Ya en la calle el nº 1040

La mujer rural y el despoblamiento en Caravaca

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

ENRIQUE FUENTES/CONCEJAL SOCIALISTA DE AYUNTAMIENTO DE CARAVACA

El pasado 15 de octubre se celebraba el día que la ONU tiene establecido para el reconocimiento del papel que tienen las mujeres en el medio rural en todo el mundo.

El éxodo de la población rural en lo que podemos llamar la Caravaca vacía, ocurre como en muchas zonas rurales de España desde la segunda mitad del siglo pasado. Las mujeres, más que los hombres, han sido protagonistas en la iniciativa de buscar otro medio, en la mayoría de los casos por pura necesidad de supervivencia. Con ellas se fueron sus familiares dejando atrás el territorio que los acunó y muchos de los saberes populares, algunos de ellos ya irrecuperables. También dejaron el rico patrimonio arquitectónico que les diera albergue y que en muchos casos está ya en el suelo o en estado ruinoso.

La mujer ha tenido siempre más dificultades para acceder al mercado laboral del entorno rural, quedó relegada a las labores domésticas, crianza de los hijos, cuidado de los ancianos y enfermos, además de otras tareas marginales y coyunturales de la propia actividad agraria que les hacía asumir, con frecuencia, responsabilidades más diversas y duras que las realizadas por los hombres. Los continuadores de las explotaciones agrarias familiares han sido, tradicionalmente, los hombres; y aunque algunas de las ayudas al sector agrario favorezcan a las mujeres, siguen siendo pocas de ellas las que asumen la gestión de dichas explotaciones.

La participación de la mujer del medio rural en la política o en otros procedimientos de toma de decisiones ha sido escasa o nula; su influencia en este sentido, aunque determinante a veces, ha ocurrido de forma poco visible, se ha ceñido casi en exclusiva a su ámbito familiar al acaparar los hombres los puestos de representación y mando; ninguna mujer desempeña en la actualidad cargo alguno de representación en las organizaciones profesionales agrarias implantadas en el municipio.

Si, además, comprobamos que las pretensiones y decisiones de planificación familiar y sobre la educación de los hijos —que en el medio rural son asumidas casi siempre por la mujer— se han visto con frecuencia afectadas por una oferta laboral poco atractiva, cuando no inexistente, es más que comprensible la partida de las mujeres rurales hacia las ciudades y con ellas todo lo que va detrás.

Un aspecto positivo dentro de éste proceso es que, mientras los varones jóvenes se han incorporado prematuramente al mercado laboral ante la posibilidad de continuar con la explotación agraria gestionada por el padre, son muchas las mujeres jóvenes que, como vía de escape para no seguir con el estilo de vida de sus madres y animadas muchas veces por ellas, han optado por marcharse a realizar estudios académicos o trabajar fuera del entorno rural. Esto ha ocasionado que haya bastantes mujeres de origen rural con titulación académica y profesional, incluso a veces universitaria, cuya preparación las capacita, si se dieran las condiciones adecuadas, para emprender actividades económicas en sus lugares de origen, donde pueden conservar aún propiedades u otros vínculos. Esto ya está ocurriendo en algunos lugares de España en los que el medio rural se está adaptando a nuevas demandas del mercado como pequeñas industrias agroalimentarias, textiles, artesanales, turismo, o productos de proximidad, entre otros, lo que puede contribuir a revertir la situación de despoblamiento.

Mucho se ha escrito sobre los programas de desarrollo rural, sobre la necesidad de dotar de infraestructuras y equipamientos y de potenciar el sector servicios para mejorar la calidad de vida de los habitantes del medio rural y fijar la población en el territorio, pero, aun siendo eso necesario, si han sido las mujeres las que han tomado la iniciativa en el éxodo, son ellas las que mejor pueden revertir esta situación. Por eso, las políticas que verdaderamente pueden corregir el despoblamiento rural son aquellas que tengan en cuenta la especial relevancia de las mujeres en el desarrollo de las zonas rurales, con políticas activas y participativas que propicien un desarrollo sostenible.

Si desde las administraciones públicas fuéramos capaces de conseguir que las mujeres rurales concilien la vida profesional y familiar con la implementación de políticas públicas progresistas con perspectiva de género, si posibilitamos que desarrollen su cualificación profesional y académica en el propio entorno rural del que proceden, quizá contribuyamos a que las hijas y las nietas de las mujeres que en su día se marcharon de Los Royos, El Moralejo, El Retamalejo, La Capellanía, La Junquera, El Hornico o El Tartamudo, entre otros, sean ahora las protagonistas del repoblamiento de nuestro medio rural.

 

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