Ya en la calle el nº 1037

La lotería y el estanco de Doña Rosa

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José Antonio Melgares Guerrero/Cronista Oficial de Caravaca y de la Vera Cruz.

En los primeros años veinte del pasado siglo, abrió sus puertas en la calle Nueva de Caravaca, la primera administración de loterías conocida en tiempos modernos, concedida por el Estado a Dª. Rosa Bañón Pascual, como viuda de D. Mariano García-Esteller Guijarro, de La Puebla de D. Fadrique, quien había fallecido, el 12 de enero de 1915, como consecuencia de las secuelas que su cuerpo padecía al haber luchado, como oficial de alta graduación, en la Guerra de Cuba. La concesión estatal de la venta de loterías, como se sabe, entonces y durante mucho tiempo, se materializaba en las viudas y descendientes de víctimas de la guerra o participantes en conflictos bélicos como la denominada División Azul.

Billete de lotería de 1941
Billete de lotería de 1941

Aquel inicial establecimiento, del que apenas queda recuerdo en la memoria de los mayores, se trasladó, con el paso del tiempo, al número 19 de la actual calle del pintor Rafael Tejeo, en inmueble alquilado a Dª. Caridad Rodríguez, donde también estableció su domicilio la inquilina, quien vivía con sus hijos: Adalsinda, Liliadora, Rufino, Rosa, Mariano, Maruja, Pilar y José Luis. La expendeduría de lotería era un habitáculo rectangular, de unos veinticinco metros cuadrados, dividido en dos espacios (uno público y otro privado), separados por un mostrador de madera en su color, sobre el que se disponía una cristalera de vidrio esmerilado, con una ventanilla para atender al público. En la zona privada una mesa camilla, dos sillas y una estantería eran los únicos muebles, pendiendo de las paredes las listas de los últimos sorteos.

El negocio de la lotería dejaba a los expendedores poco margen económico, que solía oscilar entre el 5% en los sorteos normales y el 2% en el extraordinario de Navidad, por lo que simultáneamente se concedió a Dª Rosa la venta de tabaco y sus asociados, como cerillas, papel de fumar, encendedores de mecha y piedras de mechero (que se conservaban en pequeños frascos de vidrio), así como sellos para el franqueo postal. El tabaco se ofrecía a los clientes en los denominados CUARTERONES, o paquetes cuadrados para liar, y se obtenía en el almacén de Vicente Laborda los días de saca que correspondían a cada estanquero.

La lotería venía de Murcia, en grandes sobres que contenían los billetes que se dividían, como ahora, en décimos, sellados en su parte trasera con el sello propio de cada expendeduría. Se vendía en el mismo lugar y también a través de vendedores ambulantes como EL PÍO ó EL CARAMELO entre otros, y en ocasiones la propia Dª. Rosa hacía participaciones de cincuenta ctmos. o una peseta, para compradores de poco poder adquisitivo. En el trabajo diario ayudaba a Dª. Rosa, como empleada, Anita (la hija de Dª. Lucía), encargándose de la limpieza del local la popular Paca, a quien se consideraba de la familia.

Había clientes abonados a un número concreto. Ejemplo de ello era el comerciante Pepe Mané, quien jugaba en todos los sorteos el 41.913, número que tocó en el sorteo ordinario que debía celebrarse el sábado siguiente a la muerte del general Franco, en noviembre de 1975 (el cual extraordinariamente, y por la razón referida, tuvo lugar el lunes siguiente). Otros números asiduos de abono, que no hemos podido constatar a quienes pertenecían, eran el 8.005, el 16. 371 y el 6.219.

En fecha indeterminada, en torno a 1945, Dª Rosa dio el Tercer Premio de la Lotería de Navidad, que lo había vendido en participaciones El Rojo (cobrador, como se sabe, del coche de línea Caravaca-Huéscar: el célebre Correo de Huéscar), entre clientes habituales de aquella localidad granadina y de Puebla de D. Fadrique. Pocos días después del sorteo, en un coche Citröen, modelo popularmente conocido como el Once Ligero se desplazaron hasta Caravaca, desde Murcia, dos funcionarios de la entonces Delegación de Hacienda, acompañados de una pareja de la Guardia Civil, y en presencia del alcalde (a la sazón Antonio Guerrero Martínez), y el director del Banco Español de Crédito, hicieron entrega a Dª Rosa, en su propia casa, de los tres millones de pesetas del premio (según puede apreciarse en la ilustración), lo que constituyó un acontecimiento de primer orden en la ciudad, aunque muy pocos se vieron beneficiados de aquel.

La avanzada edad de Dª Rosa motivó el subarriendo de la expendeduría y estanco a otra empleada suya: La Justa, a mediados de los años cincuenta, trasladándose entonces la misma a la Cuesta del Cinema, o de la Plaza, donde los de mi generación la conocimos, concluyendo la actividad lotera el 11 de noviembre de 1965, al fallecer la propietaria. Fue entonces, cuando en virtud de la legalidad vigente, y por sentencia del Tribunal Supremo (BOE de 21 de julio de 1987), se prolongó la concesión, durante un periodo concreto de tiempo, en la persona de su hijo Mariano García-Esteller Bañón (volviendo a su antigua ubicación en la C. de Rafael Tejeo), quien la administró hasta 1968 en que ésta pasó a otras manos, si bien La Justa siguió con el negocio de tabacos y sus asociados, hasta su jubilación.

Los lunes, por el mercado, siempre fue el día de mayor movimiento económico en la Lotería y estanco de Dª. Rosa, lugar en cuyas inmediaciones tenían su parada, como recordará el lector entrado en años, los coches de línea de Moratalla, Huéscar y Los Royos (frente a La Tercia, la Casa de la Virgen y la talabartería de José María respectivamente).

Doña Rosa se llevó a la tumba la relación de muchas anécdotas relacionadas con el estraperlo del tabaco, en una época de racionamiento del mismo, en que se adquiría con cartillas. De la relación de confianza mutua entre ella misma y los vendedores ambulantes, quienes se llevaban la lotería al fiao; y de los clientes a los que escrupulosamente guardaba sus números de abono y quienes los retiraban pasado el tiempo, abonándolos estuvieran o no premiados. De aquel tiempo no queda memoria de robo ni extorsión alguna, aunque todos sabían que Dª. Rosa, hasta el ingreso del dinero en el banco, siempre permanecía en su propio domicilio, sin muchas medidas de seguridad por cierto. A la Lotería y Estanco de Dª. Rosa siguieron otros negocios de similar naturaleza con el paso del tiempo, pero de su actividad en otra ocasión nos ocuparemos.

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