JAIME PARRA
Juana Moya, profesora de Física y Química en IES Emilio Pérez Piñero, de Calasparra ha realizado un estudio de la concentración de CO2 en distintas aulas de un Instituto de Secundaria, planteando diversos escenarios, para conocer la calidad del aire y poder determinar qué necesidades tiene el aula para conseguir una ventilación adecuada y, así, minimizar el riesgo de contagio por aerosoles de la COVID-19.
Para esta investigación Juana Moya ha utilizado un detector de dióxido de carbono por infrarrojo.
A primera hora de la mañana, antes de iniciarse la jornada docente, se colocaba el detector de CO2 en un lugar idóneo y se daba instrucciones a los alumnos de qué debían hacer con la apertura de ventanas y puertas durante todas las sesiones. Juana Moya planteó diversos escenarios: con las ventanas abiertas o semiabiertas, al igual que la puerta abierta; ventanas abiertas en el recreo o en los cambios de clase, etcétera.
Tras finalizar su estudio, llegó a las siguientes conclusiones:
1.Si se mantienen las puertas y ventanas abiertas durante toda la jornada lectiva la ventilación está asegurada, aunque la densidad de ocupación del aula sea alta (lógicamente, la concentración será menor cuanto menor sea el número de personas dentro del aula).
2.Cuando el frío no permita la situación ideal anterior, se debe mantener siempre la puerta abierta, abrir las ventanas durante los intercambios y recreos e instalar un detector de CO2 en cada clase con alarma en las 900 ppm y apertura de ventanas hasta que baje a las 600 ppm. Con este intervalo se evita abrir en muchas ocasiones las ventanas durante la sesión.
3.Si no se dispone de detectores de CO2, se propone mantener siempre las puertas de las aulas abiertas y abrir las ventanas de par en par durante los intercambios y recreos y en mitad de cada sesión durante un intervalo mínimo de 5 minutos.
4.Se ha detectado que para ciertas aulas no es suficiente y se les ha comunicado a sus usuarios que deben incrementar el tiempo de ventilación o mantenerlas abiertas durante toda la sesión.
Juana Moya, gracias a su estudio, también ha constatado:
– Disminuir el número de alumnos en un aula a la mitad mejora considerablemente la calidad del aire del aula.
– Mantener ventanas semiabiertas durante toda la jornada no es suficiente para una ventilación adecuada.
– La apertura de las ventanas en los intercambios de clase y en los recreos es necesario, pero no es suficiente para que el aire sea de buena calidad.
– Cerrar la puerta del aula no es conveniente, aunque algunas fuentes hablen de una concentración de CO2 en los pasillos al mantener abierta la puerta.
– El encendido de la calefacción mitiga considerablemente el frío, aunque se utilice durante un tiempo similar al anterior a la crisis sanitaria (no supone un coste adicional).
– Es aconsejable hacer rotar al alumnado de cada aula semanalmente en sus posiciones para evitar que estén siempre los mismos al lado de las ventanas y repartir el sacrificio.
– Los purificadores con filtro HEPA son un complemento perfecto para la correcta ventilación de las aulas porque eliminan en una gran proporción las bacterias y virus del aire, pero nunca podrán ser un sustituto de esa ventilación.
Unas conclusiones que podrían extrapolarse a otros centros similares al IES Pérez Piñero, por lo que la profesora Juana Moya, que se encuentra a la espera de que alguna revista científica quiera publicar su estudio, se pone a disposición de los mismos.
