Ya en la calle el nº 1037

Juanico, el de Filo

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JOSÉ ANTONO MELGARES/CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA

Para comenzar, una aclaración innecesaria. El título de este texto responde a la manera cariñosa y popular con la que sus más íntimos se refieren al Rvdo. D. Juan Fernández Marín, venerable sacerdote diocesano, conocido y reconocido no sólo en las tierras de laPárroco en Ecuador, 1959 región de Murcia sino en muchos lugares de España y también de Sudamérica.

Hijo de una piadosa, conocida y respetada familia de Barranda, integrada por el herrador y practicante de veterinaria Juan Teófilo Fernández (natural de Coy) y María Marín (María la de Filo), el Rvdo. Juan Fernández Marín nació en aquella pedanía de Caravaca el 16 de diciembre de 1930, siendo el primero de los cuatro hijos que el matrimonio trajo al mundo, a quien siguieron Joaquín, Antonio y Maruja.

Su formación primaria tuvo lugar en la escuela unitaria de Barranda, con sede en la C. Pedrera, donde entre el maestro y la maestra se las ingeniaban para sacar provecho de todos los niños, de muy diversas edades y niveles de la localidad. El maestro era D. Antonio Inglés Díaz, de quien tiene hermosos recuerdos y se refiere a él como un sabio. La maestra era, a la sazón, Dª. Amelia Carbonell.

D. Juan simultaneaba las clases con la ocupación de monaguillo, asistiendo en las celebraciones religiosas al párroco del lugar D. Fortunato Martínez.

Con once años entró en el seminario menor de S. José de Murcia, un destartalado edificio tras la guerra civil, compartido con la entonces Policía Armada, del que era rector D. Belisario Panizo y donde coincidió con compañeros como Jesús Montoya (de Caravaca), Matías Egea (de Mula), José Cánovas Riquelme (de Molina) y Francisco Martínez Lloret (de Aledo), entre los 28 alumnos que en 1941 entraron al seminario.

En el citado centro escolar hizo tres de los cinco cursos de Latín, concluyendo las Humanidades, los tres años de Filosofía y los cuatro de Teología en el seminario mayor de S. Fulgencio, junto al Palacio Episcopal y frente a la Puerta de los Apóstoles de la Catedral.

El atuendo habitual de los seminaristas, desde el inicio de los estudios eclesiásticos era la tradicional sotana negra (que no se quitaban ni para jugar al fútbol), y un fajín de color morado que, durante los años de la Filosofía y Teología se cambiaba por la beca verde que, quienes andamos entrados en años, recordamos al cruzarnos con ellos por las calles y plazas de la capital.

Ordenado sacerdote por el obispo Ramón Sanahuja y Marcé, cantó su primera misa en Barranda el 24 de junio de 1954, en altar improvisado en la C. Nueva, pues el reducido espacio de la entonces ermita de la localidad impedía la asistencia a la celebración del numeroso concurso de fieles que se hicieron presentes. Predicó en la ceremonia José Antonio López García, sacerdote natural de Coy, muy amigo de la familia, y fueron los padrinos eclesiásticos el rector del seminario Belisario Panizo y el arcipreste Tomás Hervás García.

El primer lugar donde ejerció su ministerio fue en la basílica de la Purísima de Yecla, como coadjutor del párroco Manuel Pereira, de quien guarda gratos recuerdos y donde aún conserva amigos de aquella época. Tras dos años de estancia en la ciudad del Altiplano fue destinado como párroco al Moral, desde donde atendía El Entredicho, El Campillo y El Tartamudo, lugares a donde se desplazaba en una moto Lambretta.

En 1958 marchó como misionero a Ecuador, ejerciendo su ministerio durante catorce años en Guayaquil y Cuenca, donde fue párroco en el pueblo de Nobol, consiliario de la Juventud Estudiantil Católica (JEC), introdujo el movimiento mariano Schoentat, fue rector del seminario menor de Cuenca y misionero de base en la Selva Amazónica.

A requerimiento del obispo Miguel Roca Cabanellas regresó a la diócesis de Cartagena en 1972, haciéndose cargo a partir de entonces de la Delegación Diocesana de Emigración y del Secretariado Gitano, simultaneando ambas ocupaciones con el cargo de consiliario de la cadena COPE, en el que sucedió al recordado Juan Hernández Fernández.

Con posterioridad fue párroco de El Siscar y del Bojar, Vicario Episcopal de la zona Suburbana 2. Capellán de las MM. Carmelitas Descalzas de Algezares y Delegado de Medios de Comunicación Social. Capellán del Hospital Provincial (hoy Reina Sofía), durante 28 años y colaborador en la parroquia de S. Juan Bautista.

Entre sus amigos recuerda a los que le ayudaron a fundar la Acción Católica en Barranda siendo seminarista, quienes se siguen reuniendo una vez al año. Y también a Ignacio Ramos, Antonio de Celedonia, Diego de la Otilia, Arsenete y Gregorio el de Alberto. Paco Fuentes, Mariano Rigabert, Manuel Ledesma, Juan de Dios Teruel, José Moreno Martos, Emilio el de la Lonja y tantos otros de imposible enumeración en un texto de extensión limitada como este.

Hombre de elocuente y brillante oratoria, heredada de su padre, ha pronunciado cientos de conferencias, tandas de ejercicios espirituales, sermones en novenarios, misiones populares y cursillos de cristiandad, habiendo dedicado mucho tiempo a la denominada Escuela de Padres. Ha dirigido la revista Crónica Diocesana. Ha colaborado en la Revista XXI y ha sido corresponsal en Murcia de la revista Vida Nueva. Desde hace años colabora cada domingo en el diario La Opinión de Murcia y hace un programa de radio, en la COPE, también los domingos por la mañana.

Bibliómano reconocido, su apartamento en la Casa Diocesana Sacerdotal se encuentra repleto de libros de temática varia, confesando ser la lectura su pasión y carecer de tiempo para poder leer más.

Confiesa que ha sido un obrero del pico y de la pluma. Un virtuoso de la palabra y un maestro en la escritura, siempre convencido de lo que ha dicho y escrito.

En la actualidad, disminuido físicamente por algún que otro achaque propio de la edad, sigue con su actividad creativa y divulgadora a través de los medios de comunicación. Colabora en la Parroquia de S. Juan, atiende diariamente decenas de llamadas y consultas, y atiende también a quienes demandan su ayuda espiritual y su consejo. Pasó el tiempo en que fue requerido por todos y para todo, pero queda el poso de su magisterio en todos y en todo aquello en lo que intervino.

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