Ya en la calle el nº 1040

Guerra & Paz, un restaurante en pleno corazón de Murcia

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

PASCUAL GARCÍA

Un restaurante me sorprende por la calidad de sus productos y el grado de elaboración de sus platos, pero algunos, como éste al que me refiero, la sorpresa se la lleva uno desde el momento en que lo sientan a una de sus mesas junto a la muralla de un balneario árabe del siglo XII, en pleno corazón de Murcia. La amabilidad y la eficacia de sus camareras hace el resto, y uno se dispone a recibir los dones de su cocina con el espíritu propicio y el ánimo adecuado para el placer del gusto.

PASCUAL GARCÍA

Un restaurante me sorprende por la calidad de sus productos y el grado de elaboración de sus platos, pero algunos, como éste al que me refiero, la sorpresa se la lleva uno desde el momento en que lo sientan a una de sus mesas junto a la muralla de un balneario árabe del siglo XII, en pleno corazón de Murcia. La amabilidad y la eficacia de sus camareras hace el resto, y uno se dispone a recibir los dones de su cocina con el espíritu propicio y el ánimo adecuado para el placer del gusto.
Guerra & Paz, un restaurante en pleno corazón de MurciaChipá de sobrasada y lomo de bellota, chutney de mango y calabaza y sablé de coco, bombón de gorgonzola y arándonos y croqueta de pollo y curry constituyen la primera propuesta a modo de entrantes que calman el apetito a la vez que disponen el paladar para el resto de la comida. Se nos indica un orden concreto para degustar estas delicias antes de pasar, con buen ritmo y con el vino ya servido, un excelente jumilla de los que empiezan a abundar por nuestra tierra y a los que es preciso atender con mayor frecuencia, a una milhoja de foie, atún rojo y fruta de la pasión, que deja en la boca la delicia cremosa del foie, el carácter del atún y la dulzura exótica del maracuyá, y todo ello en una mixtura tan interesante como suculenta.
Reconozco, sin embargo, que me impresionó el Ravioli de gamba roja y yema trufada, cuyo aroma aún llevo en la boca como la insignia de un restaurante que cuida los pequeños detalles y se esmera en los matices de sus platos, cuya alquimia no solo debe producir placer al comensal, sino someterlo a un proceso de búsqueda interior, a un reflexión de los sentidos y del alma para convertir el acto de comer en una ceremonia iniciática, en una entrada a un universo desconocido. Este plato lo consiguió, pero el Solomillo de buey con parmentier de boletus supuso la antesala a un colofón tan brillante como exquisito. La carne era tierna y jugosa y la salsa no escondía los sabores, sino que los potenciaba.
El postre, Cherrylove, con bombones de autor clausuraba del modo más dulce y elegante, más singular y atrevido, una comida, en la que los platos, el servicio y el marco, con un fondo de música americana de mediados de siglo pasado habían armonizado a la perfección para lograr el estado de ánimo propicio de una comida íntima, sabrosa e inolvidable.
Ojalá perdure su estupenda relación calidad precio y tengamos la oportunidad de visitarlo de nuevo.

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