Ya en la calle el nº 1037

La huelga de alpargateros de 1920 (3ª Parte): «Contra la razón y la justicia, ni nada ni nadie»

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Francisco Fernández García/(Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz)

En anteriores entregas hemos rememorado el desarrollo de la industria alpargatera durante las primeras décadas del siglo XX en nuestra ciudad y como el descontento de los trabajadores de este sector dio origen a una significativa huelga, declarada el 18 de mayo. Habíamos dejado la historia en el momento culminante, con cientos de obreros marchando hacia Murcia, como medida de presión para forzar una negociación entre las partes que pusiera fin al problema, y con el compromiso del alcalde de solucionarlo en el acto. En Bullas, los obreros fueron informados del compromiso adquirido por el alcalde, por lo que decidieron regresar a Caravaca. A su llegada hubo una reunión en la Casa del Pueblo en loa que los obreros agradecieron el buen trato y apoyo recibido por los vecinos de Cehegín y Bullas, donde «fueron objeto de las mayores deferencias y atenciones».

El empeño del alcalde para poner fin al conflicto fue fundamental en este momento y su orden para que todas las fábricas abriesen el lunes 15 y los obreros que quisieran volviesen al trabajo fue efectiva, solucionándose con ella momentáneamente el conflicto. Hasta ahora su papel había sido muy discreto, aunque hay que tener en cuenta que cuando se inició la huelga no ocupaba la alcaldía ya que había dimitido el 3 de mayo y no tomó de nuevo posesión del cargo hasta el 26 de ese mismo mes y la huelga había comenzado una semana antes, el 18, y también el fallecimiento de su padre por lo que tuvo que desplazarse unos días a Madrid.

Así pues, el día 15 volvió todo a la normalidad, pero ¿qué fue lo que realmente sucedió para que solucionase tan rápido un conflicto que duraba ya casi un mes y que en las últimas semanas se había radicalizado bastante? El diario La Verdad informó el día 16 de la terminación de la huelga detallando el entusiasmo existente en la ciudad: «Caravaca entera hoy respira alegre y satisfecha, viendo concurridos sus famosos mercados semanales y las calles mostrando la natural animación que da el trabajo diario de los honrados y buenos obreros», y agradeciendo la participación de ciertas personas en las negociaciones, pero sin hacer referencia al posible acuerdo conseguido: «Tanto patronos como obreros dieron pruebas de alto juicio, cordura reconocida y amor ardiente a su patria chica, merecedora de todos los respetos y enaltecimiento. Dispuestas, con nobilísima y elogiada lealtad, sus respectivas actitudes y de contradicción y lucha social, ha renacido venturosamente una gran calma en todos los ánimos, antes tan excitados, fraternizando elementos patronales y obreros una concordia franca, digna de calurosas alabanzas».  Según La Correspondencia de España, «Las pérdidas por falta de producción durante la huelga pasan de 3.000.000 de pesetas».

