Ya en la calle el nº 1037

Hans Küng

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Montserrat Abumalham

Acaba de dejarnos uno de los más grandes teólogos de los últimos sesenta años. La noticia de su fallecimiento con 93 años ha sido comentada en los diarios y noticiarios del mundo. Son múltiples las necrológicas que se han dedicado a su figura y a su obra y, en general, se ha destacado cómo, tras ser uno de los asesores más jóvenes del Concilio Vaticano II, fue desposeído del título de Teólogo católico, por su cuestionamiento de la infalibilidad del Papa. La Iglesia de hoy ha perdido la oportunidad de reponer esa dignidad y reparar ese apartamiento en vida de Küng. Posiblemente lo haga a no mucho tardar de manera póstuma.

Hans Küng
Hans Küng

Sin embargo, lo más importante de su obra no es aquello que se deriva de las polémicas, pocas en el terreno de lo dogmático, sino lo que tiene que ver con la libertad de conciencia, por una parte, y, por otra, con el diálogo intrarreligioso (como lo denominaba Raimon Panikkar) y el ecumenismo.

Las diversas confesiones cristianas han vivido de espaldas e ignorándose unas a otras y, aunque siempre ha habido grupos que apostaban por la comunicación y el entendimiento, ejerciendo incluso de mediadores, en los fieles de a pie de cada una de las iglesias que componen el variado panorama del cristianismo, se ha venido observando esa ignorancia y sobre todo esa indiferencia hacia los que de manera diferente, muchas veces solo en el campo de lo ritual, creen y practican el Evangelio. La labor de Küng en este sentido es verdaderamente reseñable y sería de desear que sus reflexiones tuvieran reflejo en la pastoral. Cosa que, por otra parte, el Papa actual fomenta.

Su monumental reflexión acerca de los tres grandes monoteísmos, Judaísmo, Cristianismo e Islam, es también una pieza fundamental en la labor de situar la fe de millones de personas en el verdadero terreno de lo religioso, desconectándolos de los avatares históricos, pero dando a la interrelación el peso que merece en el plano real y cotidiano. Las religiones abrahámicas, que beben de una misma comprensión del Misterio en su nacimiento y desarrollo, se hallan tan interconectadas que no deben relacionarse a partir de la ignorancia y los prejuicios y esa es una demanda moral y profundamente religiosa para cada una de ellas. Esta es la enseñanza de Hans Küng y de manera evidente y continuada el Papa actual se ha empeñado en llevarla a la práctica.

Muchos son los que no conocen de primera mano su obra, los que jamás le han leído y, por ello, no son conscientes de la cantidad de ideas que, procedentes de sus pensamientos y trabajos, sustentan sus propias opiniones.  Quizá este sería un buen momento para rescatar alguno de sus escritos y darles una oportunidad en una lectura pausada y libre. Muchos se sorprenderán, posiblemente, de la coincidencia profunda que existe en su modo de ver la religión, la fe y la práctica religiosa, así como el diálogo entre quienes creen de modo diferente y lo que forma parte de la opinión más común y extendida hoy en día. Este es el gran valor de los que han sido avanzados y abiertos a los retos de los tiempos, aunque se les aparte y se los quiera minimizar, pues resultan de una influencia imparable en la sociedad que les rodea. Descanse en paz Hans Küng que tanto ha trabajado por el verdadero sentido evangélico y por la paz entre los seres humanos.

 

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