Ya en la calle el nº 1040

La Bestia

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Pedro Antonio Muñoz Pérez

La democracia verdadera parte del supuesto de que la gente comprende y debate los temas de interés público. La democracia implica serenidad y objetividad. La democracia requiere información y no propaganda, pedagogía política y no simplificaciones, más aún si se trata de complejos problemas de los que depende el bienestar y el porvenir. Fabián Corral. Diario El Comercio (Ecuador), 26 marzo 2012.

Imágenes espeluznantes las del grupo de exaltados que irrumpió con violencia en el lugar donde iba a celebrarse  el pleno municipal de Lorca el pasado 31 de enero. Muchos no pudimos evitar la analogía con el asalto al Congreso de Estados Unidos, lo que no es nada descabellado, salvando los aspectos cuantitativos, la dimensión local y doméstica de la sedición lorquina frente a la repercusión planetaria de los sucesos del Capitolio, porque en cuanto a lo esencial a mí se me antoja una copia paleta y bochornosa de la insurrección yanqui.

Se comienza calentando los mentideros reaccionarios con bulos e infundios y se acaba como el rosario de la aurora. Y eso lo saben los agitadores, puede que los hubiera infiltrados, que azuzan a otros mientras ellos se esconden como conejos hasta que pasen los galgos. En la manifestación de ese día, de varios centenares de personas, figuraban, según la prensa, representantes políticos del PP con cierto rango, como la alcaldesa de Puerto Lumbreras, Mª Ángeles Túnez, el portavoz municipal en el consistorio lorquino, Fulgencio Gil, así como otros concejales del mismo partido, y la diputada regional Mª Carmen Ruiz. Nada que reprochar porque el derecho a la manifestación “pacífica y sin armas” está recogido en el artículo 21 de nuestra Constitución. Si acaso, cierta sorpresa por este activismo callejero al que últimamente recurren con inusitada frecuencia los políticos del llamado, eufemísticamente, centro-derecha, tan reacios siempre a la algarabía y al tumulto pachanguero de la pancarta, las consignas rimadas y los megáfonos. Su presencia, por otra parte, parece que no se entendió solo como un apoyo a las reivindicaciones (¿justas y razonables?) de los manifestantes, sino que algunos fanáticos lo interpretaron como un aval indirecto para atacar la esencia misma del sistema democrático, representado en el pleno municipal. Si estos nos apoyan, vayamos a por los demás. La invención del enemigo siempre acarrea estos riesgos.

La cuestión que se pretendía dilucidar era de sentido común: modificar la normativa urbanística para impedir, en lo sucesivo, la instalación de explotaciones porcinas a menos de 1.500 metros de núcleos habitados o instalaciones de servicio público. Esto se convirtió, tendenciosamente, en el pretexto para hacer coincidir la manifestación con el día y la hora de la convocatoria oficial. Y, como adalides de la libertad, dejar que los hechos tomaran su propio rumbo, con el convencimiento de estar apoyando al “pueblo”, o lo que sea que ellos consideren como tal. No estoy nada seguro de que todos los manifestantes estuvieran informados de lo que se debatía aquella tarde por los legítimos representantes de la voluntad popular, o sea, por sus propios representantes también, ni tampoco de qué intenciones albergaban al ocupar con sus tractores la avenida principal de la ciudad. Según justificaba Gil Jódar, portavoz del PP en el ayuntamiento, tras el tumulto, el campo “ha estallado y ya no puede aguantar más” porque “cuando se juega con el pan de muchísimas familias y con su desesperación, se crean situaciones como esta”. Resulta inaudito y muy preocupante que un representante político con función institucional haga estas declaraciones después de un asalto violento al propio organismo en el que él ostenta el cargo de líder de la oposición. O sea, señor Gil, abogado para más inri, que esta es la manera de solventar los conflictos sociales y las discrepancias, ¿no? Ni el diálogo, ni la negociación, ni los acuerdos plenarios, la fuerza bruta y la ley de la selva. No salgo de mi estupefacción, señoras y señores. Solo nos queda confiar en que se esclarezcan los hechos y caiga todo el peso de la justicia sobre sus responsables.

Sí, ya lo sé: no he dicho nada todavía de VOX, único partido que no ha condenado los hechos. Mientras esto ocurría, su concejala mantenía un rifirrafe con otra concejala de Izquierda Unida en la sala de plenos. Muy edificante todo. Ellos son los dueños de Twitter e inundan las redes sociales con toneladas de desinformación, incitando al derrocamiento de los poderes institucionales, ocupados de manera ilegítima por “la dictadura progre”. Son los defensores de los intereses del campo maltratado por el “sanchismo” y defienden la no regularización de las explotaciones agropecuarias. La libertad que preconizan consiste en que los cerdos puedan pastar hasta en los jardines municipales y se cultiven lechugas y brócolis en cualquier lugar donde haya tierra cultivable.

Y no, no nos vale la condena seguida de una conjunción adversativa. El lamento farisaico de quien después de verse obligado a escribir un tuit exculpatorio para descargar la conciencia y susurrar un par de frases tópicas sobre la no violencia y tal, se apresura a añadir una adenda impropia de un gobernante racional y sensato. López Miras, después de manifestar su “rechazo absoluto” y de añadir contra toda obviedad que “la violencia no tiene cabida en la Región de Murcia”, justo cuando las imágenes de la salvajada daban la vuelta al mundo, criticó al ayuntamiento de Lorca (una institución autónoma cuyas competencias están garantizadas por la legislación democrática), acusándolo de haber roto “unilateralmente” un supuesto acuerdo previo y pidiéndole, con evidente inoportunidad y discutible intervencionismo, que “cumpla los acuerdos y retome el camino de la negociación”. Si mi nivel de comprensión lectora no ha bajado con la edad, el mismísimo presidente de nuestra comunidad autónoma acusaba al consistorio lorquino (gobernado por PSOE+Cs) de incumplimiento de sus compromisos y de negarse al diálogo, siendo por consiguiente el agredido, culpable de la agresión. Ustedes se lo han buscado, podríamos concluir. Penoso. Peligroso, también.

Este es el alimento de la bestia: incertidumbre, descontento, crisis multifactorial, inseguridad, pérdida de confianza en las instituciones, falta de respeto a la autoridad y a las fuerzas del orden… Miedo al porvenir, en definitiva. En un contexto similar, llegó al poder el Partido Nacionalsocialista alemán tras las elecciones de 1933, lastradas por el incendio del Reichstag y con Hitler ya nombrado canciller, pero en las que no logró la mayoría y gobernó con el apoyo de otros grupos “conservadores”. Y después pasó lo que pasó. No sé si el conocimiento de la historia nos exime de la responsabilidad de sus repeticiones. Urge dormir de nuevo a la bestia antes de que nos devore a todos sin contemplaciones.

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