Ya en la calle el nº 1037

La Fábrica de los Alemanes

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JOSÉ ANTONIO MELGARES/Cronista Oficial de la Región de Murcia

En la carretera de Granada, frente al actual emplazamiento de la «Opel», vino funcionando durante muchos años a lo largo de la segunda mitad Interior de la Fábrica de los Alemanesdel pasado siglo, la CIOC (Cooperativa Industrial de Obreros Caravaqueños), conocida popular y cariñosamente entre la población como La Fábrica de los alemanes, cuyos orígenes hay que situarlos en la ciudad alemana de Frankfurt donde, periódicamente, obreros emigrantes caravaqueños en aquel país se reunían con D. José Sebastián de Erice, embajador de España en Bon en los años 60 y 70 pasados.

Como se sabe, la familia Sebastián de Eric, con raíces y posesiones en Caravaca, atendió en sus diversos destinos diplomáticos peticiones y necesidades de instituciones y particulares locales, siempre con cariñosa atención y desvelo. En Alemania, D. José, en sus encuentros con emigrantes de aquí como Magín, Maroma, Juan Antonio «el Triqui», Eduardo Espa y otros, leas animaba a emprender la aventura de montar una empresa-cooperativa en Caravaca que pudiera evitar la salida de tantas personas en busca de trabajo a países extranjeros.

Le hicieron caso y primeramente pensaron en montar una fábrica de cemento (que finalmente se construyó por otras personas en Lorca y ahora acaba de demolerse por obsoleta). El Ayuntamiento local, presidido entonces por Amancio Marsilla Marín, puso pegas por la contaminación que produciría en las inmediaciones de su ubicación geográfica. Luego se decidieron por una fábrica de géneros de punto, ya que no había ninguna industria de esta naturaleza en toda la entonces provincia de Murcia.

Se desplazó una comisión a Caravaca y vieron un gran solar en la Venta de Cavila que el Ayuntamiento rechazó siendo ya alcalde Pepe Gómez. Finalmente el Concejo les cedió un terrero de su propiedad, de 2.200 metros cuadrados, a pagar en 30 años en cuotas periódicas muy bajas, terreno que en 8 años pagó la incipiente empresa, liquidando con la Corporación Municipal.

Las gestiones realizadas hasta ahora tuvieron lugar entre 1965 y 1968, siendo en este último año cuando, terminada la construcción de la nave en el terreno ya indicado, se vino el núcleo fuerte del grupo, compuesto por 30 personas comandadas por Pepe «el Pereto», constituyéndose la cooperativa de la que fue primer presidente Magín, jefes de administración el «Pereto» y el «Triqui» y jefe de oficina Antonio (hermano del «Triqui»).

El Ministerio de Industria les asignó un técnico de apellido Armengol, para comenzar a fabricar con máquinas manuales que llegaron de Mataró y Sabadell por medio del embajador Sebastián de Erice. El técnico mencionado les enseñó a hacer el punto liso, el calado y el inglés, con lo que se compuso el primer muestrario para salir al mercado.

La nueva y flamante empresa cooperativa consiguió una subvención de tres millones de pesetas, con cuya cantidad comenzó a andar holgadamente, uniéndose al grupo de emigrantes regresados gentes de la ciudad.

Con el primero muestrario en la calle, a finales de 1968 se incorporó a la administración de la empresa Francisco Pérez Párraga, quien venía de la emigración en Francia y, aunque el mercado aceptó la fabricación caravaqueña las ventas no se producían al ritmo deseado. Los proveedores estaban en Sabadell y Mataró y el transporte de los materiales los efectuaba la empresa local «Transportes Navarro».

La primera crisis se planteó en 1972 llegándose a pensar en la disolución, a lo que se opuso un grupo entre quienes figuraron Francisco Pérez Párraga, Antonio Pérez de la Cierva y las hermanas Maravillas y Felicia Sánchez Martínez entre otros. De aquel grupo salio la nueva directiva en la que continuó Magín de presidente, incorporándose Pascuala Guirao como secretaria general, Francisco Pérez como tesorero y jefe de producción, y como vocales Antonio Pérez de la Cerda, Manuel Sánchez Marín, Tomás García y Eusebio López entre otros; contratándose como médico de la empresa al Dr. D. Manuel Ledesma y como contable a Antonio Martínez Iglesias a quien sucedió Rosendo López Bolt.

Se entró en contacto con un almacenista de Hellín, de nombre comercial «Serna Cantó», que se constituyó en el primer y más importante cliente de la CIOC. Les apretó lo suyo pero la empresa logró encajar las primeras 10.000 prendas en dos modelos diferentes, aunque perdiendo dinero y casi doblando el rendimiento. Fue la época de trabajo más duro, prolongándose el horario laboral a diez horas diarias en dos turnos que hacían los propios cooperativistas sin empleados externos. Las mujeres se encargaban del cosido y los hombres manejaban los telares. Se contrató a un experta estilista malagueña («doña Carmen»), quien se dio prisa en preparar nuevos muestrarios, y se buscaron representantes dentro y fuera de la Región. Entre los primeros a Paco Jiménez «Paquincho», quien servía a los únicos vendedores de Caravaca: «Nuevas Galerías» y «Los Guiraos». Entre los representantes de fuera Antonio «el Perolas», Manuel Gallardo en Barcelona y Milán, Pepe Sánchez-Guerrero en Bilbao y otros en Granada, Palma de Mallorca, Valencia y Castellón.

El mayor esplendor de la empresa tuvo lugar entre 1985 y 1995, década en la que se vendió mucho gracias a los bajos precios, abriendo tienda en la propia fábrica, al frente de la cual estuvieron, entre otros, Eusebio López, Tomás García y Adelina Porras.

Se llegaron a sacar dos muestrarios al año, coincidiendo con las temporadas de invierno y verano; organizándose desfiles de modelos en el interior de la empresa, a los que se invitaba a representantes y clientes para ofrecerles las últimas novedades. En dichos desfiles actuaban como modelos los propios trabajadores.

En 1995 comenzó el declive al comenzar a jubilarse los veteranos y con la llegada de personal nuevo, acostumbrado a otras condiciones de trabajo menos esclavas, teniendo que cerrar definitivamente en 2001, tras años en que aquel cierre se veía venir.

La empresa se liquidó finalmente en 75.000.000 de pts. gracias a la gestión de Francisco Pérez Párraga con Juan Atonio Reilo, mediando en ello el abogado local Dimas Sánchez Arias.

La CIOC, con sus luces y sus sombras, fue un icono de referencia en la sociedad y la economía local a lo largo de toda la segunda mitad del pasado S. XX. Curiosamente nunca llegó a inaugurarse oficialmente pues siempre se aguardó a la venida de D. José Sebastián de Erice para ello. Lo que no llegó a producirse por problemas de agenda del diplomático, quien a pesar de que no vino siempre apoyó la aventura caravaqueña, abriendo muchas puertas en tantos lugares donde éstas se necesitaron.

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