MICAELA FERNÁNDEZ
Desde el pasado 15 de julio, el Colegio Público Santo Domingo y San Miguel de Mula ha cambiado su nombre a CEIP Florentino Bayona tras hacerlo oficial la consejería de Educación. El cambio de nombre se debe a una propuesta de claustro docente en honor al que fuera su director durante las últimas décadas, Florentino Bayona.
¿Qué ha supuesto para usted ver como el centro educativo que ha formado parte de su vida profesional tomaba su nombre?
Como indicas, prácticamente, toda mi vida profesional excepto dos años que estuve en Cehegín, se ha desarrollado en el CEIP Santo Domingo-San Miguel de Mula. De mis 44 años de servicio, 42 he trabajado en este Centro, por lo que se me hace muy extraño llamarlo con otro nombre, aunque sea el mío. Pero no hay duda que este reconocimiento, totalmente inesperado y quizá excesivo, es un gran honor y me siento profundamente agradecido. Doy las gracias a la nueva directora Maxi Saavedra, a su equipo y al Claustro de profesores, a la Corporación Municipal y al inspector D. Vicente Hernández Gil que gestionaron, ante la Consejería de Educación, el cambio de denominación de una manera tan discreta, que fue una auténtica sorpresa su anuncio en la cena con la que celebramos mi jubilación.
Recibía la decisión del cambio de nombre durante una cena de jubilación con compañeros y amigos, ¿cómo fue aquel momento?
Aparte de sorprendente, tremendamente emocionante para mí, mi mujer y mis hijos y para todos mis compañeros y amigos que me arropaban esa noche con su presencia. Pocos de los presentes estaban al tanto de esto. El acto en sí, preparado con el esmero que se hizo, los cuidados detalles y el gran número de compañeros, actuales y antiguos, que asistieron ya era suficiente reconocimiento a mi labor, que yo siempre he considerado más una obligación y un ejercicio de responsabilidad que un mérito. Y si ha habido algún mérito ha sido compartido con los compañeros que me han acompañado en las tareas directivas, al profesorado y al resto del personal no docente que siempre se ha mostrado dispuestos a la colaboración y al trabajo en equipo, dando lo mejor de sí en las tareas educativas.
Cómo fue el primer día que llegó a este colegio…
El 1 de Septiembre de 1975 me presenté a D. Salvador Andújar, director entonces del Colegio, y me adjudicó un tercer curso de la antigua EGB en dependencias fuera del colegio. En aquellos momentos era el único colegio público en Mula y tenía 32 unidades que no cabían físicamente dentro de los dos edificios del centro, por lo que había aulas habilitadas en distintas dependencias municipales distribuidas por la ciudad. En concreto, la mía estaba en una casa señorial encima de una «tasca», el Bar Los Arcos. La tecnología más avanzada con la que contábamos allí era una pizarra de madera negra para las explicaciones que requerían de la tiza para una mejor comprensión. Eso sí, las mañanas estaban perfumadas con los diversos aromas que ascendían desde la cocina de la citada tasca cuando preparaban almuerzos y aperitivos.
Lo que tampoco faltó nunca fue la ilusión de un maestro, recién salido de la Escuela de Magisterio, y con grandes deseos de empezar a dedicarme a lo que ha sido mi profesión y mi pasión durante todos estos años: La enseñanza y la educación, porque como decía Mandela “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”, y desde la escuela se puede contribuir a cambiar la sociedad para que sea más culta, tolerante, respetuosa, justa e inclusiva.
¿Desde cuándo lleva siendo director?
Desde Septiembre de 1983. Yo entonces tenía 28 años y han sido 36 años en esta responsabilidad. El primer nombramiento fue realizado por Dª María Teresa Baró (inspectora de educación) entre una terna de candidatos que presentó el Claustro. Con el paso de la EGB a la Educación Primaria, los nombramientos posteriores ya se realizaron mediante la presentación de Proyectos de Dirección que valoraba la Administración educativa y el Consejo Escolar.
¿Cuáles han sido los momentos más difíciles?
Después de haber estado trabajando durante bastantes años por dignificar las instalaciones del centro que necesitaba reparaciones profundas y urgentes, el terremoto de 1999, cuando todo estaba renovado, nos afectó gravemente. Uno de los edificios (San Miguel) tuvo que ser derribado y construido de nuevo, obligándonos, durante casi dos cursos, a una especie de diáspora, por distintas dependencias municipales y del otro centro público de Mula. Dos años difíciles pero afrontados con gran profesionalidad por el profesorado que supo, por encima de las dificultades, cumplir tanto los objetivos de la Programación General del Centro, como sus propias planificaciones sin que apenas se notara su forzado exilio.
