Ya en la calle el nº 1040

Gregorio, un hombre para todo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

ORENCIO CAPARRÓS BRAVO

Creo que fue Jonn Lennon quien dijo aquello de que la vida es lo que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes. Bueno, en verdad pienso que a esta frase le falta lo más importante, y es saber si esos planes se hacen realidad o seGregorio Sánchez con Pedro Pozo quedan sólo en meros proyectos, de una forma u otra la vida pasa, pero no es lo mismo. Gregorio Sánchez Romero forma parte de la primera especie, nunca le oí hablar de alguna empresa que al cabo de un tiempo no fuera una realidad. Ningún hombre vale más que otro, sino hace más, sentenciaba Don Quijote.
         Conocí a Gregorio en muy diversas y distintas circunstancias, en actividades en las que él siempre se comprometió con pasión y con inteligencia. De muchas de esas acciones ya se ha dicho, y se seguirá diciendo, mucho. Compañía de Armaos de la Vera Cruz, Instituto Municipal de Cultura, conferenciante prolijo y desinteresado, colaborador en revistas, periódicos y medios de comunicación en general, escritor e investigador de temas históricos, mantenedor y presentador de actos de toda índole, enamorado de Caravaca y sus tradiciones, maestro primero y siempre, profesor después, político de centro y un largo etcétera. No da un artículo como este para glosar  tanta y tan variada actividad y realización, que no sólo planes, por ello me voy a centrar en algunas de ellas y en otros aspectos que son menos conocidos por ser más personales.
           Tuve la suerte de tener a Gregorio como director del IES San Juan de la Cruz, cuando el siempre recordado Pedro García-Esteller ejercía las funciones de Jefe de Estudios. A ambos les debemos, los que aún seguimos en el oficio, el prestigio y el carácter que imprimieron a este instituto reconocido por toda la sociedad caravaqueña como referente en la educación de distintas generaciones. Después, Gregorio se convirtió en Jefe del Departamento de Historia, al cual pertenecí y pertenezco. Cada mañana, cuando paso por él, tengo la sensación de su cercana compañía, como si nunca se hubiese ido del todo. Fue un buen compañero, serio, trabajador, amigo de sus amigos, fiable, dialogante, tolerante, siempre entrañable.
        Pero, con todo, pienso que hay algo superior a la cualidad de compañero cuando de enseñanza, que era su honrado oficio, se trata. En esta hermosa tarea de enseñar hay, por encima de todo, un protagonista que en buena medida se convierte en el auténtico evaluador, ese, y no otro, es el alumno. A ellos me remito en lo que sigue; por activa y por pasiva no ha habido alumno de Gregorio Sánchez Romero que no haya reiterado su calidad profesional y humana. Cuando hace unos días comenté mientras comíamos el grave estado de salud de mi amigo, a mi hija María se le saltaron las lágrimas y dijo que nunca, incluyendo sus años de Universidad y de escuela de Artes y Oficios, nunca repito, había tenido un  profesor tan completo como Gregorio, explicando su materia o interesándose por la parte humana y por los altibajos propios de esa difícil edad, además, dijo, siempre fue justo, nunca regaló nada, valoró el esfuerzo; todo lo más, como en cierta ocasión me enseñó, en caso de duda siempre a favor del reo, en este caso del alumno. Sintetizo en esta opinión las numerosísimas de alumnos que se expresan en este mismo sentido.
        Estos cinco o seis últimos años he tenido la fortuna de compartir con Gregorio y un nutrido grupo de compañeros y amigos los “empedraos” en el bar del Vega, excusa para juntarnos un rato y dialogar de lo divino y de lo humano; en esas tertulias acabé de conocerle bien, respetuoso con las opiniones que no siempre compartía se mantenía en sus principios si los argumentos del otro no eran concluyentes, siempre trasmitía un profundo amor a España y a su historia, a los principios de la libertad y la tolerancia, al arte y al patrimonio especialmente de nuestra ciudad, a la amistad y a la vida. En cierta ocasión, con motivo de la restauración del tabernáculo expositor de la Vera Cruz, allá por 1998-99, le dije que qué le parecía si utilizábamos un color verde, como el de los retablos laterales de la iglesia, como fondo para la pieza que estaba en restauración; me miró sonriente y me dijo con mucho afecto “como se te ocurra hacer eso te denuncio”, bien se ve que mis argumentos no eran concluyentes; siempre se lo agradeceré, me hubiera equivocado y simplemente lo evitó, es cierto que , digámoslo así, con  cierta contundencia y pasión. Él era así.
           Lo hasta aquí dicho creo que demuestra que Gregorio  ocupó buena parte de su vida haciendo planes, pero no fue menor el tiempo que dedicó a realizarlos.
      Gregorio usaba con cierta frecuencia la expresión de “a peonadas vueltas” para aclarar que en la vida los favores se devuelven, él me pidió que escribiera el prólogo de una obra suya sobre el Trienio Liberal, y yo le pedí, años después, que me escribiera la presentación de mi última exposición de pintura; “a peonadas vueltas” le dije yo. Ahora, que le dedico mi humilde peonada, lo hago convencido de que más tarde o más temprano tendremos ocasión de devolvérnoslas, porque, en efecto, la muerte no puede ser el final, sobre todo cuando se ha hecho tanto, que diría el protagonista cervantino.

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