Ya en la calle el nº 1040

Gracias, Josep

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Arturo Merayo/Profesor de la Facultad Comunicación de la Universidad de Murcia

Escribo estas líneas acorralado por una tristeza infinita que me ha desvencijado el alma. Me acabo de enterar de que el profesor Josep Martínez Polo ha fallecido en la mañana del domingo a consecuencia de un infarto.

Fue un asedio demoledor a un corazón de 50 años, que se presentó con furia fulminante mientras caminaba por la sierra con unos amigos en una soleada mañana de septiembre. Así llega a veces la muerte: sin que se la espere, sin avisar, a traición. Pienso ahora en Trini y en sus hijos pequeños, en su familia, a quien Josep quería como se quiere solo cuando hay mucho amor. Le escuché muchas veces hablar de su mujer y siempre, indefectiblemente, acompañaba sus alusiones con piropos, reconocimiento y admiración, unas palabras que brotaban con naturalidad cotidiana, con rotunda sinceridad, y que a mí me maravillaban.

Josep comenzó a dar clases en la UCAM en 2007 cuando yo era decano de la Facultad de Comunicación. En poco tiempo me di cuenta de que teníamos entre nosotros a quien iba a ser un magnífico profesor, de esos que le hacen a uno sentirse orgulloso de tener compañeros así, de esos que realmente hacen universidad. Entraba en clase contento, con una sonrisa satisfecha, porque le gustaba estar con los estudiantes. Es lo que a mi hijo, alumno suyo el curso pasado, más le llamó la atención. No se crean que de todos los profesores se puede decir lo mismo. Pero de él sí, porque a Josep le entusiasmaba enseñar, ilusionar a sus alumnos con su aprendizaje, abrirles horizontes y ofrecerles herramientas con las que enfrentar el futuro sin miedos.

En sus clases, Josep hablaba de marketing digital, de redes sociales, de cómo las empresas comunican y de cómo se vende en Internet. Las trufaba con datos recientes, con ejemplos próximos a los alumnos y en un lenguaje directo y cercano que ellos entendían. Era un profesor apreciado, no solo por su conocimiento riguroso sino porque lo acompañaba con una sonrisa franca y una disponibilidad incondicional.

El 29 de abril defendió con brillantez su tesis doctoral. Hace quince días hablé con él para felicitarle porque su equipo del alma, el Elche, acababa de ascender a primera división. ¡Josep sí que era un tipo de primera división! Un profesor entregado y, sobre todo, una persona magnífica a la que resultaba muy difícil oírle hablar mal de nadie.

Estoy muy triste porque se nos ha ido un hombre de principios, con valores, de los que emplean la vida en hacer el bien. Pero nos ha dejado demasiado pronto, y ahora no puedo más que escribir para compartir mi dolor y decir a quien quiera leerme que aún hay gente ejemplar en la que vale la pena fijarse.

Porque el recuerdo de lo que has sido, Josep, de cómo has vivido, y de tu humanidad, permanecerá siempre en muchos de tus compañeros y en tus alumnos. Ese es el valioso legado que nos han regalado, profesor. Nos lo has entregado sin meter ruido, sin darte importancia. Es de justicia que yo lo pregone aquí a los cuatro vientos. Gracias de todo corazón, Josep.

 

 

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