Dos años en los que alumnado y familias supieron hacer frente con responsabilidad los inconvenientes, porque sabían que se estaba gestando un nuevo edificio que reuniría todas las mejoras que las leyes de Educación contemplan.
Fueron momentos difíciles pero, sin duda, los más difíciles y sobre todo lo más tristes y dolorosos han sido haber tenido que vivir el fallecimiento de dos de nuestros compañeros, aún en activo, D. Salvador Andújar y D. Jesús Navarro y dos de nuestros alumnos, Juan Manuel y Alicia que nos dejaron, de forma inesperada, durante su etapa escolar. Todos ellos siempre estarán en el recuerdo de esta Comunidad Educativa.
¿Y los más satisfactorios?
Hay muchos momentos satisfactorios a lo largo de un curso, pues niños y niñas son una fuente inagotable de buenos momentos en su quehacer diario, pero podemos resaltar las muchas ocasiones en las que muestran su afecto a sus maestros o disfrutan con las distintas actividades; el reconocimiento de las familias que confiaron en este centro para la educación de sus hijos; la consecución de los objetivos propuestos en los distintos proyectos, y la constatación, como decía Antonio Rubio Calín, de un sentimiento de pertenencia a una gran familia, unida en un proyecto ilusionante, con un claro objetivo: prestigiar la enseñanza pública.
Un momento destacado digno de resaltar es la consecución de dos premios nacionales y uno regional, el mismo año, por nuestro Proyecto de Mejora del Interés y el Gusto por la Lectura, antes de que ésta fuera obligatoria, incluso como asignatura, en el currículo de Primaria. Otro momento que me resulta especialmente grato recordar fue la celebración del 50 aniversario del Centro, en 2008, con una gran variedad de actos culturales y la publicación de un libro colaborativo con motivo de esta efemérides.
Actualmente el CEIP Florentino Bayona de Mula es uno de los centros más importantes de la Comarca en cuanto a servicios educativos, ¿cuál ha sido la apuesta durante los últimos años?
En los últimos años, y como no podía ser de otro modo, la apuesta ha estado en la utilización de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, en la digitalización del centro y en la participación en Proyectos europeos en colaboración con escuelas y organismos educativos de otros países de nuestro entorno. Todo ello sin abandonar aquellos otros Proyectos que son, desde hace mucho, señas de identidad del colegio, en especial el Programa de Atención a la Diversidad, antes llamado de Integración, del que formamos parte desde su implantación en 1985 y que marcó el inicio de una gran aventura educativa y el replanteamiento de muchos principios y creencias, que en esta época dominaban la educación en general y la atención a las personas con necesidades educativas especiales en particular. El Colegio, desde ese momento, asumió la atención a estos alumnos, ahora ya normalizada en todos los centros, como un derecho de todos a una educación integradora e inclusiva.
A lo largo de su etapa como docente ha vivido multitud de anécdotas, ¿cuéntenos alguna de ellas?
Como he señalado antes, los niños son una fuente inagotable de todo tipo de anécdotas a lo largo de su escolaridad, pero señalaré una llevada a cabo por un grupo de alumnos de primer curso (6 años) que arrancaron la promesa del Consejero de Educación, en la inauguración del nuevo San Miguel, de construir una pérgola para tener un espacio de sombra en el patio de Educación Infantil en el edificio Santo Domingo. Para ello, en menos de cinco minutos desarrollaron ante él, y como si no estuviera presente, una conversación que se iniciaba con una inocente niña que interpelaba a sus compañeros con esta pregunta ¿Para qué sirve un Consejero? El guión elaborado por nuestra logopeda, Rafaela Pérez Ocaña, tuvo un resultado espléndido: dos meses después la pérgola estaba construida y allí sigue protegiendo del sol y de la lluvia a nuestros alumnos más pequeños.
Tras jubilarse y con el gran reconocimiento de que este centro educativo lleve su nombre, ¿cuál será su relación a partir de este momento con el colegio?
El nuevo equipo directivo sabe que estoy a su disposición para cualquier cosa en lo que pueda ayudar, pero creo que están gestionado el centro con profesionalidad y eficiencia y esto no será necesario. Les deseo lo mejor y la fuerza necesaria para afrontar los retos que, a nivel educativo, plantea la pandemia que por el momento, y no sabemos hasta cuando, está afectando a lo que ha sido el modelo de enseñanza normalizado. Alcanzada esta normalidad me gustaría colaborar en actividades de fomento de la lectura y de biblioteca en el Centro.