Ya en la calle el nº 1040

Inolvidable y siempre vigente e imprescindible, Rocío Jurado

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Pedro Antonio Hurtado García

Recibió varios motes artísticos, todos cariñosos y amables, pero, el que más le identificó siempre y mejor representaba su trayectoria y soberanía del arte, era el que le bautizaba como “La más grande”, pese a que a nadie le pasaba desapercibido lo de “La chipionera”, “La Jurado” y otros muchos. Líder insustituíble de una familia que gravitó en torno a su figura, estrella inconfundible que amasó legiones de seguidores, artista de tronío que cosechó discos de oro, triunfos incontestables, respeto artístico, consideración en los escenarios, valoración de su inconfundible voz y triunfadora siempre. Nadie cantaba sus canciones con el arte y la gloria con que las interpretaba María del Rocío Trinidad Mohedano Jurado (18-09-1944, Chipiona-Cádiz-España/01-06-2006, Alcobendas-Madrid-España), quien firmaba sus discos, actuaciones, posters y demás elementos de presentación escénica como Rocío Jurado.

Familia más directa.- Su padre, cantaor de flamenco en sus ratos de ocio, Fernando Mohedano Crespo, falleció con 36 años, mientras que su madre, Rosario Jurado Bernal, muy aficionada a la música española, también tuvo una prematura muerte, a los 52 años. Era Rocío la mayor de tres hermanos, secundada por Amador, mánager de la cantante de toda la vida, nacido en 1954, y Gloria, un año después. Fue la artista, sin duda alguna, la matriarca que hizo funcionar a todos los integrantes de la familia Mohedano de forma armónica, coordinada y ejemplar, complaciendo a todos, ofreciendo muestras de cariño y desviviéndose por los componentes de la referida familia, ayudándoles, motivando a quienes querían ejercer carrera artística y brindando sitio a unos y otros, pero, nada más fallecer, todos se afanaron en querer heredar lo más sustancioso de su inmensa fortuna, lo que generó un deterioro de convivencia que todos conocemos. Y mira que su segundo esposo (el primero fue el onubense boxeador de éxito, Pedro Juan Carrasco García), el triunfador torero cartagenero, José Ortega Cano, se esforzó en que no ocurriera así, pero la codicia familiar pudo con todo y desordenó de forma irremediable lo que Rocío jamás hubiera querido que ocurriera.

Fallecimiento.- Su óbito se produjo como consecuencia de un cáncer de páncreas, cuando tenía 61 años, una muerte prematura, como la de sus progenitores. Su capilla ardiente inicial se instaló en el “Centro Cultural de la Villa”, en la Plaza de Colón, de Madrid, donde tuvo lugar su velatorio público, instalaciones por las que desfilaron más de 20.000 personas. En Chipiona, el municipio que le vio nacer, se esperaba su féretro para testimoniarle su cariño, rendirle honores y continuar su velatorio con la visita de grandes personajes del mundo de la cultura, el arte, la política, el deporte, la economía y otras disciplinas, además de vecinos, familiares y amigos, hasta la celebración de su sepelio que acabó con sus restos mortales en el “Cementerio de San José”, de la localidad gaditana. El alcalde de su pueblo construyó un mausoleo en su honor, en ese cementerio, en el que recibió sepultura el cuerpo de la artista.

Su día.- El “Día Internacional de Rocío Jurado”, instaurado en el año 2007, siguiente al de su fallecimiento, ininterrumpidamente se viene celebrando con la asistencia de personas de todo el mundo, sin distinción de sexos, edades, raza, religión u otra condición social o personal, pero también, lógicamente, admiradores, amigos, vecinos o familiares de la chipionera que se unen para celebrar una misa, ofrenda floral, así como otros actos conmemorativos en honor a la brillante artista.

Multitud de géneros.- Vendió casi 40 millones de discos, convirtiéndose en una de las artistas españolas que ha alcanzado mayor nivel de ventas, extremo acompañado de un enorme impacto internacional, especialmente en toda la América Latina, pero también en otros territorios del otro lado del Atlántico. La intérprete abarcó una amplia relación de géneros que desgranaba con su cristalina y potente voz de forma verdaderamente magistral: copla andaluza, fandango, flamenco, tonadilla, canción española o balada romántica y, por añadidura, todo lo bordaba con su voz, haciéndose acompañar, permanentemente, por excelentes músicos, distinguidos guitarristas flamencos y grandes estrellas de la música que precisaba para su adecuado acompañamiento.

Sentimiento.- Ha cantado con los mejores intérpretes, siendo muy curiosos los momentos en los que compartió escenario con el inimitable Raphael, pues ambos se respetaban, se querían, se apoyaban y eran un ejemplo escénico envidiable. Cuando entonaban “Como yo te amo”, tema incorporado en los repertorios habituales de ambos artistas, temblaba el escenario, se acrecentaban las ganas de escucharles y era un prodigio artístico percibirles cantar juntos, pero, afortunadamente, eso está inmortalizado en sus discos y podemos disfrutarlo cada vez que nos apetezca. Y, ese, es solamente un ejemplo, porque la inolvidable Rocío cosquilleaba el corazón de todos cuando cantaba con tanto sentimiento “Un clavel”, “El relicario”, “Miedo” y todas esas grandes canciones que se enriquecían en su voz, sin olvidarnos de su pop y sus baladas como “Señora”, “Lo siento mi amor”, “Como una ola” y ese largo etcétera que configura la interminable discografía de la chipionera.

Espectacular directo.- Verle en vivo era todo un privilegio del que gozamos reiteradamente cuando asistimos a sus conciertos, entre otros lugares, en el murciano “Club Cordillera”, Archena, Ceutí, Palacio de los Deportes, de Murcia; y hasta en el incomparable marco del “Auditorio de la Isla de la Cartuja”, en Sevilla, en plena “Exposición Universal de 1992”. Ella, siempre se lo ponía muy fácil a todos con los que cantaba, adaptando su potentísima voz a las posibilidades de sus colaboradores o invitados.

“Su” Virgen de Regla.- Persona de valores, artista de postín, mujer de principios, creyente como pocas, devota de “su” Virgen de Regla, patrona de su localidad natal, y saetera que solía cantarle a la imagen cuando desfilaba en procesión. Rocío Jurado gozaba de discografía, anécdotas, vida, obra, escenarios y gloria artística para llenar páginas y páginas, pero nosotros tenemos que terminar aquí, recordarle con el cariño que se mereció y valorando el arte que siempre nos brindó, arte en esencia pura, canciones que serán siempre inolvidables y que interpretarán, seguro, muchas generaciones futuras. Descanse en paz, como decíamos al principio, “La más grande”. Buenos días.

 

 

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