Ya en la calle el nº 1040

Enid Blyton y sus cinco pecados

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

GLORIA LÓPEZ CORBALÁN
Que la actriz Helena Bonham Carter, que ha encarnado a Enid Blyton en un estupendo biopic televisivo, Enid (2009) haya dicho de ella que “Era el sueño de un psicoanalista” debe de darnos una idea de los complicada que debió ser la personalidad de la famosa creadora de Los Cinco.
Ella, que escribía relatos tan sencillos pEnid Blytonara niños tendría sin embargo una complicada vida de adulta. Pero no dejó de ser una mujer adelantada a su tiempo en técnicas tan difíciles en su época como enfocar su carrera profesional o gestionar su propia marca (escribía 10.000 palabras al día y publicó 753 libros, todos firmados con su nombre), creó clubs de lectores y haciendo lo que hoy llamaríamos eventos para ponerle nombre a su mansión de estilo Tudor se dió a conocer y ganó una legión de seguidoras por todo Reino Unido. Un país por cierto, que la vetó durante 30 años por considerarla “de segunda categoría”. Unos visionarios, sin duda.
Enid Blyton nació en Londres el 11 de Agosto de 1897 en Londres. La mayor de tres hermanos, estaba fuertemente unida a su padre, el mismo despego que tenía a su madre, quién, como casi todas las madres quería perpetuar la raza femenina en su hija sin considerar sus gustos o aficiones, que no eran precisamente las más adecuadas para una chica de buena familia, como se vería después.
Pero todo se desbarató el día que su padre los dejó tirados por su secretaría. La joven, que tenía 13 años entonces no entendía aún la pasión de los mayores y empezó a escribir para no abandonar jamás la inocencia de los pequeños. Como no se llevaba bien con su madre, a los 18 se fue de casa e ingresa en una academia para ser profesora. De allí pasó a ser institutriz de cuatros hermanos en Surrey, que digo yo que algo le valdría para luego escribir nuestras historias favoritas.
El abandono de su padre debió entenderlo años después, porque vino a enamorarse de un hombre casado que abandonó a los suyos propios para irse con ella. Aparte de dos hijas, con las que nunca llegaría a llevarse bien, su matrimonio con Hugh Alexander Pollock, editor de libros, le dió más disgustos que alegrías. A él le gustaba más la botella que su mujer y su mujer resultó ser flexible en los gustos. Lo mismo le daba una niñera que un nazi, rompiendo así la idea que teníamos todos de esta escritora que yo imaginaba haciendo pasteles de jengibre en las Torres de Mallory. Se divorciaron en 1943, jurandose odio eterno.
Poco después se enamoraría de Kenneth Fraser Darrell, con el que tuvo un matrimonio estable hasta el final de sus días y que le sirvió, entre otras cosas, para escribir esa cantidad ingente de aventuras de los cinco que luego leeríamos medio mundo sin sacar (y sigo sin sacar, será que no tengo la mente aún sucia) el trasfondo racista, machista y yo que sé cuantas cosas más que ahora dicen que tienen sus historias.
Aquejada de Alzheimer, perdida para siempre en las Torres de Mallory y acompañada por aquellos que siempre la entendieron, los eternos Jorge, Jack, Lucy y Dolly, Enid murió en 1968 dejando uno de los más grandes legados de literatura infantil.

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