Ya en la calle el nº 1040

La abeja de papel

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

ALFONSO GIL GONZÁLEZ

Repasando papeles guardadLa abeja del Turiaos celosamente por su interés histórico, veo que, allá por 1820, se publicaba en Valencia un periódico titulado La abeja del Turia. Salía los martes y viernes. Era, según se lee, “el primer año de nuestra gloriosa transformación política, y el noveno de la Constitución de la Monarquía Española”. Se abría el rotativo con estos versos:
En sabia Constitución
de sociedad, mi panal
labro y defiendo leal
con cera, miel y aguijón.
Pero veo con asombro que, ya en 1812, había otra publicación con el título de Abeja Española, que se editaba en Cádiz, y en cuyo número de septiembre decía, traduciendo a Horacio:
Como la abeja del Matino monte, cerca del bosque y húmedas riberas, de Tibur coge, con trabajo sumo, gratos tomillos. Así sus rasgos afanosos forma mi débil númen.
Por otra parte, se emitía, en 1813, La abeja manresana, que, en el suplemento dominical del 4 de julio, daba un aviso al público con noticias recibidas del General Mina, informando sobre el movimiento del ejército español poniendo en huída al francés, tras batirle a las puertas de Vitoria. Y cita a un tal coronel Fernández, que venía de Galicia con dos regimientos. Y a un tal Pedro Antonio Barrena, también coronel, que acudía desde Casvas con el 2º regimiento de voluntarios de la División de Navarra. Y otros datos curiosos.
Por esos años del siglo XIX se publicaba también una revista bajo el epígrafe de La Abeja, simplemente, pero estaba dedicada a temas científicos y a la literatura ilustrada. Muchas otras publicaciones pulularon en España en el citado siglo, pero de ellas iré hablando de forma ordenadamente alfabética, y no tanto cronológica, pero siempre interesante para aquellos de ustedes, amantes de la cultura, que piensen, como yo, que hay que dar más tiempo a la lectura que a la tele, al diálogo que a la ociosa soledad, al conocimiento de nuestro pasado que al embobamiento demagógico de nuestro triste presente.

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