Al día siguiente, 17 de junio, El Liberal publicó un artículo titulado “Contra la razón y la justicia, ni nada ni nadie” firmado por Tomás López Guerrero en el que detalla los logros alcanzados por los obreros «la elevación del treinta por ciento y reconocimiento del Sindicato». Sin embargo esta afirmación fue rápidamente desmentida por el presidente del Centro Industria Alpargatera, don Diego Hernández, en una carta que El Liberal publicó el día 23: «Nada de esto fue la base del conflicto, ninguno de estos puntos se tuvieron en cuenta para llegar a la normalidad, ya que ella fue debida a un bando publicado por el señor alcalde, ordenando la apertura de las fábricas y la vuelta al trabajo de los obreros, en las mismas condiciones que antes de provocarse el conflicto». Así pues, y teniendo en cuenta este último testimonio que no fue desmentido por nadie posteriormente, parece ser que todo lo sucedido en el último mes no había servido para nada, en todo caso para fortalecer la postura de la patronal. El Sindicato Católico de producción Alpargatera comenzó a recibir cartas de distintos lugares de España solicitando el envío de su reglamento para crear otros similares, mientras que en Caravaca crecía diariamente el número de afiliados «este sindicato progresa a pasos agigantados hasta el punto de poder admitir por ahora mas obreros por insuficiencia del local, a pesar de ser este grande». A pesar de la vuelta al trabajo, continuaba el malestar de los trabajadores y la situación se hacía mas tensa cada día hasta que el 1 de julio declararon una nueva huelga, en solidaridad con los obreros alpargateros de otras ciudades que estaban en huelga y también pidiendo un aumento de jornal. Al conocer la noticia, el alcalde envió el siguiente telegrama al Gobernador Civil: «Los obreros alpargateros, excitados por los de Elche, Aspe y otros puntos se han declarado en huelga reclamando un aumento de jornal. Urge se concentre fuerza de guardia civil para garantizar el orden público y la libertad del trabajo». El gobernador atendió la petición e incrementó el número de guardias civiles destacados en Caravaca. La participación en esta huelga fue mucho menor y además algunos trabajaban en sus casas para evitar enfrentarse con los piquetes, volviendo a repetirse algunas situaciones abusivas: «En la casa cuartel de la guardia civil, se ha presentado Fernando Martínez García, de oficio alpargatero, denunciando que al dirigirse a su casa con dos docenas de suelas procedentes de la fabrica de Francisco Pozo, le han salido al encuentro varios individuos quitándole el material y amenazándole de muerte». Poco a poco el personal fue incorporándose al trabajo por lo que a mediados de julio se podía afirmas que el conflicto había desaparecido. Mientras tanto en otros lugares donde los alpargateros seguían en huelga se extendió la noticia de que los de Caravaca habían vuelto al trabajo al conseguir ciertas mejoras, por lo que el Gobernador Civil de Murcia telegrafió al ayuntamiento de Elche «desmintiendo tal información, pues los obreros volvieron al trabajo en las mismas condiciones que estaban antes, a reserva de que a la terminación de la huelga de Elche se les apliquen las mejoras que logren los alpargateros ilicitanos».

Con la promesa por parte de la patronal de algunas mejoras en el futuro se mantuvo la situación durante el mes de agosto, pero a comienzos de septiembre los alpargateros anunciaron para el día 4 el comienzo de una nueva huelga, “fundan el paro en no habérseles concedido ciertas mejoras de aumento de sueldo y variación de horario de trabajo que tenían solicitado”. La huelga comenzó, ofreciéndose nuevamente el alcalde a actuar como mediador, convocando reuniones para tratar de poner fin definitivamente al conflicto: “La huelga de la industria alpargatera sigue sin resolverse hasta la fecha; pero se dice que mañana, en la entrevista que tendrán patrones, obreros y alcalde, es seguro que se solucione”. Y efectivamente se solucionó, el alcalde repitió la actitud autoritaria que tan buen resultado le había dado en la primera fase de la huelga de modo que pocos días después y sin mejoras para los trabajadores, el alcalde anunciaba la terminación de la huelga: «El alcalde de Caravaca comunica que por efecto de las gestiones particulares por él practicadas han vuelto al trabajo la mayoría de los obreros alpargateros de dicha población, sin condiciones».

La huelga de alpargateros en Caravaca durante el verano de 1920 no alcanzó el éxito que los obreros perseguían, tan solo con promesas por parte de la patronal, que desconozco si alguna vez se cumplieron, pero sirvió de base al desarrollo del movimiento obrero en nuestra población, que poco a poco iría afianzándose y adquiriendo fuerza y representatividad a lo largo de la década siguiente. En su momento de mayor incidencia la huelga fue seguida por 4.000 trabajadores, y eso, en una ciudad como Caravaca, supuso una incidencia enorme, poniendo de manifiesto las pésimas condiciones laborales y los bajísimos salarios que sufrían los obreros de este sector, no teniendo otro camino que plantarse y exigir mejoras a la patronal. Si no lo consiguieron no fue por falta de sacrificio, esfuerzo y razón, sino por falta de previsión, ya que no imaginaron que la huelga pudiera alargarse hasta el punto de terminar con los escasos recursos que tenían para su mantenimiento y, sobre todo, que la patronal no iba a atender sus peticiones, siendo totalmente respaldada por las autoridades, mas propensas a favorecer los intereses de los patronos que los de los obreros.

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