Isabel Martínez Llorente (directora del Plan Lector de Centro del IES Mariano Baquero Goyanes): “El mundo necesita que el ser humano cultive la empatía: solo leyendo somos uno y mil al mismo tiempo”

"El papel del docente es clave: partiendo de esas afinidades recomendaremos títulos que guarden alguna relación con la persona que va a leerlos"

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JAIME PARRA

Isabel Martínez Llorente (Cehegín) es profesora de Enseñanza Secundaria en centros públicos de la Región de Murcia desde 2004. Doctora en Didáctica de la Lengua y la Literatura con la tesis El viaje literario para la educación en competencias básicas: una investigación de creatividad interdisciplinar en Educación Secundaria (2015), ha participado en proyectos de innovación educativa (Heurema: imágenes del mundo, 2008) y coordinado otros como Elefante viajero (2012) o Lectura sin plastificar (2019), finalista en los premios nacionales Acción Magistral.

Asimismo, ha coordinado el Grupo de Trabajo “Océanos de lectura” sobre competencia lectora, y desde 2018 dirige el Plan Lector de Centro del IES Mariano Baquero Goyanes. Es formadora docente (CPR, INTEF), impartiendo cursos sobre la mejora de la competencia lectora y la gestión y animación de bibliotecas escolares en centros de la región de Murcia y en el Liceo Español Cervantes de Roma. También ha participado con ponencias sobre literatura y viaje en diversos congresos especializados (Cádiz, Sevilla, Madrid, Lorca…).

Ha prologado Antología del agua, de Francisco Sánchez Bautista (2019) y coordinado el ambicioso volumen Versos y Naturaleza. Francisco Sánchez Bautista en las aulas de ESO y Bachillerato (2023).

¿Cules son sus primeros recuerdos de lectora?

Atravesaba una puerta e ingresaba en un jardín, luego cruzaba el umbral hacia un mundo fuera del mundo. Al final siempre estaba una vecina de mi abuela que se llamaba Isabel. Al verme, decía: “léeme”. Yo cogía aquellas revistas que se apilaban sobre una mesita y, sin saber aún las letras, inventaba historias para ella. La mujer escuchaba atenta, de cuando en cuando levantaba la vista de los bordados y aseguraba que ésa le había gustado. Años más tarde empecé a descifrar letras y palabras, y una de mis ocupaciones favoritas era sentarme frente a la chimenea y, delante del fuego y con el crujir de la madera, ir desgranando las Fábulas de La Fontaine, las travesuras de un par de gemelos, las islas en que se encontraban tesoros, los capitanes que perseguían ballenas blancas, los quijotes que andan por el mundo resolviendo entuertos… Leer, como escribir, precisan la mirada atenta y el silencio cómplice de aquella vecina de mi abuela que aún soy capaz de ver.

¿Qué autores recomendaría para iniciarse en la literatura?

Es fundamental que se adecúe el texto, más que a la edad, al grado de madurez del niño. Sirven los cómics, las adaptaciones de mitos, los relatos clásicos y modernos… A menudo encuentro alumnos de ESO vencidos por la frase “no me gusta leer”, y yo siempre lo interpreto como un lector potencial, como un lector que hemos de rescatar. Hay que darle la vuelta a la pregunta: ¿cuál es tu película favorita?, ¿cuál fue la última serie que te gustó?, ¿ qué videojuegos te gustan? Así, el papel del docente es clave: partiendo de esas afinidades recomendaremos títulos que guarden alguna relación con la persona que va a leerlos. Ahí están los clásicos, ineludibles, desde Verne y Dickens a Stevenson o Poe; pero también los autores actuales: Elvira Lindo, César Mallorquí, Gisbert, o nuestros coetáneos Marisa López Soria, Juan R. Barat o el caravaqueño Luis Leante. Su descubrimiento es fascinante.

Hablando con una librera me comentaba que mientras la compra de libros en el colegio es habitual, en la adolescencia en cambio desciende la compra de libros, ¿cómo conseguir que se lea en esta franja de edad?

En el último informe de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez sobre Jóvenes y Lectura (2022), casi un 27% de los jóvenes con edades comprendidas entre los 10 y los 18 años percibe el “ser lector” como una actividad que lo distancia de su grupo: “tú lees y te miran raro”, admiten. Para evitarlo, hay que convertir la lectura en un acto habitual, rutinario, algo como la hora de la comida o de la cena o de irse a dormir: es urgente propiciar desde el hogar espacios de lectura compartida, hablar sobre libros. Después, en los colegios e institutos, tenemos un largo camino por recorrer; pero seamos conscientes de que la escuela, según ese informe, solo representa un 19,43% en la incidencia del lector adolescente, dato inadmisible si se entiende que el cimiento sobre el que se construye cualquier aprendizaje es la lectura.

¿Por qué leer?

