Ya en la calle el nº 1037

La chispa de la vida

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FRANCISCO MARTÍNEZ LÓPEZ
Tras la breve cuenta atrás se conectaron los motores de ignición y los propulsores comenzaron a hacer su trabajo elevando el cohete hLata de refrescoacia el cielo. A medida que íbamos alejándonos de la tierra la gravedad perdía su magnético efecto sobre mi cuerpo. Mire por la ventanilla y vi aquel pequeño globo azul alejándose hasta quedar convertido en un pequeño punto, me resultaba difícil pensar en que aquella diminuta y pálida esfera fuese la suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, el hogar de todas aquellas personas a las que había conocido y amado. Después de millones de años de evolución aquel hermoso planeta azul que había albergado millones de especies, que había resistido a gélidas glaciaciones, al choque de gigantescos meteoritos, a la explosión de indómitos volcanes y al bombardeo constante de mortíferos rayos ultra violeta, había acabado sucumbiendo ante la arrogancia y el menosprecio de su habitante más peligroso e infecto: el ser humano. La contaminación había llegado hasta tal punto que la atmósfera del planeta se había transformado en un entorno viciado y pestilente. Los líderes de aquel pequeño mundo huyeron a las colonias construidas en su satélite, tan sólo un puñado de elegidos pudieron abandonar el corrompido asteroide antes de que se produjese la catástrofe final, fueron tan sólo unos minutos de pánico y después, sólo hubo silencio. Yo tuve la suerte de ser escogido para tripular una de aquellas naves que trasladó al dueño de una gran empresa y a su familia hasta la nueva colonia, era un impresionante trasbordador espacial de color rojo caramelo en cuyo costado, desde el morro hasta la cola, se podía leer su famoso eslogan : «la chispa de la vida».

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