Ya en la calle el nº 1040

La quinta esquina, de Izraíl Metter

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

BASILIO PUJANTE CASCALES

Debemos congratularnos de que Libros del Asteroide haya recuperado esta estupenda novela del ucraniano Izraíl Metter. Publicada originariamente en 1989, la obra fue redactada, sin embargo, en 1967, pero la crítica al stalinismo que encerraba hizo que permaneciera inédita durante esas dos décadas. Su aparición, que coincidió no casualmente con el desmLa quinta esquina, de Izraíl Metterantelamiento de la Unión Soviética, convirtió a Métter y a su novela en un fenómeno de culto en buena parte de Europa. Un cuarto de siglo después podemos afirmar que su vigencia sigue intacta gracias a la absoluta modernidad que aún hoy destilan sus páginas.
La quinta esquina narra de manera desordenada y parcial la vida del narrador, Boria, personaje que podemos considerar un trasunto del propio autor. Desde su madurez recuerda algunos de los episodios más importantes o significativos de su vida y traza una historia personal que se va mezclando con los grandes acontecimientos de su país. Estos jamás ocupan el primer plano de la novela, sino que funcionan más bien como trasfondo o como punto de fuga del verdadero meollo del libro: la trayectoria vital de Boria. Así, la Unión Soviética surgida de la revolución de 1917, las purgas estalinistas o el sitio de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial son sólo situaciones a las que Boria tendrá que adaptarse.
La novela va siguiendo al protagonista por las sucesivas ciudades en las que ejerce su trabajo de profesor, puesto que desempeñará con una gran vocación pero sin el título necesario, ya que es rechazado varias veces en la universidad por motivos burocráticos e ideológicos. En su periplo irá conociendo distintas realidades de la sociedad soviética y vivirá de cerca las consecuencias de la opresiva dictadura estalinista. Con la perspectiva de los años reflexiona sobre algunos aspectos de la Unión Soviética de Stalin como la delación, “habían afilado el arte de la denuncia hasta obtener el brillo de un cuchillo” (pág. 155), o la personalidad del líder supremo, al que compara con un Dios “omnipotente y omnipresente”.
El componente crítico del libro, que provocó su ostracismo durante veintidós años, posee un peso menor que las reflexiones o los episodios de índole personal. Es ahí donde destaca el personaje de Katia, una alumna a la que Boria conoce siendo ambos muy jóvenes y de la que estará enamorado durante las dos siguientes décadas. Su relación es extraña, sinuosa y esencialmente platónica ya que, salvo en un periodo vacacional muy breve, jamás estarán juntos. Sin embargo, Boria siente una atracción irrefrenable hacia Katia que lo lleva a fracasar en sus propios matrimonios o a hacerse amigo del segundo esposo de ella, un mediocre actor que hace carrera gracias a su parecido con Stalin.
La modernidad del libro a la que hacíamos referencia se sustenta en su carácter de híbrido entre ficción y autobiografía; son varias las coincidencias entre la vida de Boria y la de Izraíl Métter (su origen judío, la imposibilidad de acceder a la universidad, su labor como docente) que apuntalan este rasgo y que hacen que estemos ante un libro sorprendentemente actual. Una obra que merece la pena descubrir y en la que encontramos al autor enfrentándose cara a cara (a veces se desdobla y aparece el Boria joven charlando con el narrador maduro) con los dilemas que surgen al rememorar su experiencia vital.

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