Porque el mundo necesita que el ser humano cultive la empatía: solo leyendo somos uno y mil al mismo tiempo, nos convertimos en el otro y en lo otro, en lo que una vez soñamos o, más aún, en lo que nunca imaginamos que podríamos ser. En una sociedad donde crecen de forma alarmante la intolerancia y el rechazo, donde la globalización borra lo más auténtico de idiosincrasia de las culturas, leer se convierte en un reducto privilegiado. Leer nos da la libertad de ser, y no es de recibo privar a nuestros jóvenes de un sentimiento tan bello. ¿Por qué no actuar, cada uno de nosotros, en nuestro círculo más próximo, para que todos los que aún no han alcanzado esa magia única la prueben alguna vez? Ganaríamos ciudadanos ricos en cultura, ese bien inmaterial que nos define como especie. ¿Qué sociedad queremos, la uniformada por el algoritmo del “me gusta”?

¿Qué opinión tiene de las adaptaciones de clásicos para distintas edades?

Cualquier intento de hacer llegar un clásico a los más jóvenes, bienvenido sea, aunque es cierto que no todo vale. Los clásicos pueden emocionar a todas las edades siempre que se se trate de buenas adaptaciones: la reconocida ensayista Catherine L’Ecuyer, a quien tengo la suerte de conocer y con quien coincido en muchos aspectos sobre los retos de la educación actual, alerta de los peligros de esas adaptaciones que adelgazan la obra original tanto que roban al niño la capacidad de imaginar. Cuidado con eso, es un asunto muy serio.

¿En qué consiste el Plan Lector que llevan a cabo en su centro?

Comenzó en el curso 18/19 con el Proyecto de Innovación “Lectura sin plastificar”, colegiado por la Consejería de Educación de la Región de Murcia. Desde entonces hemos ido conformando en el centro una “comunidad lectora”, para que leer no sea “de raros”. ¿Cómo? Organizando talleres de teatro o rap o lettering, clubs de lectura; un ciclo de lecturas en alta voz, encuentros con autores de prestigio, concursos de booktubers, o de marcapáginas, o de libros imaginarios… Hemos diseñado un “pasaporte lector” con el que el alumnado avanza niveles de forma voluntaria, y así comparte lo que lee en el “panel del lector”, otra de nuestras ideas. Tenemos una “Patrulla lectora” con decenas de alumnos y una activa cuenta de Instagram donde usamos las TIC de forma significativa y donde también convive esta comunidad lectora que incluye alumnos, padres, docentes y personal ajeno al centro: @planlectormb.

¿Qué resultados está ofreciendo?

El primer curso se midió objetivamente el grado de mejora de la competencia lectora mediante una herramienta estandarizada, y el dato que arrojó fue muy esperanzador: la muestra sobre la que se realizó la medición mejoró su competencia un 56,66%.    Estamos muy satisfechos: en los últimos cinco cursos hemos aumentado el porcentaje de préstamos de la biblioteca escolar un 287%, pasando de prestar 275 títulos a 1066. Y, además, con iniciativas como #apadrinaunclásico fomentamos notablemente el préstamo de obras de Shakespeare, Galdós, Kafka o García Lorca.

¿Influye en su interés lector el hecho de poder conocer a los autores?

Por supuesto. Lo que más aprecia el alumnado es la posibilidad de asistir a la trastienda de la escritura, es un lujo escuchar sus anécdotas y poder preguntarles inquietudes o demandar su autógrafo.

Además de la literatura, ¿puede tener cabida la lectura de la prensa en el Plan?

No lo había pensado, pero ahora que lo dice, ¿por qué no? ¡Qué útil y necesario sería que los periódicos de papel estuviesen en los centros educativos! Ayudaría a los alumnos a comparar enfoques, a interesarse por la actualidad, a provocar su espíritu crítico…

Para leer, ¿importa el medio que utilicemos, por ejemplo, pantalla de ordenador, tableta o papel?

Muchos estudios hablan de este asunto con datos científicos. Y sí, el medio importa. La lectura digital aleja de la corporeidad del libro, de su peso, de su forma. Somos seres táctiles, desde que nacemos queremos tocar. El bebé aprende llevándoselo todo a la boca, ese es su modo de conocimiento del mundo. Leer un libro en el móvil o en una tablet conectada a diversas aplicaciones al mismo tiempo es un error: la llamada “multitarea” perjudica la función ejecutiva del cerebro. Aparte, hay un inevitable romanticismo en el tacto del papel, en el olor de las páginas, en la gestión del espacio y la memoria…

Recomiéndenos algún libro de su biblioteca.

Es como decirle a un niño que entre a una juguetería y elija solo un juguete. Citaré un poemario que habla de quiénes somos (Nosotros, de Ginés Aniorte) y otro que me devuelve un poco de fe en el ser humano (Luz en la nada, de Pedro López). Y un ensayo que es un canto de amor a los libros, El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Si alguien quiere más recomendaciones, estoy en mi perfil de Instagram: @halosdeazul, donde vengo compartiendo lecturas y vida que, acaso, sea lo mismo.

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