frente a los fenómenos meteorológicos adversos que pudieran dañarlas, conjurando a los cuatro elementos de la naturaleza, agua, fuego, tierra y aire desde las cuatro ventanas con las que cuenta la capilla.

La bendición de la naturaleza consta de tres partes, como explica el rector de la Basílica, Emilio Andrés Sánchez Espín. “La primera se realiza en la iglesia, donde se hace una acción de gracias por la luz; el fuego, tomando esa luz del cirio Pascual que se bendice en la vigilia Pascual”. Con esa llama se encienden dos velas que portó en un candelabro el hermano mayor de la Cofradía de la Vera Cruz, Luis Melgarejo, y se ascendió a la capilla de los conjuros. Ya en ella, el sonido de la campana del conjuro marcaba a las 19:00 horas el inicio de la oración del Credo.  Posteriormente el sacerdote realizaba las oraciones desde las cuatro ventanas orientadas a norte, sur, oriente y occidente, inciensando y aspergiando.

En este punto la Cruz salía al deambulatorio y el rector recitaba en latín la oración que comienza con las palabras “Ecce Lignum crucis fugite partes abversae”, “he aquí el leño de la cruz, huir tempestades malignas”. Desde el deambulatorio, en torno a la bóveda de la Basílica, bendecía los cuatro puntos cardinales.

Terminada la bendición, en procesión se regresaba a la iglesia, donde tenía lugar una bendición final y los asistentes tuvieron la oportunidad de adorar la sagrada Reliquia.

Frente a granizadas, tormentas, vientos o lluvias torrenciales el sacerdote realizaba antaño el conjuro tres veces al día, por la mañana, al mediodía y al atardecer, durante los meses de primavera y otoño. En la actualidad la bendición de la naturaleza se realiza en dos ocasiones a lo largo del año, coincidiendo con el inicio del otoño y la llegada de la primavera.

 

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